Dos viejos luchadores obligados a entenderse
Cinco a?os de gobierno conjunto parecen haber borrado las diferencias entre dos candidatos muy distintos: el presidente Chirac y el jefe de Gobierno Jospin.
Para un observador anglosaj¨®n es posible que la diferencia entre Chirac y Jospin sea tan escasa que sea justo hablar de Chirospin o Jospirac, tal y como hacen sus otros 14 rivales en la lucha por la presidencia.
Los dos han cumplido los 60, los dos proceden de la prestigiosa ENA (Escuela Nacional de Administraci¨®n), los dos han sido ministros, los dos han ocupado cargos importantes en sus respectivos partidos y los dos proceden de la gran tradici¨®n estatalista y jacobina propia de la Francia contempor¨¢nea.
Pero Chirac y Jospin son tambi¨¦n los siameses m¨¢s distintos del mundo, simp¨¢tico y hablador el primero, reservado y seco el segundo; demagogo sin mala conciencia el actual presidente, al¨¦rgico a las promesas sin fundamento el primer ministro; si a Jospin nadie le reprocha relaciones confusas con el dinero p¨²blico, a Chirac se le acusa de no distinguir entre su cartera, la del partido, la del Ayuntamiento o la del Estado. En el fondo, es probable que todo pueda resumirse analizando el deporte preferido de cada uno, el sumo en el caso de Chirac, el baloncesto en el de Jospin.
A Jospin le gusta dirigir el juego como base, pero la vanidad le empuja a veces a ejercer como alero o p¨ªvot. Quiere encestar, pero no se reserva el tiro a canasta
Chirac es el 'yokozuna' (campe¨®n) de la derecha, su mejor 'sumotori' (luchador), el ¨²nico que consigue que los rivales queden fuera del 'dohnyo' (terreno)
Trayectoria
Jacques Chirac es el yokozuna (campe¨®n m¨¢ximo) de la derecha francesa, su mejor sumotori (luchador), el ¨²nico que consigue que los rivales de su campo queden fuera del dohnyo (¨¢rea de combate). Su fuerza reside en saber resistir y utilizar el impulso del contrario.
En 1974 traicion¨® al candidato gaullista, que era el suyo, Jacques Chaban Delmas, y dio respaldo, encabezando un grupo de diputados tr¨¢nsfugas, a Val¨¦ry Giscard d'Estaing, un liberal europe¨ªsta. Dos a?os despu¨¦s, una vez acabada la resistencia legitimista de Chaban, Chirac lanz¨® su OPA sobre el gaullismo, dimiti¨® como primer ministro y le declar¨® la guerra a Giscard. En 1981 es el tercer hombre frente a Giscard y Fran?ois Mitterrand. Perdi¨®, pero tambi¨¦n hizo perder a Giscard, al que expuls¨® para siempre del dohnyo. Antes, en 1977, se hizo con la alcald¨ªa de Par¨ªs, fuente segura de poder para su flamante partido y, sobre todo, fuente inagotable de financiaci¨®n de su gaullismo renovado y de su propia persona.
En esa ¨¦poca, ricitos Jospin hered¨® de Mitterrand el cargo de primer secretario del Partido Socialista. Para el maquiav¨¦lico y entonces flamante presidente de la Rep¨²blica, Jospin era un hombre fiel, de ideas claras, capaz de imponer la disciplina y trabajar en equipo, honrado y, sobre todo, con un secreto en su vida que le hace fr¨¢gil ante el patr¨®n supremo: la doble militancia. Jospin ingres¨® en el PS en 1972 como un topo infiltrado por los trotskistas de la OCI, hoy PT (Partido de los Trabajadores), pero con el tiempo Jospin se transformar¨ªa en topo del PS en la OCI. La metamorfosis se desarroll¨® con mayor lentitud y suavidad que la del propio Mitterrand, que estuvo pr¨®ximo a la extrema derecha en 1938, a P¨¦tain en 1941, a la Resistencia a partir de finales de 1943; o que la de Charles Hernu, ministro de Defensa socialista al tiempo que esp¨ªa sovi¨¦tico.
A Chirac, de la misma manera que prefiere los deportes de contacto f¨ªsico, no le agrada la gente que juega con las ideas, le aburre el debate intelectual. No es un problema de competencia, sino de profunda falta de convicciones. ?l mismo es la ¨²nica idea a la que permanece fiel. Liberal en 1974, antieurope¨ªsta fren¨¦tico en 1978, thatcheriano furibundo en 1986, partidario de Maastricht en 1993, populista en 1995, monetarista ortodoxo seis meses despu¨¦s; favorable a la tolerancia cero para todos los delitos, exceptuados los suyos, en 2002.
Jospin tampoco es un intelectual, pero s¨ª un gestor profesoral y con convicciones. Compensa su falta de flexibilidad con su buena disposici¨®n a trabajar en equipo. Quiere ser el l¨ªder, pero no impide que los dem¨¢s se expliquen. Esa ha sido su fuerza, al frente de un Gobierno de coalici¨®n y como el primer ministro de mayor duraci¨®n de la V Rep¨²blica.
Contrario a las privatizaciones, dej¨® que Dominique Strauss-Kahn le convenciese de las virtudes de la apertura al capital privado de las sociedades p¨²blicas. Partidario de ejercer un 'derecho de inventario' sobre los dos mandatos de Mitterrand, llev¨® a su Gobierno a Jack Lang y a Laurent Fabius, incombustibles iconos del mitterrandismo. A Jospin le gusta dirigir el juego como base, pero la vanidad le empuja a veces a ejercer como alero o p¨ªvot. Quiere encestar, pero no se reserva el tiro a canasta.
Si Jacques Chirac sigue ah¨ª es porque ha podido con Chaban y Giscard, primero; luego, con Raymond Barre en 1988, y porque a lo largo de la d¨¦cada de los noventa 'ha quemado' o 'chamuscado' a Charles Pasqua, Nicolas Sarkozy, Alain Jupp¨¦, Philippe S¨¦guin o Edouard Balladur. Ha sobrevivido incluso al error monumental de la disoluci¨®n parlamentaria de 1997, que le ha obligado a cohabitar durante cinco a?os con una mayor¨ªa parlamentaria no favorable sin plantearse nunca la dimisi¨®n.
El paisaje que rodea a Chirac es el de una derecha en ruinas, que necesita desesperadamente de su victoria para poder reconstruirse. La hip¨®tesis de una victoria del candidato socialista no es la peor: el crecimiento desmesurado de la extrema derecha de Le Pen o la idea de otro mandato chiraquiano, eternamente salpicado por los embrollos judiciales heredados de su larga ejecutoria municipal parisiense, pone los pelos de punta a quienes sue?an con heredarle.
El libro rojo de Chirac
'Pr¨¦sider autrement' (Presidir de otra manera) es el lema de la campa?a de Jospin. En filigrana se puede leer un mensaje subliminal: 'Pr¨¦sider, l'autre ment' (Presidir, el otro miente). En los gui?oles de Canal + Francia, Chirac aparece como Supermenteur (Supermentiroso), y todo el mundo, incluidos los portavoces de Chirac, admiten que el problema del presidente-candidato es de 'credibilidad'. En Le petit livre rouge du pr¨¦sident Chirac, una publicaci¨®n que recuerda diversas m¨¢ximas de Chirac, le atribuyen la paternidad de una terrible: 'Las promesas s¨®lo comprometen a quienes se las creen'.
Si Lionel Jospin procede de una familia protestante y est¨¢ divorciado y casado en segundas nupcias con la fil¨®sofa Syviane Agazansky, Jacques Chirac se ha dotado de una respetabilidad convencional al casarse con la muy cat¨®lica y aristocr¨¢tica Bernadette Chodron de Courcel. El abuelo paterno de Chirac fue maestro, radical y un personaje de la masoner¨ªa; su padre se hizo rico como banquero y trabajando para los Dassault, los fabricantes de aviones.
El reto?o, Jacques, que hered¨® el nombre de una hermana muerta, tuvo una juventud aventurera como camarero en Estados Unidos, marino en un petrolero y fugaz militante del Partido Comunista Franc¨¦s de los a?os cincuenta, pero en 1962 ya estaba en el gabinete del primer ministro, Georges Pompidou, su ¨ªdolo durante a?os.
Jospin, que sigui¨® estudios universitarios gracias a la presi¨®n que su hermana hizo sobre los padres, pas¨® del ENA a Exteriores y compagin¨® su trabajo como funcionario con dar clases en la Universidad. Si en su trayectoria pol¨ªtica ha preferido la sombra, no por eso ha estado peor encarrilada que la de Chirac.
Si hoy se habla de Chirospin o Joschirac todo se debe al espejismo de cortes¨ªa y colaboraci¨®n de cinco a?os compartiendo la direcci¨®n del pa¨ªs. Las diferencias entre quien s¨®lo cree en el poder y quien a¨²n conf¨ªa en la pol¨ªtica aparecen difuminadas, como si fueran una misma cosa la inmovilidad corpulenta del sumo y la rapidez de estrategia y realizaci¨®n que exige el baloncesto. Esa falsa identidad entre Jospin y Chirac har¨¢ sin duda que crezca la abstenci¨®n y que el voto se disperse entre la multitud de candidatos en la primera vuelta. Un peligro del que deber¨¢ tomar buena nota el nuevo presidente.
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