Ayuntar
Este a?o el mes de marzo ha transcurrido a caballo entre el t¨¢ndem festivo Magdalena-Fallas y el vacacional de Semana Santa-Pascua. El primero se encuadra dentro del marco urbano, y el segundo provoca el ¨¦xodo de la poblaci¨®n hacia las zonas tur¨ªsticas. Tal parece que los ayuntamientos -haciendo honor al significado de la palabra que les define y al sentido de su papel en la vida civil- deben reflexionar sobre su cometido. Ayuntamiento, etimol¨®gicamente quiere decir juntar, unir.
Por ejemplo, es hora de que el Ayuntamiento de Valencia piense en c¨®mo recuperar la ciudad para las personas que quieren y necesitan disfrutarla, con normalidad y sosiego, incluso durante los d¨ªas de euforia fallera. La decisi¨®n de anticipar los acontecimientos y calentar motores desde el 1 de marzo con la disparada de mascletades ya es una pasada. Pero, sin ser este asunto crucial, las autoridades municipales saben que, a base de concesiones a la galer¨ªa, unas porque s¨ª y otras porque no queda m¨¢s remedio, el conjunto variopinto de la celebraci¨®n fallera se nos est¨¢ escapando de las manos.
El problema se hace insoportable en el centro de la ciudad de Valencia. El corte de calles, la inutilidad del transporte p¨²blico de superficie, los niveles sonoros insoportables, el descontrol de casales y verbenas, la imposibilidad de limpiar las calles y el desbarajuste de pasacalles y comitivas, sit¨²an el entorno urbano en l¨ªmites cr¨ªticos. Es cierto que se ha llegado a la situaci¨®n actual tras una permisividad creciente y con el convencimiento de que por un poco m¨¢s no pasa nada. Pero, por ese motivo, hay que replegar velas y tratar de reconducir la situaci¨®n.
En Valencia hay divisi¨®n de opiniones ante las celebraciones falleras. Racionalmente, se deber¨ªa primar un proceso de concentraci¨®n fallera, al menos de monumentos y, si fuera posible, de comisiones y casales. La toma de las calles, con la instalaci¨®n de carpas provisionales y el dantesco espect¨¢culo de la cocci¨®n de paellas sobre el asfalto, es peligroso y nada higi¨¦nico. Ser¨ªa conveniente que los concejales afectados, en vez de circular en coche oficial, con sirena y motoristas, se dieran un paseo por estas instalaciones, abarrotadas de gente, donde no hay sitio para dejar la basura ni cuentan con los servicios m¨¢s elementales.
Ya hemos visto lo que ha ocurrido con el desmadre de las motos en la entrada y salida de las mascletades. Tambi¨¦n sabemos el riesgo que conlleva el uso de explosivos por personas inexpertas. La proliferaci¨®n de puestos callejeros y churrer¨ªas tambi¨¦n ha disparado las alarmas. Y los ciudadanos sabemos cu¨¢l puede ser nuestro destino ante la posibilidad de que sea necesaria una asistencia de urgencia por accidente o enfermedad.
El Ayuntamiento de Valencia deber¨ªa plantearse la necesidad de realizar un estudio o plan de actuaci¨®n sobre las Fallas. Corremos el peligro de que se produzca un cisma entre los que piensan que en Fallas vale todo y quienes deciden que lo mejor es huir, cuando se puede. Pero no es sensato que para preservar las pretensiones de unos, se pisoteen los derechos de quienes deben tener garantizada la posibilidad de vivir con normalidad durante estos d¨ªas, unas veces por libre elecci¨®n y otras por necesidad. Sin olvidar que todos votan y pagan sus impuestos, para que se les solucionen los problemas y no para que se le complique la vida.
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