Ilusiones perdidas bajo el agua
El cielo estaba nublado y amenazante al comenzar la novillada. Se pod¨ªa ver c¨®mo oscurec¨ªa por momentos, con ayuda de un aire propicio que termin¨® por enladrillar de negros presagios de lluvia, el techo celeste de Las Ventas. Mientras, los truenos arreciaban por los alrededores y los novillos iban saliendo al ruedo sin demasiadas fuerzas y con la casta m¨¢s bien justa.
Al final rompi¨® a llover cuando Curro Duarte pasaba de muleta al segundo de la tarde, a la saz¨®n el primer sobrero, y el p¨²blico de los tendidos comenz¨® a ponerse chubaqueros, enarbolar paraguas y embutirse en capas pluviales. Los m¨¢s a escapar camino de los bares de la plaza -que est¨¢n cubiertos-, al amparo de los circuitos cerrados de televisi¨®n, donde seguir el desarrollo de la lidia. No dejar¨ªa de llover hasta las postrimer¨ªas de un festejo flojito, art¨ªsticamente comprendida la cuesti¨®n.
V¨¢zquez / L¨®pez, Duarte, De la Reina
Novillos de Alejandro V¨¢zquez: bien presentados, blandos y de juego irregular; el 2? devuelto por inv¨¢lido. Sobrero de F¨¦lix Hern¨¢ndez, manso y tardo. Tom¨¢s L¨®pez: dos pinchazos, -aviso- y estocada casi entera (palmas); estocada (silencio). Curro Duarte: dos pinchazos hondos, media estocada, -aviso- y descabello (silencio); media estocada (silencio). Juan de la Reina: dos pinchazos, estocada y descabello (palmas); estocada (saludos). Plaza de Las Ventas, 7 de abril. Un cuarto de entrada.
Tom¨¢s L¨®pez en su primero, le cay¨® en suerte el mejor colaborador de la plomiza y lluviosa tarde, y no termin¨® de realizar una labor completa, a pesar de correr la mano en el ¨²ltimo tercio de manera templada en muletazos sueltos. Recibi¨® al novillo con ver¨®nicas estimables de manos altas y se tir¨® a matar empu?ando el estoque con la mano izquierda. Para despiste de curiosos y gente no avisada. En su segundo abrevi¨®, tras probar la fea catadura del novillo, sin pensarlo un segundo, ni cavilar que existen faenas de ali?o y castigo. La lidia precisa y justa.
Curro Duarte salud¨® muy bien de capa a su primero, un sobrero que al final result¨® tardo y mansurr¨®n. Las ver¨®nicas tuvieron gusto y pellizco. Pero al llegar el tercio de muerte, en fin, hubo m¨¢s dudas que ganas de cruzarse al pit¨®n contrario y mandar. En su descargo, que los elementos se desataron, y resultaba dif¨ªcil templarse y plantar cara a la adversidad. Algo parecido le sucedi¨® en el quinto, en el que estuvo desorientado entre el agua, el viento y las dificultades del novillo.
Juan de La Reina fue todo voluntad, ganas de agradar y ser. Dio buenos muletazos desperdigados en su primero, a base de trincheras y pases de pecho, y comenz¨® el trasteo en del sexto sentado en el estribo, para seguir con pases suaves por los dos pitones. Mas aquello perdi¨® pronto rumbo y consistencia, y se disolvi¨® en los vapores de un agua desangelada y que no respeta la hora de los toros. No es ese su destino.
A la salida hab¨ªa quien a?oraba el sof¨¢ de su casa o el cine bajo techo, pertrechado de palomitas e ilusiones. Esas que se esfuman en tardes tan destempladas. C¨¢rdena y oscura esa pena que envuelve el ambiente.
Babelia
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