La estafa de los nombres
Nadie se explic¨® all¨ª, obviamente despu¨¦s de haberla visto, qu¨¦ demonios pintaba en la supuestamente exquisita selecci¨®n de la ¨²ltima Berlinale una pel¨ªcula estadounidense de t¨ªtulo muy sonoro y casi rimbombante, The Royal Tenenbaums, que result¨® ser una bobada completamente hueca y que daba infinitamente menos de lo que sobre el papel promet¨ªa. Para mayor perplejidad del personal, se a?adi¨® al engendro americano un adorno m¨¢s, al anunciarse que en su pa¨ªs aquello optaba a un Oscar de los llamados sesudos, el destinado al gui¨®n adaptado, que en este caso bordea con toda evidencia la pura y simple incompetencia.
?Qu¨¦ hay de liante o de contagioso dentro del engendro de The Royal Tenenbaums para que su molesta, casi ofensiva e hiriente, mediocridad le condujera a pasear su sinf¨®nico t¨ªtulo por dos de los escaparates m¨¢s solicitados y mejor publicitados del mundo? Sin duda se trata de la lista de sus int¨¦rpretes, el peque?o rosario de magn¨ªficos y no magn¨ªficos nombres que llena de glamour y fama a un reparto lleno del vac¨ªo de una decena de talentos destinados a hacer por dinero poco menos que un coro insuperable de m¨²sica de rid¨ªculo.
THE ROYAL TENENBAUMS
Direcci¨®n: Wes Anderson. Gui¨®n: Wes Anderson y Owen Wilson. Int¨¦rpretes: Gene Hackman, Anjelica Huston, Gwyneth Paltrow, Ben Stiller, Danny Glover, Bill Murray. G¨¦nero: comedia. Estados Unidos, 2002.
Y es f¨¢cil, y ciertamente resulta bastante ejemplarizador, descubrir en el hecho de que esta p¨¦sima pel¨ªcula fuese convocada a los escaparates de Berl¨ªn y de Los ?ngeles, y ahora obviamente sea estrenada en medio mundo, o en el mundo entero, a causa de una engorrosa presi¨®n de la publicidad sobre la verdad, de los nombres y las marcas sobre las calidades.
Y ah¨ª entra la mala, la turbia presi¨®n de las presencias y de los nombres de buena gente como Gene Hackman, Gwyneth Paltrow, Anjelica Huston, Danny Glover, Bill Murray, Ben Stiller y otras varias c¨¦lebres sonoridades con las que se intenta sacar gracia de la desgracia de un gui¨®n des¨¦rtico, bien ordenado y dialogado con oficio y astucia, pero sin el m¨¢s m¨ªnimo aliento. El director, Wes Anderson, no logra poner un m¨ªnimo de dignidad en la imagen y por ello degrada a los int¨¦rpretes, algunos de ellos verdaderamente eminentes, que as¨ª se quedan en vulgares adornos de una guinda ins¨ªpida. Y viene a primer plano la estafa que supone que una vulgaridad como ¨¦sta recorra todos los circuitos del prestigio y del negocio del cine mundial y llene horas y m¨¢s horas de proyecciones, mientras una enorme cantidad de filmes excelentes no se estrenan nunca porque no hay tiempo ni hueco ni sala para ellos.
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