Editor de sus propios libros

En enero de 1915, Valle-Incl¨¢n resum¨ªa en una entrevista su sistema de trabajo: 'No hay obra en que yo haya tardado m¨¢s de veinte d¨ªas. No me gusta corregir ni tachar. Las cuartillas t¨¦ngolas numeradas de antemano (...); para que juzgue usted c¨®mo escribo, le dir¨¦ a usted que cuando tengo dos o tres cap¨ªtulos escritos, env¨ªo la obra a la imprenta'. Luego cuenta que, alguna vez, la pieza que inicialmente hab¨ªa calculado que tendr¨ªa 'cinco jornadas' termin¨® por tener s¨®lo tres.

M¨¢s detalles: hay por lo menos cuarenta ediciones ('y al menos cincuenta textos en publicaciones peri¨®dicas') de las Sonatas. Basta ese par de referencias, tomadas de la nota a la edici¨®n de esta Obra Completa, para hacerse una idea de la abrumadora tarea que ha supuesto llevarla a feliz t¨¦rmino. Hay que tener en cuenta que muchas veces fue el propio Valle quien se vio forzado a hacer de editor de sus obras: comprar papel, contratar la imprenta, elegir tipos y adornos, buscar encuadernador y ofrecer la tirada a libreros y editores para que la distribuyan y vendan. No es moco de pavo. Teniendo en cuenta que lo verdaderamente importante ya hab¨ªa ocurrido: escribir los textos.

Otros tiempos, otras costumbres. Al volver a reunir las obras de toda una vida, regresan viejos problemas. Valle fue publicando muchos de sus libros por entregas. En esos casos, lo ya publicado serv¨ªa de base a la edici¨®n en libro. Cuando no hab¨ªa tal cosa, los textos los enviaba manuscritos, as¨ª que el n¨²mero de erratas depend¨ªa de aqu¨¦l que tuviera que interpretar su letra. Valle no era un corrector minucioso. Algunas veces, las variaciones entre una edici¨®n y otra respond¨ªan a las necesidades de la tipograf¨ªa. Todo un mundo, en definitiva.