Todo en Pla fue dietario
Resulta curioso comparar estos dos libros -sendos homenajes a la gran figura de Josep Pla, el fundador de la actual prosa catalana y gran escritor en castellano tambi¨¦n- entre s¨ª, ya que, aunque su origen haya sido diferente, pues este segundo Dietario es suyo en su integridad, mientras el Diccionario es una antolog¨ªa de sus opiniones sobre literatura y escritores espigada de su obra por uno de sus grandes expertos, el autor mallorqu¨ªn tambi¨¦n biling¨¹e Valent¨ª Puig, los resultados son muy similares, pues su relectura casi conjunta (ya los conoc¨ªa en catal¨¢n) me reafirma en la idea de que toda la gigantesca obra del escritor ampurdan¨¦s no es m¨¢s que un oce¨¢nico, universal y permanente 'diario' o 'dietari' en catal¨¢n como ¨¦l mismo dec¨ªa.
DIETARIOS (VOLUMEN II). NOTAS PARA S?LVIA/NOTAS DEL CREP?SCULO
Josep Pla Traducci¨®n de Xavier Pericay Espasa. Madrid, 2002 778 p¨¢ginas. 28,75 euros
DICCIONARIO PLA DE LITERATURA
Edici¨®n de Valent¨ª Puig Traducci¨®n de Jorge Rodr¨ªguez Hidalgo. Destino. Barcelona, 2001 714 p¨¢ginas. 24,03 euros
Pienso que ambos t¨¦rminos
deben diferenciarse mejor, pese a que el influjo de Pla haya sido decisivo para extender el t¨¦rmino catal¨¢n entre los escritores castellanos, que lo han difundido de manera abusiva. El 'dietari' se origin¨® entre los cronistas medievales de la corona de Arag¨®n y de ah¨ª pas¨® a los libros contables de los mercaderes y comerciantes hasta pasar al castellano. Un 'dietario' en castellano como el 'dietari' catal¨¢n eran libros para anotar operaciones d¨ªa a d¨ªa, cronol¨®gicamente fechados -como hac¨ªan en Francia los autores del g¨¦nero journal, donde descubri¨® Blanchot esa exigencia de fechas que nuestros di(et)aristas rechazan-, pero Pla lo utiliza con tal libertad, que entre nosotros ha desembocado en nuestro actual libertinaje, y que hasta ha merecido los aplausos de Jordi Gracia que le dedica un cap¨ªtulo en su parcial, sabio, optimista y mendaz Hijos de la raz¨®n (Edhasa). Signo de estos tiempos en los que el mercantilismo nos domina y donde ha descubierto Mainer una deriva hacia la privatizaci¨®n de nuestra literatura.
Bien, no sigamos m¨¢s por ah¨ª,
confundamos diarios con dietarios para reconvertirlos en conjuntos de opiniones y ocurrencias sin parar, que es de lo que se trata al final. Lo que sucede es que, para empezar, Pla calific¨® como 'dietari' su aut¨¦ntico dietario de juventud, el primero, el que, reescrito y titulado como El cuaderno gris (en bolsillo en Destino), ocupaba sus primeros a?os de 1919-1920, con el que inaugur¨® en 1966 su obra completa y que traducido por Dionisio Ridruejo y su esposa Gloria Ros arras¨® entre nosotros y ya ha sido incluido en el primer volumen de estos Dietarios, presentados por Arcadi Espada, y que el buen traductor Xavier Pericay nos acaba de completar. Las otras tres partes (Notas dispersas, Notas para S¨ªlvia y Notas del crep¨²sculo) son las novedades absolutas que en castellano estos dos vol¨²menes nos aportan, aunque falten algunos 'dietaris' catalanes menores que no figuraban en la 'obra catalana' can¨®nica. Pero, en fin, aqu¨ª est¨¢ lo esencial de Pla en la materia, y subrayemos su evidente importancia y la correcci¨®n del trabajo presentado. Lo m¨¢s disperso son las Notas para S¨ªlvia, aunque, en fin, reclamando la debida separaci¨®n entre diarios (para los castellanos) y dietarios catalanes, y protestando contra las confusiones cronol¨®gicas y la difusi¨®n de todo en el oc¨¦ano torrencial de ideas y ocurrencias que s¨®lo el genio (de Pla) legitimar¨¢ siempre, hay que decir que desde el rigor de El cuaderno gris al desorden de las Notas para S¨ªlvia (con sus magn¨ªficas poes¨ªas narrativas y su gran 'un infarto de miocardio') hasta el arrasador conservadurismo (agn¨®stico y materialista siempre) de las Notas del crep¨²sculo, la lectura de estos dos gruesos tomos es una totalizaci¨®n del saber y del placer.
Lo del Diccionario Pla de li
teratura, seleccionado, ordenado y -bien- presentado por Valent¨ª Puig es otra cosa: en primer lugar, no es de Pla (aunque se trate de sus textos), sino de Puig, quien le conoce bien, pero siempre lo orienta seg¨²n sus gustos y en su propio sentido. En segundo lugar, s¨®lo es un diccionario por su orden alfab¨¦tico, y para terminar y diga lo que diga el seleccionador, Pla no era un cr¨ªtico literario propiamente dicho. Opinaba (y de qu¨¦ gran y excepcional manera) sobre escritores y libros sin parar, pero era tan antiacad¨¦mico, antiliterario, antirret¨®rico y anticonvencional que expon¨ªa sus gustos sin matizar demasiado. Lo que m¨¢s amaba era lo italiano, lo que m¨¢s admiraba era lo ingl¨¦s (no lo norteamericano) y lo que m¨¢s conoc¨ªa era lo franc¨¦s, y dentro de ello sus moralistas, desde Montaigne a Pascal, de Joubert a Chamfort, hasta rescatar al final al gran Sainte-Beuve como tal, que ya era hora que alguien as¨ª lo proclamara en sus horas m¨¢s bajas por culpa de un Proust que se excedi¨® al defenderse antes de exponer su obra a un malentendido que nadie le hab¨ªa planteado, sin saber que hoy el triunfo de este ¨²ltimo es total entre la historia y la cr¨ªtica actuales. Pues entre Sainte-Beuve y el multiculturalismo s¨®lo hay la nada. Pero la lectura de las lecturas y de las opiniones sobre libros, lecturas y escritores de Josep Pla, sin ser una verdadera cr¨ªtica, es la historia de la vida de un (gran) hombre, entre palpitaciones, gustos, errores y aficiones tan vivas y vitales que su lectura es como la de escuchar a un gran afinador de pianos en pleno trabajo: tan sabroso como inolvidable, irritable y fascinante.
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