Reduccionismo
Empezar¨¦ con un recordatorio. Por la muerte de Alicia Ar¨ªstregui Beraza, asesinada a pu?aladas por su ex marido, este martes pasado en Villava, en mitad de la calle. El asesino estaba en libertad provisional por violencia dom¨¦stica y sujeto a la obligaci¨®n de alejamiento de su ex mujer. Por la muerte de Amanda C. A., asesinada por su marido, al d¨ªa siguiente, en su casa. Y por todas las v¨ªctimas que el terrorismo dom¨¦stico causa en este pa¨ªs: una muerta como m¨ªnimo por semana, en un promedio infame que no cesa, y cientos de miles de maltratadas, monstruosidad num¨¦rica que no s¨®lo no cesa sino que aumenta cada a?o.
Este recordatorio, su perspectiva de agresi¨®n gen¨¦rica, quiero conectarlo con la decisi¨®n del PSE de proponer a Alberto Buen Lacambra como adjunto al ararteko. Yo no voy a discutir ni a juzgar las aptitudes del se?or Buen para desempe?ar sus actuales funciones de alcalde de Ir¨²n. No voy a faltarle al respeto ni a ¨¦l ni a quienes le han elegido para ese puesto. Pero cuestiono radicalmente su idoneidad para ser adjunto al Defensor del Pueblo, pueblo nuestro que, como todos, est¨¢ formado por mujeres y hombres.
Y aqu¨ª tampoco es cuesti¨®n de aptitudes sino de actitudes, las mantenidas por el se?or Buen frente a la participaci¨®n de mujeres en el Alarde de Ir¨²n y que pueden resumirse en estas dos: trato abiertamente discriminatorio, y desprecio de decisiones adoptadas por las m¨¢s altas instituciones vascas, incluidos el Parlamento y la oficina del mism¨ªsimo Ararteko. No voy a insistir. Lo que precede no es la expresi¨®n de una opini¨®n personal sino el enunciado de una simple constataci¨®n que cualquiera puede corroborar acudiendo a la memoria o, en su defecto, a la hemeroteca m¨¢s cercana.
A los pol¨ªticos les entiendo poco, entre otras cosas porque no suelen estar por la labor de hablar claro, pero a la directiva socialista en este particular asunto no la entiendo nada. Me desconcierta su decisi¨®n de proponer primero y defender despu¨¦s a un candidato tan obvia, tan f¨¢cilmente cuestionable -yo me he permitido hacer una encuesta privada entre un significativo n¨²mero de personas de varios sexos, edades y credos ideol¨®gicos y el aspirante ha perdido por goleada-.
Descartando, por absurda o delirante, la hip¨®tesis de que lo que los socialistas pretenden es autosabotearse o hacer el rid¨ªculo -les propongo en este sentido someter esa candidatura a la prueba del algod¨®n europeo para ver qu¨¦ opinan nuestros vecinos-, tengo que concluir que han elegido a Buen convencidos de que esa elecci¨®n de ninguna manera puede perjudicarles. Ni desprestigiarles, dado que la oposici¨®n del alcalde de Ir¨²n a las reivindicaciones igualitarias femeninas no constituye ni siquiera un pecado venial, una motita de polvo en las credenciales de un futuro defensor adjunto de la raz¨®n del pueblo. Es decir, que han actuado por reducci¨®n machista.
La reducci¨®n de considerar que las mujeres no son el pueblo. O no tanto. O no del todo. De aplicar, en definitiva, la f¨®rmula estrella de la discriminaci¨®n que establece que los problemas de los hombres afectan e incumben a la sociedad entera; mientras que los de las mujeres s¨®lo o fundamentalmente les afectan a ellas; y que son ellas las que tienen que denunciarlos y resolverlos.
Yo he echado de menos m¨¢s voces masculinas cuestionando a Buen desde una perspectiva estrictamente de g¨¦nero. Y me ha indignado que analistas que a menudo hilan tan fino la textura del respeto humano hayan cosido este asunto con puntadas tan burdas y tan ajustadas a la costura de las l¨®gicas partidistas. Que no hayan insistido, esta vez, en que con los derechos fundamentales no se juega; que no hay discriminaciones veniales, festivas; que muchas se convierten, semanalmente, en mortales.
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