Las piedras como s¨ªntoma, la biblioteca como v¨ªctima
Como bien dec¨ªa Josep Ramoneda hace unos d¨ªas, no deja de ser admirable que el hallazgo de unas ruinas relativamente recientes bajo el antiguo mercado central de Barcelona est¨¦ generando un debate intenso y apasionado como pocas veces se ve por estas latitudes. Admirable, s¨ª, pero tambi¨¦n preocupante, vistos los argumentos que est¨¢n dominando la contienda.
Una vez m¨¢s, la discusi¨®n sobre las piedras minimiza la necesaria reflexi¨®n y definici¨®n sobre el contenido y el sentido de los proyectos de equipamiento cultural, en este caso el de la gran biblioteca p¨²blica que la ciudad no tiene. ?Tiene sentido todav¨ªa hoy -era del chip, de Internet, de la virtualidad...- una biblioteca relativamente tradicional? Pues claro que lo tiene, como puede verificarse muy f¨¢cilmente en cualquiera de las grandes ciudades a las que pretendemos emular. Por citar solo dos ejemplos: la BPI (Biblioteca P¨²blica de Informaci¨®n) del Centro Pompidou de Par¨ªs acoge anualmente a tres millones de usuarios; la New York Public Library, m¨¢s de 10 millones, sin contar los de su red de 85 bibliotecas especializadas o de barrio repartidas por Manhattan, el Bronx y Staten Island (Brooklyn y Queens tienen sus propias bibliotecas centrales con sus propias redes: 60 bibliotecas de barrio en el caso de Brooklyn, 62 en el de Queens, con un total de 16,5 millones de usuarios en 2001).
En fin, no se trata de excitar la envidia, sino de ilustrar sucintamente que las grandes bibliotecas p¨²blicas, lejos de ser dinosaurios de la era preelectr¨®nica, siguen siendo el equipamiento cultural m¨¢s importante para una ciudad que pretenda mantener viva su capacidad de an¨¢lisis, de reflexi¨®n, de propuesta, de renovaci¨®n, de invenci¨®n. Estoy hablando, claro, de bibliotecas dotadas no s¨®lo con un excelente fondo bibliogr¨¢fico, f¨¢cilmente accesible, abiertas a casi toda hora, sino tambi¨¦n equipadas con Internet y con todos los soportes tecnol¨®gicos que permiten la consulta de los m¨¢s diversos documentos. Ignoro si la biblioteca del Born est¨¢ planteada con este tipo de criterios, espero que s¨ª. Lo que s¨ª s¨¦ es que, ?ay!, con las piedras hemos topado. Y se ha abierto un gran debate. ?Sobre la biblioteca? No, sobre las piedras.
Claro que se trata de unas piedras muy especiales. Tan especiales que en torno a ellas se ha forjado una sorprendente coalici¨®n conservacionista que, en el mejor estilo de las coaliciones pol¨ªticas de emergencia nacional o internacional, incluye socios de talante muy diferente. En este caso, desde los guardianes del esp¨ªritu nacional catal¨¢n hasta gente de la finura intelectual del propio Ramoneda, pasando por algunos historiadores que pretenden imponer como dictamen cient¨ªfico, indiscutible, lo que no son m¨¢s que opciones ideol¨®gicas, leg¨ªtimas pero perfectamente subjetivas y discutibles.
?Estoy diciendo que las ruinas del Born no tienen inter¨¦s alguno? No, claro que lo tienen. Todas las ruinas tienen un cierto inter¨¦s, pero no por ello las sacralizamos todas, sino s¨®lo aquellas que interesan a unas determinadas visiones del pasado... y del futuro. Porque la conservaci¨®n y sacralizaci¨®n o no de unas ruinas siempre es un acto selectivo no s¨®lo respecto de un pasado cuya memoria queremos o no preservar y alimentar, sino tambi¨¦n, y sobre todo, respecto de nuestras ideas, intereses y proyectos de futuro.
Seguro que se podr¨ªa hacer un gran museo hist¨®rico en el Born, un museo m¨¢s o menos serio, m¨¢s o menos espectacular, en que las ruinas constituyesen una atracci¨®n singular. ?Es esto lo que la ciudad necesita? ?Andamos faltos de patrimonio documental y de memoria hist¨®rica sobre el 1714? Puesto que no todo puede hacerse al mismo tiempo, en el mismo lugar, ?qu¨¦ elegimos, qu¨¦ priorizamos? ?Por qu¨¦ futuro apostamos? ?Por qu¨¦ proyecto de cultura, de ciudad y de pa¨ªs?
Ah¨ª es donde, con contad¨ªsmas y vapuleadas excepciones, se est¨¢ produciendo una curiosa y preocupante convergencia entre defensores de las ruinas como mausoleo patri¨®tico y quienes las defienden desde posiciones ilustradas y modernizantes, enfatizando su m¨¢s que
cuestionable importancia documental para la historia urbana. El nexo de uni¨®n es una apuesta com¨²n por la espectacularizaci¨®n de la ciudad, por la definitiva deriva de Barcelona hacia una ciudad museo.
En efecto, la conversi¨®n del Born en un escenario m¨¢s de esta Barcelona museo es una opci¨®n que resulta perfectamente funcional tanto para una cultura pol¨ªtica victimista y narcisista como para un modelo de crecimiento econ¨®mico y de subdesarrollo cultural esencialmente basados en la transformaci¨®n de la ciudad y de pr¨¢cticamente toda Catalu?a en un macrocentro tur¨ªstico-comercial abocado al provincialismo.
Y ah¨ª es donde reaparece el convidado de piedra de este debate: la gran biblioteca p¨²blica que Barcelona no tiene. Las bibliotecas p¨²blicas implican otro tipo de apuestas. Son apuestas de inversi¨®n a largo plazo, sin inauguraciones trimestrales, sin autobuses tur¨ªsticos.Apuestas de reflexi¨®n, de formaci¨®n de ciudadanos libres con sentido cr¨ªtico. Seguir tratando las bibliotecas como algo permanentemente aplazable y finalmente prescindible equivale a alimentar un sistema urbano y cultural cada vez m¨¢s desequilibrado, un organismo de extremidades hipertrofiadas, sobrecargado de escaparates, pero de cerebro cada vez m¨¢s an¨¦mico.
En resumen. Si estamos satisfechos con la marcha de la ciudad y del pa¨ªs, con la acelerada conversi¨®n de Barcelona en ciudad museo, ciudad tienda, ciudad discoteca, etc¨¦tera, no lo dudemos, hagamos del Born un espect¨¢culo con l¨¢ser y sensurround. Pero si pensamos que Barcelona y Catalu?a podr¨ªan ser otra cosa, entonces fotografiemos las piedras, d¨¦mosles despu¨¦s una sepultura digna, hagamos una pel¨ªcula estupenda para proyectar en cualquiera de los m¨²ltiples museos de la ciudad, pero no esperemos m¨¢s tiempo para construir, en el Born o donde sea, una gran biblioteca p¨²blica de verdad.
cuestionable importancia documental para la historia urbana. El nexo de uni¨®n es una apuesta com¨²n por la espectacularizaci¨®n de la ciudad, por la definitiva deriva de Barcelona hacia una ciudad museo.
En efecto, la conversi¨®n del Born en un escenario m¨¢s de esta Barcelona museo es una opci¨®n que resulta perfectamente funcional tanto para una cultura pol¨ªtica victimista y narcisista como para un modelo de crecimiento econ¨®mico y de subdesarrollo cultural esencialmente basados en la transformaci¨®n de la ciudad y de pr¨¢cticamente toda Catalu?a en un macrocentro tur¨ªstico-comercial abocado al provincialismo.
Y ah¨ª es donde reaparece el convidado de piedra de este debate: la gran biblioteca p¨²blica que Barcelona no tiene. Las bibliotecas p¨²blicas implican otro tipo de apuestas. Son apuestas de inversi¨®n a largo plazo, sin inauguraciones trimestrales, sin autobuses tur¨ªsticos.Apuestas de reflexi¨®n, de formaci¨®n de ciudadanos libres con sentido cr¨ªtico. Seguir tratando las bibliotecas como algo permanentemente aplazable y finalmente prescindible equivale a alimentar un sistema urbano y cultural cada vez m¨¢s desequilibrado, un organismo de extremidades hipertrofiadas, sobrecargado de escaparates, pero de cerebro cada vez m¨¢s an¨¦mico.
En resumen. Si estamos satisfechos con la marcha de la ciudad y del pa¨ªs, con la acelerada conversi¨®n de Barcelona en ciudad museo, ciudad tienda, ciudad discoteca, etc¨¦tera, no lo dudemos, hagamos del Born un espect¨¢culo con l¨¢ser y sensurround. Pero si pensamos que Barcelona y Catalu?a podr¨ªan ser otra cosa, entonces fotografiemos las piedras, d¨¦mosles despu¨¦s una sepultura digna, hagamos una pel¨ªcula estupenda para proyectar en cualquiera de los m¨²ltiples museos de la ciudad, pero no esperemos m¨¢s tiempo para construir, en el Born o donde sea, una gran biblioteca p¨²blica de verdad.
Pep Subir¨®s es escritor y fil¨®sofo.
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