Los sordos defienden su silencio
Una concepci¨®n muy controvertida de la sordera sostiene que los afectados comparten una identidad sociocultural
El d¨ªa que Gemma Garc¨ªa supo que su hijo ser¨ªa sordo, la mayor sorpresa se la llev¨® su m¨¦dico. 'Yo me puse content¨ªsima', recuerda, expres¨¢ndose en el lenguaje de signos. 'Ya cuando estaba embarazada ten¨ªa ilusi¨®n por tener un hijo sordo, porque soy sorda y mi familia tambi¨¦n lo es. Mi marido ten¨ªa dudas, porque en su familia hay personas que oyen, pero yo quer¨ªa que mi hijo fuera como nosotros'.
El deseo de Gemma Garc¨ªa es el mismo de Sharon Duchesneau y Candance McCullough. Estas dos estadounidenses, que son pareja, decidieron tener hijos y optaron por un donante de semen sordo como ellas. Hoy tienen una ni?a de cinco a?os y un ni?o de cinco meses que tampoco oyen. Su caso ha desatado esta semana una pol¨¦mica sobre si los padres tienen derecho a elegir el destino de sus hijos. Pero tambi¨¦n apunta algo distinto: la existencia de una conciencia de grupo.
'Ten¨ªa ilusi¨®n por tener un hijo sordo. Yo quer¨ªa que fuera como nosotros'
De los usuarios de signos, el 80% sufre analfabetismo funcional
Que estas mujeres compartan el mismo deseo que Gemma Garc¨ªa muestra un giro radical en c¨®mo se perciben a s¨ª mismos los sordos. De una situaci¨®n en la que su discapacidad les condenaba a la exclusi¨®n social han pasado a otra en la que reclaman una identidad sociocultural basada en que comparten un mismo lenguaje, el de los signos.
'Mi primera diferencia respecto a otras personas, no o¨ªr, no significa una limitaci¨®n, sino que es positiva en cuanto que yo me siento a gusto como soy, porque puedo hacer una vida normal. Y hablamos de identidad com¨²n porque somos usuarios de una misma lengua, con valores y tradiciones comunes. Pero no es un gueto, porque participamos activamente en la sociedad y en valores de los que tambi¨¦n participan los que oyen', traduce una int¨¦rprete de los signos que hace Luis Ca?¨®n, presidente de la Confederaci¨®n Nacional de Sordos de Espa?a (CNSE).
Esta organizaci¨®n defiende la concepci¨®n sociocultural del sordo, una posici¨®n que es muy controvertida. 'Frente a una cultura en la que la audici¨®n tiene un peso central, la oyente se sit¨²a en otra, organizada alrededor de la experiencia visual, la sorda', viene a ser su tesis.
Del casi mill¨®n de sordos que viven en Espa?a, seg¨²n el Instituto Nacional de Estad¨ªstica, todav¨ªa son una minor¨ªa los que saben signar -como ellos mismos denominan a usar su lengua- y participan de esta identidad. Gemma y su marido Miguel ?ngel Manzano, ambos de 31 a?os, y su hijo Miguel ?ngel, de cinco, tienen en los signos su lengua natural y defienden el derecho a que su n¨²cleo familiar pertenezca a esa comunidad.
Despu¨¦s de que naciera su cr¨ªo, esta pareja se hizo una prueba gen¨¦tica para saber si en su caso la sordera era hereditaria. 'El m¨¦dico nos habl¨® de la posibilidad de evitar que si tenemos otro hijo sea sordo. Me pregunt¨® si me interesaba, y yo le dije que no. Le explicamos que tener hijos sordos es muy positivo para nosotros. Yo veo que mi hijo es feliz; le pregunt¨¦ si quer¨ªa un hermano que oyera y me dijo que no, que querr¨ªa que fuera sordo para poder hablar con ¨¦l. Si mi hijo fuera oyente, tendr¨ªa sus dos lenguas. Pero la relaci¨®n no ser¨ªa tan buena, porque habr¨ªa que llevarlo con otras personas para que hablara y nos sentir¨ªamos separados', traduce la int¨¦rprete de los signos de Gemma.
La CNSE calcula que hay unos 100.000 sordos usuarios de la lengua de signos, aunque otras 400.000 personas que oyen la utilizan por motivos familiares, profesionales o de amistad.
La proporci¨®n de usuarios es tan baja respecto al total de sordos porque la gran mayor¨ªa padece sordera poslocutiva: su discapacidad lleg¨® despu¨¦s de que aprendieran a hablar y la oral es su primera lengua. Entre los sordos espa?oles de 6 a 64 a?os, seg¨²n el INE, s¨®lo un 16,85% padece sordera prelocutiva (que aparece antes de que aprendan a hablar), y a¨²n es menor entre los de 65 y m¨¢s a?os: un 3,85%. Todav¨ªa se les sigue llamando sordomudos, lo que no es correcto, porque adquieren el habla, con mayor o menor habilidad.
Pero ha sido sobre todo la educaci¨®n la que ha marginado la lengua de los signos, que lleg¨® a estar prohibida. 'Tradicionalmente, el objetivo de la ense?anza a los sordos era que hablaran', explica Pilar Rodr¨ªguez, directora del Instituto Hispanoamericano de la Palabra, uno de los pocos centros que aplican una metodolog¨ªa biling¨¹e (con los signos y la palabra) en la educaci¨®n de los sordos. 'En los a?os sesenta, diferentes estudios ling¨¹¨ªsticos y neurol¨®gicos demostraron que el lenguaje de los signos no era pobre, sino al contrario. Pero sobre todo descubrieron que no se pod¨ªa crear en los sordos una competencia ling¨¹¨ªstica en una lengua que no conocen, si antes no tienen una natural'.
El uso de los signos en la ense?anza es por tanto muy reciente. Gemma Garc¨ªa recuerda con horror el colegio. 'Nos rehabilitaban, nos pon¨ªan unos cascos y aprend¨ªamos a repetir como si fu¨¦ramos loros, pero no entend¨ªamos el concepto'. Incluso sus padres, tambi¨¦n sordos, le prohib¨ªan que signara.
'Aunque hablen, los sordos sienten mucha verg¨¹enza porque saben que no son totalmente h¨¢biles con la palabra. Prefieren utilizar su lengua y otros recursos para comunicarse', precisa Rodr¨ªguez.
La ausencia de educaci¨®n en las dos lenguas provoca que, de los sordos usuarios de la lengua de los signos, el 80% sufra analfabetismo funcional. 'Escriben, pero no son capaces de estructurar en castellano, y les cuesta acceder a la lectura', dice mediante signos el presidente de la CNSE. Adem¨¢s, s¨®lo el 1% de los sordos accede a la Universidad, por su tradici¨®n oralista.
Antonia Espejo y su marido, Miguel, descubrieron el mundo de los sordos cuando naci¨® su hija Laura. Ahora tiene 11 a?os y una hermana de cinco, Mar¨ªa Jos¨¦, que tambi¨¦n lo es. Y sus padres defienden su identidad cultural. 'No implica nada diferente', dice Antonia. 'La gente ve a los sordos como personas enfermas. Pero no lo son. No necesitan medicamentos, ni se van a morir de eso. Hasta hace poco, a los ni?os no se les dec¨ªa que eran sordos. Pero yo a mis hijas les he dicho: 'T¨² puedes hacer lo que quieras. Lo ¨²nico que no puedes es o¨ªr'. Eso ha creado una identidad en ellas. Creo que, si son muy conscientes de lo que son y de lo que no pueden hacer, se enfrentar¨¢n a la vida con m¨¢s fuerza'.
El castellano no oficial
El lenguaje de los signos, que en Espa?a utiliza alrededor de medio mill¨®n de personas -no s¨®lo las sordas-, no es una traducci¨®n literal de las lenguas habladas espa?olas. Se caracteriza por tener una estructura espacial -mientras que la lengua hablada es una secuencia de sonidos-, por el uso del movimiento y la riqueza de expresi¨®n, y tiene sus propias reglas gramaticales. Aunque en todas las comunidades aut¨®nomas hay signos propios, en Espa?a es mayoritaria la lengua de signos en castellano y, luego, en catal¨¢n. Ninguna est¨¢ reconocida como lengua oficial, aunque ¨¦ste es un viejo objetivo de las asociaciones de sordos. En el ¨¢mbito europeo, tambi¨¦n se est¨¢ tratando de que las lenguas de signos est¨¦n bajo el manto de las mismas normas que protegen las lenguas minoritarias. Los sordos tambi¨¦n reclaman desde hace tiempo que se generalice el subtitulado de los medios audiovisuales, sobre todo en el caso de Televisi¨®n Espa?ola, la cadena que menos lo hace. Laura, una ni?a de 11 a?os, lo reclama mediante signos: 'Diga a las televisiones que es muy importante para nosotros que subtitulen'.
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