Amigos de amigos
HAY AMIGOS de amigos que conocemos desde siempre. Sabemos de sus idas y venidas, de sus malestares y proezas, de sus dudas y equivocaciones a lo largo de muchos a?os. Nos son cercanos aun sin conocerlos porque sabemos que quien nos narra sus historias les conocen y les quieren, y comparten con nosotros este amor nada ciego. Son gente de verdad, de carne y hueso, reales, posibles amigos desconocidos. Lo que les pasa nos afecta de un modo m¨¢s intenso que lo que acontece a los protagonistas de las noticias de los telediarios, por muy dram¨¢ticas que sean.
?sta es la sensaci¨®n que provocan las fotograf¨ªas de Nan Goldin. Hay algo en estas im¨¢genes que rezuma verdad. Y cercan¨ªa. Podr¨¢n parecer personajes extremos o de vida intensa, coincidir¨¢n m¨¢s o menos con nuestra manera de vivir, pero lo que nos atrapa es su aparente vulnerabilidad. Existen. Era algo a lo que no est¨¢bamos acostumbrados en el arte y que, no hace falta decirlo, despu¨¦s ha servido de inspiraci¨®n a innumerables trabajos que pocas veces han conseguido el mismo grado de realidad, aunque le superen en realismo.
Todo empez¨® con La balada de la dependencia sexual, trabajo que Nan Goldin ha presentado en dos ocasiones en Espa?a en su versi¨®n de pase de diapositivas y que en su formato libro roz¨® otros g¨¦neros como la novela o el cine. Era un libro muy especial en el que el amor, siempre el gran protagonista de la obra de Nan Goldin, ten¨ªa olor y sabor. Sab¨ªa a sangre y saliva, ol¨ªa a humo y era desesperado como lo eran, o parec¨ªan serlo, las vidas de los protagonistas de estas im¨¢genes. Ella era uno de ellos y no es casual que apareciera abrazada a su amante y tambi¨¦n golpeada por ¨¦l. Era un momento en su vida en el que las drogas, y m¨¢s tarde el sida, acabaron con la vida de muchos de sus conocidos. Algunos de estos finales entraron, sin morbo, en esta peque?a historia del arte de estas ¨²ltimas d¨¦cadas que sus fotograf¨ªas han contribuido a escribir. Ella se desintoxic¨® a finales de los ochenta y, es cierto, el ambiente de sus im¨¢genes se volvi¨® m¨¢s luminoso, m¨¢s confortable. La fama, sus viajes, su vida europea quitaron dramatismo a sus fotograf¨ªas, pero siguieron destilando vida.
Tras La balada, otros libros y otras series han reflejado qu¨¦ hab¨ªa sido de su vida y de la de sus amigos. No es desde?able, pero en su caso no interesa tanto la belleza de una imagen o el acierto de una composici¨®n, sino el continuar¨¢ de esta historia. El ver un cambio de luz en la mirada de uno, una merecida mejora en el nivel de vida de otro, o, de repente, la desapareci¨®n de algunos ha tenido algo de reconfortante. Qu¨¦ diferentes las habitaciones de hoteles mexicanos de La balada de las de los hoteles italianos de sus m¨¢s recientes fotograf¨ªas. Se han a?adido otros personajes, en Jap¨®n o en Par¨ªs, que se suman a los que ya conocemos y buscamos. Es inevitable preguntarse si tendr¨¢n relaci¨®n entre s¨ª, si los nuevos perdurar¨¢n en la vida de la artista, si los que desaparecieron lo hicieron para siempre. No hace falta saber qui¨¦nes son, qu¨¦ hacen, qu¨¦ piensan. Lo que son es su imagen, c¨®mo los ve ella, c¨®mo han decidido aceptar el juego de espejos. El grado de verdad que se desprend¨ªa de La balada es dif¨ªcil de superar, pero la pel¨ªcula que cuenta esta historia ya ha empezado y tranquiliza saber que no tiene final.
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