Prehistoria revolucionaria
Yo ten¨ªa previsto hablar de libros, en realidad s¨®lo de su lectura, en una semana en que, como cada a?o, hemos recordado la muerte de Cervantes. Y la de Shakespeare. Que los dos murieron, simb¨®licamente juntos, un 23 de abril. Tal vez pensaron que no ten¨ªa sentido seguir viviendo en un mundo en que el otro ya no estuviera.
Pero necesito hablar de Le Pen -que por una de esas iron¨ªas insufribles de la vida tiene nombre de pluma y de asamblea de escritores-, de su presencia en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas. Y como me resulta inaceptable que su oscura candidatura prevalezca sobre la claridad del genio literario, voy a combinar ambas noticias. A cruzarlas. Con la ayuda de los versos del escritor franc¨¦s -franc¨¦s de otra manera-, Jean-Michel Maulpoix. que ma?ana participar¨¢ en una lectura po¨¦tica en el C¨ªrculo de Bellas Artes, en el mismo lugar en que el martes reson¨®, resplandeci¨® de nuevo, como nuevo, El Quijote.
En uno de los poemas de En el intersticio, Maulpoix escribe: 'Resucitan avispas que cre¨ªamos desde hace tiempo muertas'. Y eso precisamente representa Le Pen, el resurgir de las avispas, de los aguijones fascistas que cre¨ªamos desaparecidos para siempre. Y la pregunta que no para de hacerse media Francia y medio mundo -la otra mitad ya se lo imagina- es ?por qu¨¦? Una vez y otra vez -tambi¨¦n como un zumbido de insectos-, ?por qu¨¦?
Encuentro en Maulpoix esta respuesta veros¨ªmil: 'Al pie del gran pozo de pisos que el ascensor barre de un soplo, justo del otro lado del tobog¨¢n que baja hacia el garaje, est¨¢ el pa¨ªs de los gatos, cubierto de chapas de botella y de papeles sucios'. Porque ¨¦sa es la imagen cada vez m¨¢s n¨ªtida del mundo y de nuestras sociedades: un arriba y abajo de terrazas soleadas y s¨®tanos mugrientos; una vertical coexistencia de excluyentes y excluidos, de abundancia y marginalidad.
Estamos reacostumbr¨¢ndonos a esa desigualdad, acept¨¢ndola como inevitable, preserv¨¢ndola con la edificaci¨®n de muros cada vez m¨¢s anchos y estancos alrededor de nuestras pertenencias. 'Apenas recordamos a nuestros semejantes, cuyos jardines se marchitan, cuyos ni?os se cr¨ªan...', en barrios o en pa¨ªses que dejamos convertirse en garajes de chapas y papeles grasientos. Porque nuestra riqueza necesita de su pobreza. De la baratez de su mano de obra y de sus estructuras productivas. Necesitamos que vivan en s¨®tanos para poder ocupar las terrazas con vistas. Nuestro actual orden socioecon¨®mico no sobrevivir¨ªa a su desarrollo.
'A Le Pen le ha puesto en la segunda vuelta la inseguridad ciudadana', dicen. Pero no es cierto. La inseguridad es s¨®lo la representaci¨®n ¨²ltima, la m¨¢s desesperada, de la injusticia. A Le Pen le ha aupado la insolidaridad. La idea de que no se debe repartir la riqueza, sino amurallarla y defenderla por la fuerza. Cavar un foso enorme a su alrededor, llenarlo de alima?as comehombres. Y s¨®lo bajar los puentes levadizos para ir a recoger del otro lado lo que nos haga falta, cuando nos hace falta.
Europa se vac¨ªa de valores. Eso significa Le Pen. Se vuelve continente sin contenido ideol¨®gico, sin coherencia ¨¦tica, sin sentido pol¨ªtico: seguimos votando a quienes no hacen sino ceder capacidad de decisi¨®n a fuerzas y l¨®gicas econ¨®micas que nunca se someten a sufragio. Nuestras democracias se est¨¢n convirtiendo as¨ª en meros espejismos. Productos distorsionados de ese desierto de oasis para pocos y arena inhabitable para la mayor¨ªa.
'La prehistoria del hombre ha empezado de nuevo', concluye Maulpoix. Y podr¨ªa leerse como un diagn¨®stico desolador. Prefiero verlo como un buen pron¨®stico. Hay que empezar de nuevo. Recuperar ideas, rescatar principios. Re-alzar sin complejos la voz resistente de la justicia, el respeto, el reparto. De la Libert¨¦, Egalit¨¦, Fraternit¨¦ defendidas, cre¨ªdas.
Le Pen se quedar¨ªa sin habla. De una vez.
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