La esperanza est¨¢ dentro

Ariel Sharon est¨¢ cumpliendo con celo su anunciado ataque 'fuera de lo normal' contra los palestinos (como si lo que ha hecho hasta ahora se pudiese calificar de 'normal'). Lo presenta como una ofensiva dirigida contra la Autoridad Palestina y Yaser Arafat, pero, no nos enga?emos, va en contra de toda la poblaci¨®n palestina. Lo presenta como 'en respuesta' a los ¨²ltimos ataques terroristas, pero, no nos enga?emos, este ataque estaba previsto desde antes (el Washington Post del 25 de marzo ya daba noticia de ello). En realidad, es el paso siguiente del proyecto militar de Sharon, quien mantiene intacta esa a?eja mentalidad colonial de principios de siglo pasado que pensaba que el derecho a disponer de un Estado independiente pertenec¨ªa s¨®lo a las comunidades nacionales 'civilizadas' y no a los pueblos colonizados, vistos como 'retrasados' y 'primitivos'. Por eso, todo plan de paz es sinuosamente sometido a un sofisticado proceso de torpedeo por parte del Gobierno israel¨ª, haciendo interpretaciones sui generis de ¨¦l y poniendo condiciones que la otra parte no puede aceptar. Y todo porque Sharon no tiene m¨¢s objetivo que completar el proyecto de aniquilaci¨®n del liderazgo palestino y de rendici¨®n total de su pueblo para anexionarse la mayor parte de su territorio, que empez¨® en 1982 con la ocupaci¨®n del L¨ªbano y que entonces la comunidad internacional le impidi¨®. Pero ahora no.

En el panorama regional e internacional actual ni los ¨¢rabes, ni los europeos ni los estadounidenses van a ser actores determinantes para frenar esa situaci¨®n.

La cumbre ¨¢rabe de Beirut ha venido a constatar lo que se sab¨ªa inevitable en tanto que no cambie el liderazgo pol¨ªtico de los pa¨ªses ¨¢rabes. Independientemente de que la propuesta del pr¨ªncipe heredero saud¨ª establezca, en efecto, los principios en los que tiene que fundarse cualquier arreglo coherente del conflicto: retirada israel¨ª de todos los territorios ocupados en 1967 y normalizaci¨®n de relaciones entre todos los Estados de la regi¨®n (¨¢rabes e israel¨ª), la cuesti¨®n est¨¢ en que estos Estados ¨¢rabes ni tienen capacidad para actuar unitariamente como un conjunto regional de peso con influencia pol¨ªtica en la comunidad internacional, ni la autoridad moral m¨ªnima para exigir justicia.

Son reg¨ªmenes pol¨ªticos patrimonialistas, basados en el patronazgo y el clientelismo, dirigiendo pa¨ªses que, por esos motivos, van a la deriva: ¨¦xodo masivo hacia la emigraci¨®n de sus ¨¦lites y trabajadores, sistemas pol¨ªticos dictatoriales, violencia bajo todas sus formas, pauperizaci¨®n galopante, ¨ªndices de desempleo exorbitantes... Y la Liga de los Estados ?rabes es incapaz de mediar realmente en ning¨²n conflicto o crisis porque los reg¨ªmenes que la componen, b¨¢sicamente preocupados en garantizar su pervivencia y dominaci¨®n, tienen una gran dependencia de sus aliados exteriores y practican una pol¨ªtica de 's¨¢lvese quien pueda' que genera unas relaciones interestatales ¨¢rabes en continua turbulencia.

Muchos dicen s¨ª, pero tienen el arma del petr¨®leo. La realidad es que, en el conflictivo y desunido panorama regional, han perdido ese arma por su dependencia occidental de protecci¨®n pol¨ªtica y militar. Tras la guerra del Golfo, Arabia Saud¨ª y todos los pa¨ªses productores de petr¨®leo del Golfo firmaron bilateralmente una serie de acuerdos de defensa y adquisici¨®n de armas con EE UU, Gran Breta?a y Francia a fin de que les protegiesen de futuras amenazas. De hecho, EE UU ha establecido un semiprotectorado militar en Arabia Saud¨ª.

Unido a esto, las prioridades estrat¨¦gicas y militares occidentales han ido imponi¨¦ndose a las del desarrollo y la democratizaci¨®n en esta regi¨®n (s¨®lo Arabia Saud¨ª, Emiratos ?rabes Unidos y Kuwait gastaron 44.200 millones de d¨®lares entre 1990-1994 para gran beneficio de las industrias armament¨ªsticas occidentales), de manera que en vez de contribuir a la estabilidad a trav¨¦s de la democratizaci¨®n y su consiguiente desarrollo econ¨®mico, han afianzado la crisis y el debilitamiento del liderazgo pol¨ªtico en esta zona.

Por su parte, tanto la Uni¨®n Europea como el Consejo de Seguridad de la ONU y EE UU nos ofrecen un pat¨¦tico espect¨¢culo cada d¨ªa m¨¢s c¨ªnico. Pat¨¦tico porque su inacci¨®n se esconde en un ejercicio ret¨®rico de declaraciones, que sistem¨¢ticamente Israel desprecia, mientras permiten que ¨¦ste contin¨²e con la humillaci¨®n, el hostigamiento, el castigo colectivo, los asesinatos y la destrucci¨®n de todo un pueblo a un ritmo de v¨¦rtigo. C¨ªnico porque se empecinan en seguir planteando la situaci¨®n como si se tratase de un conflicto entre dos partes iguales, como si no hubiese un ocupante y un ocupado, un ej¨¦rcito poderoso y un pueblo desprotegido, viviendo en ratoneras y estercoleros, con una milicia precaria. Y, por supuesto, adjudican el t¨¦rmino 'terrorista' exclusivamente al lado palestino. Es m¨¢s, frecuentemente lo colocan en primer lugar, dando as¨ª a entender que es la ra¨ªz del problema. Mientras las ciudades palestinas son invadidas por tanques israel¨ªes, mientras los palestinos son detenidos, marcados en la frente o los brazos y reagrupados en campos de internamiento, mientras los m¨¦dicos y las ambulancias son tiroteados y se les impide asistir a los heridos, mientras Israel viola toda la reglamentaci¨®n internacional, mientras liquida con un tiro en la sien a los escoltas de Arafat y a¨ªsla a ¨¦ste en un b¨²nker sin luz ni tel¨¦fono a la vez que le exige sin condiciones que controle la situaci¨®n, esa comunidad internacional sigue hablando exclusivamente de terrorismo palestino, y a Israel le piden 'contenci¨®n' y que por favor 'reflexione' sobre las consecuencias de sus acciones.

Definitivamente, los elementos determinantes que pueden hacer cambiar la situaci¨®n est¨¢n en la sociedad palestina e israel¨ª.

La situaci¨®n actual en que ha desembocado el conflicto ha llevado a los palestinos a una resistencia sin paliativos. No van a aceptar otro proceso negociador sin fin que, de hecho, suponga que el futuro Estado palestino sea una especie de protectorado israel¨ª. De esto Yaser Arafat se ha dado cuenta. La pol¨ªtica israel¨ª de humillaci¨®n, ofensivas militares y asesinatos, lo que ha hecho ha sido alimentar la rabia de este pueblo y convencer a toda una nueva generaci¨®n de palestinos de que recurrir al terror es un medio natural de lucha, independientemente de que esto les aleje de la simpat¨ªa de una comunidad internacional de la que saben lo que pueden esperar. Cada ofensiva militar, cada asesinato, cada envilecimiento israel¨ª y desprecio estadounidense hacia sus l¨ªderes (el presidente Bush no ha consentido un solo encuentro con Arafat, ni siquiera el vicepresidente Cheney en su viaje reciente a la zona), crea un batall¨®n continuo de kamikaces. Contra eso, ninguna estrategia militar lograr¨¢ la seguridad para Israel. La prueba: el Gobierno de Sharon ha sido el periodo m¨¢s sangriento vivido por la ciudadan¨ªa israel¨ª desde hace una generaci¨®n.

Adem¨¢s, en el fondo, la lucha a largo plazo es desigual para Israel. La experiencia hist¨®rica muestra que no hay Ej¨¦rcito colonial que pueda impedir a un pueblo su acceso a la independencia. Los palestinos, a diferencia de los israel¨ªes, lo tienen todo perdido y, por tanto, para ganar no tienen nada m¨¢s que resistir. Esto les convierte en un enemigo de temer. Los palestinos llevan una guerra de liberaci¨®n y sus hombres est¨¢n dispuestos a sacrificarse, mientras Israel lleva una guerra de ocupaci¨®n en la que sus hombres est¨¢n cada vez menos dispuestos a sacrificarse. El rechazo de 270 reservistas israel¨ªes a servir militarmente en los territorios ocupados es una nueva voz de la conciencia que se manifiesta en el propio seno del Ej¨¦rcito israel¨ª. La declaraci¨®n de estos refuzniks es enormemente importante: 'Nosotros, oficiales y soldados, educados de acuerdo con los principios del sionismo y del sacrificio por el pueblo y el Estado de Israel, hemos recibido ¨®rdenes que nada tienen que ver con la seguridad de nuestro pa¨ªs y que s¨®lo tienen el objetivo de perpetuar nuestro control y dominaci¨®n sobre el pueblo palestino. Las misiones que nos dan en los territorios destruyen los valores y corrompen a toda la sociedad israel¨ª (...). No continuaremos haciendo la guerra por los colonos. Continuaremos sirviendo al Ej¨¦rcito israel¨ª en cualquier misi¨®n que sirva para la defensa de Israel. Pero no combatiremos en esas misiones de opresi¨®n y ocupaci¨®n que no est¨¢n al servicio de este prop¨®sito' (25 de enero de 2002). Esta declaraci¨®n ha tenido un gran impacto en la sociedad israel¨ª porque estos reservistas no han optado por esta posici¨®n antes de ir a los territorios palestinos, sino tras haber servido en esos territorios y haber visto con sus propios ojos lo que all¨ª sucede. Su importancia radica en que habitualmente la sociedad israel¨ª no conoce lo que pasa verdaderamente en los territorios palestinos, ya que los medios tienden a 'diluir' esa informaci¨®n y la ponen exclusivamente al servicio de la estigmatizaci¨®n del adversario a trav¨¦s de la amenaza terrorista.

Lo cierto es que el movimiento de objeci¨®n de conciencia est¨¢ creciendo, y poco a poco va ganando apoyo entre la sociedad israel¨ª (del 15% inicialmente ha aumentado al 33% en un breve periodo de tiempo). A esto hay que a?adir que las dos grandes manifestaciones pacifistas celebradas el 9 y 16 de febrero, agrupando en torno a 10.000 participantes unidos por el lema 'la ocupaci¨®n est¨¢ mat¨¢ndonos a todos', ponen igualmente de manifiesto la emergencia de una progresiva, si bien minoritaria, reacci¨®n de la sociedad y su disonancia con los l¨ªderes pol¨ªticos sentados en el Parlamento.

Todo ello no es tampoco ajeno a que, como se?ala el soci¨®logo y pacifista israel¨ª Lev Grinberg, tras 16 meses de aplastante consenso social, la opini¨®n p¨²blica israel¨ª ha empezado a cambiar tras constatar los efectos de la pol¨ªtica israel¨ª en los territorios palestinos: 'Arafat declar¨® un alto el fuego el 16 de diciembre que fue aceptado por las ramas armadas de Al Fatah y despu¨¦s tambi¨¦n por Ham¨¢s y la Yihad. El cese del fuego no fue completo, pero el sentimiento general entre los israel¨ªes estuvo marcado por el alivio. Este sentimiento lo rompi¨® el Ej¨¦rcito israel¨ª demoliendo m¨¢s de 50 casas palestinas en Rafah el 10 de enero y asesinando a Ra'id Karmi, l¨ªder de Al Fatah en Tulkarem, el 14 de enero. Tras estas dos acciones tuvieron lugar tres ataques suicidas palestinos en Jerusal¨¦n y Haifa (...). Por primera vez pareci¨® claro a muchos israel¨ªes que la pol¨ªtica de su Gobierno estaba generando contraataques palestinos'.

Adem¨¢s, Israel afronta una coyuntura socioecon¨®mica que preocupa mucho a sus ciudadanos, y que, aunque es consecuencia de diversos factores, sin duda uno de ellos, y no el menos importante, procede del conflicto armado en los territorios ocupados. Con una recesi¨®n del 0,5%, la econom¨ªa israel¨ª registr¨® en 2001 su peor resultado desde 1953, y su sector punta, el de las nuevas tecnolog¨ªas, est¨¢ actualmente en declive, mientras que el conflicto en los territorios ocupados palestinos ha supuesto un golpe terrible para el turismo. El desempleo alcanza el 10%, en tanto que la renta per c¨¢pita descendi¨® un 2,9% en 2001 y la moneda nacional se desmorona con respecto al d¨®lar. A nadie se le escapa en Israel que, adem¨¢s, la concentraci¨®n del presupuesto nacional en gastos militares y de defensa impide al Gobierno canalizar esos ingentes fondos hacia otros ¨¢mbitos socioecon¨®micos.

Es en todos estos factores, de reacci¨®n dentro de la sociedad israel¨ª y de afirmaci¨®n insoslayable de la resistencia palestina, en los que reposa verdaderamente la esperanza para estos dos pueblos enfrentados desde hace ya demasiado tiempo.

La sociedad israel¨ª empieza a reaccionar

Gema Mart¨ªn Mu?oz es profesora de Sociolog¨ªa del Mundo ?rabe e Isl¨¢mico de la Universidad Aut¨®noma de Madrid.