Gozoso disparate

Desde que debutara, en Chronos, el mexicano Guillermo del Toro ha venido demostrando su afilada capacidad para dar la vuelta, desde lo fant¨¢stico, a algunos de los m¨¢s acendrados subg¨¦neros del inmenso territorio de lo irreal. Lo pueblan vampiros torturados en su deb¨², insectos que trasmutan en humanoides, en Mimic y fantasmas vindicativos en El espinazo del diablo, un extra?o western g¨®tico que es sin duda la m¨¢s ins¨®lita revisi¨®n del conflicto de la guerra civil espa?ola jam¨¢s abordada por cineasta alguno.

Le toca el turno ahora a un filme que, igual que Mimic, hay que situar en la ¨®rbita de los trabajos alimenticios; es decir, encargos, que aqu¨ª incluso son la secuela de un producto de ¨¦xito, ese Blade, cazavampiros inmortal que, en una nueva vuelta de tuerca, Del Toro revisa en clave compleja.

La nueva versi¨®n es un cruce del 'm¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa', con una ins¨®lita relectura de las andanzas vamp¨ªricas: ?qu¨¦ pasar¨ªa si los propios lic¨¢ntropos sufrieran la agresi¨®n de otros que, como ellos mismos, pero de forma infernalmente m¨¢s asesina, se alimentaran de su sangre?

Con esa premisa, m¨¢s el esp¨ªritu de c¨®mic sanguinolento que presid¨ªa las andanzas de Wesley Snipes desde la primera pel¨ªcula, Del Toro vuelve a las andadas. Y el resultado es un gozoso, desvergonzado, tan hiperviolento como en el fondo inocuo divertimento que, marca de la casa, no escapa ni de la revisi¨®n gen¨¦rica -es notable el mecanismo mandibular que se inventan director y guionista para los vampiros cazavampiros- ni de un lirismo que, de s¨²bito, se apodera de la acci¨®n, una gentileza del m¨¢s inesperado y personal de los cultores del maltratado fant¨¢stico contempor¨¢neo.

Es rigurosamente desaconsejable para esp¨ªritus sensatos; el resto, no obstante, disfrutar¨¢ con ella como un camello deshidratado a la vista de un oasis.