De Netania a Ramala
Volver a los territorios ocupados de Palestina despu¨¦s de una larga ausencia muestra con elocuencia la cruel reiteraci¨®n de la historia. En junio de 1988 recorr¨ª Cisjordania y la Franja de Gaza con un equipo de Televisi¨®n Espa?ola para filmar la primera Intifada y en 1995, como enviado especial de EL PA?S, en aquel desalentador intermedio de ni guerra ni paz que sigui¨® a los paticojos Acuerdos de Oslo: algunas zonas hab¨ªan sido evacuadas por el Ej¨¦rcito israel¨ª, pero ¨¦ste manten¨ªa un f¨¦rreo control en torno a ellas y la desilusi¨®n de la poblaci¨®n palestina confirmaba mi apreciaci¨®n pesimista del futuro de la regi¨®n. Siete a?os despu¨¦s, la situaci¨®n es mucho peor que la de 1988. En la primera Intifada hab¨ªa una sublevaci¨®n popular y una represi¨®n dur¨ªsima. Desde el paseo de Sharon por la Explanada de las Mezquitas nos hallamos ante una guerra, no entre dos Estados, sino entre un Estado dotado de un ej¨¦rcito eficaz y ultramoderno y una naci¨®n fragmentada, sin fronteras, escasamente armada y sometida a un cotidiano martirio de humillaciones y castigos colectivos que originan a su vez un incesante goteo de 'm¨¢rtires' dispuestos a autoinmolarse en atentados mort¨ªferos, no s¨®lo contra el poder militar del ocupante sino tambi¨¦n contra inocentes civiles dentro de las fronteras internacionalmente reconocidas del Estado jud¨ªo.
El autob¨²s que conduce a la delegaci¨®n del Parlamento Internacional de Escritores del aeropuerto de Te1 Aviv a Ramala deja a medio camino la autov¨ªa que enlaza la capital con Jerusal¨¦n y tuerce a la izquierda por una de las carreteras bien asfaltadas que comunican entre s¨ª a los asentamientos israel¨ªes de los territorios ocupados en la guerra de los Seis D¨ªas. La que une Jerusal¨¦n a Ramala ha sido cortada al tr¨¢fico -centenares de palestinos a pie, con residencia o trabajo en Jerusal¨¦n, aguardan en silencio al control de sus documentos- y debemos dar una gran vuelta por la telara?a de viales que se extiende alrededor de las ciudades y poblaciones palestinas sitiadas.
Como advert¨ª hace a?os, el paisaje de Cisjordania y la Franja de Gaza ha sido descompuesto y fragmentado como un tejido hecho con trozos de distintas telas. Las alambradas rodean tanto los asentamientos de colonos y los puestos militares como las ¨¢reas te¨®ricamente bajo control de la Autoridad Nacional Palestina: protegen y excluyen, unen zonas separadas y separan zonas contiguas, entretejen un laberinto de ¨ªnsulas que mutuamente se repelen e imantan. Un complejo sistema circulatorio con ramificaciones capilares muestra la voluntad del ocupante de fragmentar el territorio en porciones, retazos, part¨ªculas que parecen imbricarse no obstante su ignorancia rec¨ªproca.
Cuando alcanzamos al fin el puesto de control israel¨ª, en los ant¨ªpodas del infame gueto de Qalandia, ha anochecido. Tras varios minutos de espera somos autorizados a entrar en Ramala y, guiados por un autom¨®vil de la polic¨ªa palestina, llegamos a uno de los hoteles construidos en la euforia subsiguiente a los Acuerdos de Oslo. En ¨¦l se hallan el poeta Mahmud Darwish y otros representantes del mundo cultural. In¨²til precisar que nuestra delegaci¨®n y los periodistas que nos acompa?an somos los ¨²nicos clientes del lugar.
?A qui¨¦n se le ocurrir¨ªa venir de vacaciones o para negociar a una ciudad sitiada y maltrecha, que resta?a a duras penas sus heridas recientes y aguarda con aprensi¨®n nuevos y m¨¢s temibles golpes?
Cuando amanece en Ramala -cuya abrupta configuraci¨®n de colinas y hondonadas evoca la de Amm¨¢n- la calma es id¨ªlica. S¨®lo al cabo de un rato descubro desde mi ventana los sacos terreros de un ret¨¦n israel¨ª a 200 metros escasos del hotel. Para trasladarse a 1a universidad palestina de Birzeit, estudiantes, profesores y vecinos de las poblaciones cercanas deben cambiar de veh¨ªculo, cruzar 500 metros de una carretera cortada por los israel¨ªes y apretujarse en alguno de los taxis y minibuses que aguardan al otro lado. No se trata de una medida defensiva sino de un castigo colectivo impuesto a la totalidad de la poblaci¨®n. En las pausas entre dos incursiones militares, el prop¨®sito de Sharon es infligir todo tipo de humillaciones a los palestinos con la esperanza tan ruin como ilusoria de quebrar su esp¨ªritu de resistencia y sofocar su rebeld¨ªa.
Este esp¨ªritu de resistencia a la injusticia se manifest¨® de forma clamorosa en la velada musical y po¨¦tica del teatro Alcasaba, en el centro de la ciudad. El p¨²blico que lo atestaba daba rienda suelta a las emociones acumuladas durante el pen¨²ltimo cerco y ocupaci¨®n. Las huellas de la guerra son visibles en todas partes. En el campo de refugiados de Amira, las consecuencias brutales del asalto a una escuela y la destrucci¨®n de una veintena de viviendas mediante el procedimiento de dinamitar los tabiques que 1as separan nos ofrecen una peque?a muestra del espect¨¢culo que nos espera en Gaza.
La entrevista con Yaser Arafat no estaba prevista en el programa y, cuando nos fue planteada, manifest¨¦ con tibieza mi desacuerdo. Nunca me ha atra¨ªdo el contacto con los jefes de Estado, pues s¨¦ que el escritor y el pol¨ªtico se expresan en niveles distintos y nada de lo que digan puede interesarme. Pero acat¨¦ la opini¨®n de la mayor¨ªa y al tocarme durante la audiencia el turno de la palabra dije que le visitaba por su condici¨®n de palestino cautivo, privado como los dem¨¢s de sus derechos y libertad de movimiento. (Mientras redacto esta cr¨®nica contemplo las im¨¢genes del asalto a la residencia en donde nos recibi¨®. El ensa?amiento personal de Sharon le devuelve parad¨®gicamente su autoridad moral en entredicho. Como en Beirut en 1982, vivo o muerto, saldr¨¢ victorioso de la prueba. Lo que el general no comprende es que Arafat se engrandece en las derrotas y renace como el F¨¦nix de sus cenizas.)
En el viaje de Ramala a Gaza, el paisaje de los asentamientos, construidos a menudo sobre las ruinas de aldeas palestinas, evoca de nuevo el tablero de ajedrez de exclusiones rec¨ªprocas entre aqu¨¦llos y lo que resta de las zonas aut¨®nomas, al punto de confundir al visitante inexperto tocante a lo que abarcan y vedan, lo 'interior' y 'exterior'.
El paso fronterizo de Erez, en donde estacionan varios veh¨ªculos del UNRWA (siglas en ingl¨¦s del Socorro de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos), es un vasto espacio desierto rodeado de alambradas: los palestinos que trabajaban en Israel no son autorizados ya a franquear la frontera, con lo que la situaci¨®n econ¨®mica de la Franja de Gaza se ha deteriorado a¨²n m¨¢s. Despu¨¦s de una larga espera penetramos en el territorio mis¨¦rrimo de la Autoridad Nacional Palestina. A causa del retraso, vamos directamente, a trav¨¦s de Gaza, hacia los campos de refugiados de JanYunes y Rafah. La carretera central ha sido cortada y debemos tomar el camino costero hasta Dair el Balah. El cercano conjunto de asentamientos de Gush Katif, con su vasta base militar ce?ida de alambradas y cercas electrificadas, abriga no s¨®lo hangares, cuarteles, dep¨®sitos, radares gigantes, torres emisoras, y un gigantesco parque de bulldozers y veh¨ªculos de todo terreno, sino asimismo complejos tur¨ªsticos, hoteles y playas reservadas para los colonos. En los ¨²ltimos siete a?os, dicho asentamiento no ha cesado de extenderse: el ocupante ha dinamitado numerosas viviendas y arrancado centenares de ¨¢rboles frutales. Actualmente los israel¨ªes construyen un puente por encima de la carretera vedada para enlazar Gush Katif con el asentamiento de Kfar Darom. El territorio en el que se hacinan un mill¨®n y pico de palestinos se encoge como una piel de zapa. El n¨²mero de colonos que ocupa el 40% de la superficie cultivable de la Franja no llega a a los tres mil. En el asentamiento de Netzarim residen tan s¨®lo 76 personas.
A nuestra llegada a Jan Yunes el espect¨¢culo es desolador: esqueletos de viviendas, fachadas acribilladas, un campo de refugiados destruido por misiles y helic¨®pteros artillados, ruinas trituradas por los bulldozers, una pared de cemento de una altura superior a la del antiguo muro de Berl¨ªn. Los asentamientos agrandan su per¨ªmetro y recortan sin misericordia el espacio vital de la poblaci¨®n.
Pero la situaci¨®n de Rafah es a¨²n peor: el campo de refugiados contiguo a la f'rontera egipcia -en la que el Ej¨¦rcito israel¨ª se ha reservado un pasillo de control a fin de sellar herm¨¦ticamente la Franja- fue arrasado en menos de dos horas en el curso de una supuesta operaci¨®n antiterrorista que caus¨® docenas de v¨ªctimas.
Escribo estas l¨ªneas pocos d¨ªas despu¨¦s del sangriento atentado de Netania en el que perecieron veinte israel¨ªes que celebraban en un hotel el comienzo de la Pascua jud¨ªa. Hace siete a?os, cuando redactaba tambi¨¦n las cr¨®nicas de mi viaje a Israel y a los territorios ocupados, otro hombre bomba realiz¨® una carnicer¨ªa semejante en la misma ciudad e Isaac Rab¨ªn, entonces el primer ministro israel¨ª, declar¨® que, para acabar con estos ataques suicidas, 'la ¨²nica soluci¨®n [consist¨ªa] en una total separaci¨®n entre Israel y los territorios [ocupados]'. Rab¨ªn fue asesinado m¨¢s tarde por un extremista israel¨ª y otro fan¨¢tico, responsable entre otras 'haza?as', de las matanzas de Sabra y Chatila, dirige hoy con mano firme el tim¨®n de un rumbo que conduce a Israel a una guerra sin fin y a la autodestrucci¨®n de sus valores morales y de su propia existencia f¨ªsica.
Como escrib¨ª antes, la historia se repite y la venganza ciega de Sharon contra la nueva carnicer¨ªa de Netania augura un futuro sombr¨ªo. La irrupci¨®n del Ej¨¦rcito en Ramala y el asalto a la residencia presidencial de Arafat arreciar¨¢n todav¨ªa la concatenaci¨®n de odio y de violencia. Sharon no quiere interlocutores sino ilotas. Pero ninguna paz, ninguna tregua ser¨¢n posibles sin un acuerdo que garantice la vida, el trabajo y la dignidad de los palestinos dentro de un Estado con las fronteras internacionalmente reconocidas. De otro modo, como escribi¨® Octavio Paz, hablando de la fatalidad impuesta a los pueblos a lo largo de la historia, 'en un mundo cerrado y sin salida, en donde todo es muerte, lo ¨²nico valioso es la muerte'.
Juan Goytisolo es escritor. ?Parlamento Internacional de Escritores.
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