La ruleta angole?a
Para el pueblo de Angola, la paz es un amigo extra?o. S¨®lo conocen la guerra. Han nacido en ella, y ella les ha ense?ado a matar y a temer. Durante casi tres decenios, los combates entre los rebeldes de UNITA y el Ej¨¦rcito gubernamental han destrozado el pa¨ªs surafricano. En los campos de batalla angole?os las potencias de la guerra fr¨ªa desencadenaron una guerra vicaria. Cuando cay¨® el muro de Berl¨ªn, los combates en la lejana jungla cobraron independencia. La riqueza de petr¨®leo y diamantes demostr¨® ser una maldici¨®n, dando a los participantes en la guerra fuerzas siempre renovadas para proseguir su obra de destrucci¨®n.
Ahora parece que todo esto podr¨ªa haber acabado. Los enemigos firmaron el pasado jueves un acuerdo de paz que quiz¨¢ sea la mejor oportunidad que ha tenido el pa¨ªs desde su independencia, en el a?o 1975. (...) Los pa¨ªses industrializados (...) no pueden dar la espalda a Angola en esta fase cr¨ªtica. Es necesario, en primer lugar, que las Naciones Unidas supervisen el desarme de la UNITA. Los pa¨ªses ricos deber¨ªan aportar su ayuda a la reconstrucci¨®n, pero vincul¨¢ndola estrictamente a dos condiciones. En primer lugar, Angola tiene que hacer p¨²blicos sus ingresos por el petr¨®leo; tiene que disipar cualquier sospecha de que millones de d¨®lares desaparecen en el bolsillo de los poderosos. En segundo lugar, Luanda tiene que invertir directamente sus ingresos por el petr¨®leo -que, seg¨²n algunos c¨¢lculos, son de tres a cinco millardos de d¨®lares anuales- en la educaci¨®n, la sanidad y la infraestructura del pa¨ªs.
Arne Perras
M¨²nich, 5 de abril
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