Los otros
El espect¨¢culo que han ofrecido las autoridades de Almer¨ªa en el asunto Bisbal no me hubiese parecido tan lamentable si apreciar el m¨¦rito o el valor ajenos fuera una costumbre del Ayuntamiento y de la Diputaci¨®n. No es as¨ª. De hecho, lo m¨¢s normal es que uno y otra ignoren las iniciativas sin rentabilidad electoral y desprecien las actividades que se salgan del eje cultural Feria de Almer¨ªa-Procesiones de Semana Santa. Podr¨ªa citar una docena larga de almerienses m¨¢s valiosos que Bisbal, cuyo trabajo es desconocido o menospreciado por los pol¨ªticos locales. Son los otros. Aqu¨ª s¨®lo me caben dos. Los elegir¨¦ de campos bien distintos.
Uno: el ebanista Antonio S¨¢ez, que acaba de restaurar la puerta de la Alcazaba. Quien quiera comprobar su maestr¨ªa que suba a verla. En esta ¨¦poca de avaros y chapuceros es una suerte que en esta ciudad exista alguien capaz de dejarlo todo por amor, incluidos encargos de mucho dinero. Por amor al arte. Por amor a un tablero de caoba cubana que Antonio S¨¢ez, tras horas de silenciosa labor solitaria, convierte en un delicado bargue?o, en una verdadera pieza de museo. En su taller no caben ya las restauraciones de piezas antiguas, los muebles originales y las tallas labradas no por encargo, sino por el puro placer de dar forma a la madera, una actitud que jam¨¢s podr¨¢ comprender un vicepresidente de diputaci¨®n provincial. Por cierto: fue precisamente al vicepresidente de la Diputaci¨®n de Almer¨ªa a quien Antonio S¨¢ez se dirigi¨® para proponerle una exposici¨®n de su obra en el patio de la instituci¨®n, donde se celebran a menudo actividades de este tipo. Creo que el vicepresidente ni siquiera le ha contestado. Y si lo ha hecho, le ha dicho no.
Dos: Antonio Serrano, un profesor de literatura que hace veinte a?os entendi¨® que la mejor manera de ense?ar La vida es sue?o a un grupo de adolescentes era organizando una funci¨®n de teatro y pidiendo a los actores y al director de la compa?¨ªa que hablaran de su trabajo ante los chicos. As¨ª nacieron las Jornadas de Teatro del Siglo de Oro, que estos d¨ªas celebran en Almer¨ªa su decimonovena edici¨®n. En todos estos a?os no ha importado nunca que las funciones teatrales de las jornadas hayan sido siempre un ¨¦xito de p¨²blico, y que por aqu¨ª hayan pasado las mejores compa?¨ªas con sus ¨²ltimos montajes; no ha importado nunca que a los ciclos de conferencias hayan asistido especialistas de todo el mundo y becarios de todas las universidades; no ha importado nunca que las jornadas hayan alcanzado, con much¨ªsimo menos presupuesto, el mismo prestigio que el Festival de Almagro: a?o tras a?o Serrano ha tenido que peregrinar por los despachos oficiales mendigando dinero para ponerlas en marcha. Hoy, despu¨¦s de 18 a?os de s¨²plicas, Serrano ha conseguido un vago convenio de colaboraci¨®n. Con otros gobernantes menos groseros las Jornadas contar¨ªan con un patronato y con una generosa asignaci¨®n presupuestaria fijada de antemano.
Pero esto es lo que hay: a los del Ayuntamiento el Siglo de Oro les debe de parecer antiguo o elitista, y a los de la Diputaci¨®n la caoba no les debe de decir nada. Unos prefieren las letras de Bisbal y otros las v¨ªrgenes de m¨¢rmol.
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