El patio del colegio
El colegio concertado Gibraljaire de M¨¢laga tiene como patio de recreo, para los ni?os y ni?as desde cuarto de primaria, un campo de f¨²tbol cuyas paredes se caen literalmente a pedazos. Las lluvias han hecho ceder los ya desvencijados muros dejando libre el acceso al patio a cualquier hora del d¨ªa o de la noche. En el recreo los ni?os corren junto a bloques de cemento destrozados y s¨®lo una d¨¦bil estructura de hierro protege sus juegos en alguno de los rincones, en otros, ni eso. Adem¨¢s de los escombros, los ni?os tienen otro compa?ero de juegos: Comparten el patio con un se?or, del todo ajeno a la actividad escolar, que vive all¨ª en su caseta desde hace d¨¦cadas, sin que nadie parezca tener autoridad suficiente para hacer que se vaya. Rumores, ciertos o no, de que vende bebidas alcoh¨®licas los fines de semana en el interior del patio, no hacen sino agravar la triste situaci¨®n de este centro y aumentar la desesperaci¨®n de padres y madres. Pero esto no parece importarle a nadie. Ninguna autoridad se hace responsable. Aquellos que se agolpan para salir en la foto cuando se trata de apuntarse un tanto, miran hacia otro lado en cuanto se les mencionan palabras como responsabilidad, presupuesto, gasto. Seguramente la administraci¨®n auton¨®mica, o local, incluso la direcci¨®n del propio centro podr¨¢n dar miles de razones, aducir antiguos compromisos, viejos acuerdos, para dejar claro que no es competencia suya. Y los padres y madres de estos chavales continuaremos vi¨¦ndolos atravesar la puerta del colegio d¨ªa tras d¨ªa sin que nadie garantice su seguridad, confiando en que no haya que esperar que ocurra un desafortunado accidente para despertar las conciencias de estos se?ores.
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