Internas en el PSPV
Los militantes del PSPV-PSOE han vuelto a ser convocados a las urnas para elegir entre Joan Ignasi Pla y Cipri¨¤ Ciscar el candidato de su partido a la presidencia de la Generalitat en las elecciones auton¨®micas de 2003 tras un proceso que, equ¨ªvocamente, denominan primarias. Un m¨¦todo que fue impulsado desde la direcci¨®n federal del PSOE, encabezada por Joaqu¨ªn Almunia y en la que Ciscar ocupaba el cargo de secretario de Organizaci¨®n, sin que nada ni nadie les obligara a ello. Ni los estatutos, ni la militancia. La oportunidad pol¨ªtica de aquella iniciativa, sin embargo, qued¨® clara de inmediato. Los socialistas, derrotados por un escaso margen en 1996, volvieron a colocarse por delante del PP en los sondeos y los ciudadanos siguieron expectantes e interesados el debate entre Almunia y Borrell. Un h¨¢lito de regeneraci¨®n de la cosa p¨²blica se col¨® por los escasos resquicios que dejan abiertos las organizaciones partidistas. La esperanza apenas dur¨® un suspiro. La victoria de Josep Borrell y la decisi¨®n de Joaqu¨ªn Almunia de mantenerse al frente de la secretar¨ªa general generaron tales tensiones internas que acabaron con la dimisi¨®n de aqu¨¦l y una derrota electoral de una magnitud imprevista. Aquella bicefalia, adem¨¢s, dej¨® al descubierto que las tales primarias no eran otra cosa que unas internas partidistas cuyo objetivo central consist¨ªa en afianzar la autoridad de Almunia en el seno de la organizaci¨®n. A los militantes socialistas, en definitiva, no se les requiri¨® tanto para elegir un l¨ªder social como para consolidar un dirigente org¨¢nico.
A los militantes se les reclama m¨¢s para elegir un dirigente org¨¢nico que un l¨ªder social
Escaldada por aquella mala experiencia, la actual direcci¨®n del PSOE se esfuerza ahora por reducir los da?os colaterales que provoca el proceso interno de unas primarias (divisi¨®n del partido, proyecci¨®n de la imagen de barullo, r¨¦ditos pol¨ªticos para un PP que aprovecha cualquier situaci¨®n para hurgar en la herida...) endureciendo los requisitos para ser candidato, cuando lo propio ser¨ªa encerrar bajo siete llaves una iniciativa de la que reniegan en privado (al fin y al cabo, m¨¢s vale una vez rojo que ciento colorado), o desarrollarla con todas sus consecuencias: unas primarias de verdad, al estilo americano, en las que pudieran participar los ciudadanos para elegir un l¨ªder social que, de este modo, no entrar¨ªa en colisi¨®n con el responsable partidista. Pero los dirigentes socialistas no se atreven con lo primero porque temen la reacci¨®n medi¨¢tica, ni con lo segundo porque, am¨¦n de que deber¨ªa ser legalmente obligatorio para todos los partidos, cosa m¨¢s que dif¨ªcil de conseguir, perder¨ªan el control sobre el candidato electo.
En este contexto, las primarias que celebrar¨¢n los socialistas valencianos vuelven a ser otra vez unas internas (como ocurri¨® cuando se presentaron Asunci¨®n, R¨®denas y Romero y como se comprob¨® con toda su crudeza cuando el aparato del PSPV de Valencia liquid¨® a Carmen Alborch como candidata a la alcald¨ªa de Valencia), con el agravante de que el inter¨¦s ciudadano que suscitan es imperceptible, muy lejos de aquella ilusi¨®n y expectaci¨®n que despert¨® el debate Almunia-Borrell.
El PSOE y, por extensi¨®n el PSPV, se encuentra abocado a un proceso en el que s¨®lo se sustancia cu¨¢l es el grado de apoyo de los militantes (los simpatizantes, ¨¦sos que figuran en un listado pero que no cotizan, ni cuentan) a los distintos candidatos. Joan Ignasi Pla y su equipo -como en su d¨ªa Almunia, Ciscar y su ejecutiva- pretenden consolidar una autoridad en el interior del PSPV que ponga fin a la fragilidad que vienen arrastrando desde el congreso de Alicante, hace ya m¨¢s de un a?o y medio. Para ello, cuentan con el aparato del partido, el apoyo de no pocos cargos org¨¢nicos y p¨²blicos y el hartazgo de una militancia saturada de guerracivilismo y que parece inclinada a apostar por la estabilidad pol¨ªtica.
?Qu¨¦ pretende Ciscar? No son pocos los observadores perplejos ante su irrupci¨®n en el proceso justo en el momento en que el PP afronta dos grandes problemas: el caso Cartagena y la continuidad o no de Zaplana al frente de la presidencia de la Generalitat. Pero, al margen de estas consideraciones, parece obvio que el ex consejero de Educaci¨®n y Cultura tiene la legitimidad para dar este paso; la obligaci¨®n, incluso, despu¨¦s de utilizar tantos intermediarios, y la necesidad vital de no resignarse a ser un jubilado de lujo en la pol¨ªtica, aparcado en un esca?o del Congreso o del Senado. Formalmente nada se puede objetar a su opci¨®n por m¨¢s excursos que se quieran hacer sobre la conveniencia o no respecto de la oportunidad de su decisi¨®n. El propio Ciscar sabe, mejor que nadie, que su apuesta es elevada y el riesgo alto. Un mal resultado en estas internas podr¨ªa significar el punto final a su dilatada trayectoria en el PSOE; pero un significativo porcentaje de apoyos le consolidar¨ªa como un referente que se acrecentar¨ªa si Pla no obtiene un buen resultado en las pr¨®ximas elecciones municipales y auton¨®micas. Una victoria suya podr¨ªa reeditar el pugilato Borrell-Almunia con las consecuencias de todos conocidas. Aunque no necesaria ni obligatoriamente tiene que repetirse la historia.
Por otra parte, como se vio en las primarias en las que compitieron Asunci¨®n, R¨®denas y Romero, el proceso tambi¨¦n sirve, si es menester, para que los militantes establezcan sus preferencias respecto de los candidatos en liza (Asunci¨®n ocup¨® el lugar de Romero cuando ¨¦ste dimiti¨® de sus responsabilidades). En este supuesto, por retorcida y maquiav¨¦lica que parezca la hip¨®tesis, cabr¨ªa preguntarse si es posible que Pla en un futuro inmediato puede sufrir un accidente pol¨ªtico que le obligue a retirarse de la carrera. Los ecos del caso Alaqu¨¤s todav¨ªa resuenan.
Los socialistas valencianos afrontan unas internas con todas las ventajas y riesgos que ello supone. La ventaja de elegir entre dos candidatos y el riesgo de fractura interna si no son capaces de corregir los errores del pasado. Porque, por mucha ret¨®rica que hagan ambos candidatos, su adversario en este proceso no es Eduardo Zaplana. Son Pla y Ciscar quienes compiten entre ellos. Las internas est¨¢n servidas. Last but not least: ?El perdedor, sea qui¨¦n sea, asumir¨¢ su responsabilidad pol¨ªtica? ?De qu¨¦ modo?
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