Natural como el polen
Lo mejor de la antigua Semana Santa era el dolor fingido de un martirio resuelto en los alegres d¨ªas de Pascua, y ahora la celebraci¨®n pascuera apenas sirve de remate a una semana tr¨¢gica
Caravana hacia el sur
Todos hemos visto esas estupendas pel¨ªculas de vaqueros donde lo primero que hacen los colonos al establecerse en territorio virgen es ponerse ciegos talando ¨¢rboles en la ribera del r¨ªo para construir un poblado habitable, en una r¨¢pida sucesi¨®n de planos cortos que se ralentiza para mostrar como resumen la construcci¨®n de la iglesia y la satisfacci¨®n de los ciudadanos a cambio de tanto trabajo. Es un modelo narrativo can¨®nico que, curiosamente, no sigue para nada la futura Ciudad del Cine de Alicante. Primero van los ojeadores, luego se pone la primera y hasta ahora ¨²nica piedra del proyecto y a continuaci¨®n se adjudica la construcci¨®n de hoteles y zonas comerciales para albergar a los pobladores de una ciudad inexistente. Que de paso se anuncie un cursillo de guionistas -otro- a cargo del prestigioso Sundance Institute es como pasar la gorra antes de hacer la funci¨®n.
Beatles de cine
Viendo otra vez en el cine Qu¨¦ noche la de aquel d¨ªa, sorprende la frescura -en todos los sentidos- de Richard Lester y el desparpajo de unos Beatles que poco despu¨¦s habr¨ªan de morir de ¨¦xito. En esa pel¨ªcula, un musical sin g¨¦nero, est¨¢n los homenajes al cine mudo, los gui?os chaplinescos y un talento notable para captar en vivo y en directo la histeria adolescente en los albores de una liberaci¨®n que ser¨ªa meramente gestual. Pocos a?os despu¨¦s, los mismos protagonistas se mostrar¨ªan algo m¨¢s amargos en Let it Be, un espl¨¦ndido documental de la ¨²ltima grabaci¨®n del grupo en la que, por cierto, Paul McCartney, se lamentaba de que en aquella pel¨ªcula inici¨¢tica pareciesen colegiales triscando en el recreo. Claro que por entonces ya correteaba por medio la inevitable Yoko Ono. Los Rolling Stones obsequiaron para la ocasi¨®n a sus colegas con un gran vinilo, Let it Bleed.
Natural es la p¨®cima
Incluso personas con varias carreras a sus espaldas, y no s¨®lo una tropa antiglobal de hippies desorientados, conf¨ªan su salud de a diario a esa reposter¨ªa de remedios naturales propios de herborister¨ªas y tiendas muy puestas en diet¨¦tica, lo que parecer¨ªa acorde con la raz¨®n si el usuario se negara a volar en avi¨®n o a vestir ropa distinta de la confeccionada por pobres madres peruanas. En ese repertorio de desprop¨®sitos hay quien se alimenta de tisanas y lechugas macrobi¨®ticas, quien defiende que nada m¨¢s sano que una buena dieta a base de frutos secos, y hasta quien proclama que el cuerpo mismo segrega las sustancias que habr¨¢n de curarle cualquier enfermedad. Territorio abonado para la estafa natural de tanto curandero de ocasi¨®n resuelto a aprovecharse de la c¨¢ndida desdicha ajena. Con la de a?os y esfuerzos de investigaci¨®n que llevaron a descubrir la penicilina.
Llegar a fin de mes
Se ve que una cuarta parte de los hogares valencianos no acoge con el suficiente entusiasmo las exultantes declaraciones de Zaplana y los suyos sobre la boyante situaci¨®n econ¨®mica y social -por no hablar de la cultural- de nuestra comunidad, porque de lo contrario no declarar¨ªan, a requerimiento del Instituto Nacional de Estad¨ªstica, que sus ingresos apenas si les permiten llegar a fin de mes de cada fin de mes. La mayor parte de las veces, la tildada de fr¨ªa estad¨ªstica es la disciplina m¨¢s id¨®nea para fotografiar con alto perfil de precisi¨®n lo que le ocurre a la gente cada d¨ªa. As¨ª que si en algo tan b¨¢sico como es llegar sin demasiadas estrecheces hasta el ingreso de la n¨®mina mensual ocupamos los puestos de cola en el escalaf¨®n, ser¨¢ porque en muchas otras cuestiones de importancia tampoco somos la tercera potencia auton¨®mica que la irreflexiva tradici¨®n nos atribuye.
Santas Pascuas
A los ni?os de nuestra generaci¨®n todav¨ªa nos resultan incomprensibles los d¨ªas de Semana Santa de nuestra infancia, cuando al luto riguroso de cada d¨ªa se superpon¨ªa el morado de ceremonia silenciosa de una semana interminable en la que hasta a las hermanas mayores les estaba prohibido tararear en casa los dramones prestados de Concha Piquer mientras paseaban la escoba de esparto por el suelo. Tanto, y tan bald¨ªo, era el dolor que deb¨ªa desorientarnos en esos d¨ªas sagrados. Qui¨¦n sabe a estas alturas si esa temprana educaci¨®n en el infortunio ajeno esconde la clave de cierto desapego hacia la celebraci¨®n de autopista de estos d¨ªas ya para siempre laicos, y qu¨¦ ten¨ªa que ver la reiterada resurrecci¨®n de un melenas de estampita con el vuelo del cachirulo, la hacendosa mona de pascua, el primer huevo esclafado en la frente de la chiquilla con trenzas que te gustaba.
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