Un diccionario m¨¢s rico y m¨¢s pobre
El nuevo Diccionario de la lengua espa?ola refleja un idioma enriquecido por la base y empobrecido por la altura. Los 6.000 americanismos hispanos incorporados a sus p¨¢ginas hacen aflorar una riqueza que ha permanecido oculta todos estos decenios, en parte por la penuria de las Academias de Am¨¦rica y en gran parte por el desd¨¦n de la Espa?ola. ?sa es la riqueza que entra ahora por la base: el nuevo diccionario repara aquella injusticia tremenda gracias al esfuerzo de la actual Asociaci¨®n de Academias y de sus dos ¨²ltimos presidentes, Fernando L¨¢zaro y V¨ªctor Garc¨ªa de la Concha, y da a conocer al mundo miles de palabras hermosas y espa?olas que han nacido en Am¨¦rica y que parten a menudo de los cromosomas de nuestra lengua com¨²n. As¨ª, ya podemos encontrar la palabra 'tranc¨®n', por ejemplo, que es como llaman al atasco en Colombia con perfecto espa?ol innovado. Y podremos usarla tambi¨¦n en Espa?a cuando lo deseemos, porque los genes de esa palabra permitir¨¢n que cualquiera la entienda.
Pero al mismo tiempo el diccionario es reflejo de un empobrecimiento que procede de lo alto, de quienes se expresan en los medios masivos de comunicaci¨®n especialmente. En muchas palabras no hallamos ya evoluci¨®n gen¨¦tica alguna, sino s¨®lo clonaciones del ingl¨¦s o involuciones consagradas por esa falta de cari?o hacia el idioma que se aprecia en los peri¨®dicos, la radio y la televisi¨®n, lo que redunda en olvido de matices antes ¨²tiles en nuestra lengua. ?ste es el empobrecimiento por la c¨²pula.
El nuevo l¨¦xico de la Academia ha cambiado el enfoque que presidi¨® los anteriores: ya no parece un diccionario normativo, sino un diccionario de uso. Pero no del uso que se hace del idioma en las cantinas, en los mercados..., sino del uso en los medios de comunicaci¨®n, cada vez m¨¢s plano y triste. ?sta ya no es la evoluci¨®n dictada por el pueblo.
Los diccionarios anteriores mostraban muchos defectos. De mentalidad sobre todo. Pero ten¨ªan unas l¨ªneas maestras. Con el nuevo diccionario, muchas definiciones defectuosas quedan mejoradas, la cicater¨ªa ante el neologismo ha desaparecido (incluso se cometen excesos en su reparaci¨®n). Pero se echa en falta un criterio (el que sea).
En unos casos se adivina la decisi¨®n de adoptar como buenas las incorrecciones que los medios de comunicaci¨®n tanto han extendido... en sus propios productos. Se trata de palabras que la gente no usa, que s¨®lo se oyen en boca de publicistas, pol¨ªticos y periodistas. Que s¨®lo aparecen en los diarios, la radio y la televisi¨®n. 'Posicionar', por ejemplo. O 'ir a bordo de un coche' (nadie dice 'iba a bordo de mi coche cuando o¨ª eso en la radio'), expresi¨®n que ya est¨¢ recogida en el diccionario (incluso se puede ir a bordo de una bicicleta, a tenor de la nueva definici¨®n). Pero en otros cientos de casos la Academia se lleva la contraria y rechaza el uso que ya se hab¨ªa generalizado en la prensa. Cuando todos los peri¨®dicos, todas las agencias y todos los locutores hablaban de 'los talib¨¢n', el diccionario consagra 'los talibanes' (y ahora dos peri¨®dicos distintos de Quito, por ejemplo, se reparten la preferencia de 'los talib¨¢n' o 'los talibanes' sin ponerse de acuerdo, lo que no hace mucho beneficio a la unidad que debe buscar la Academia; ya se hab¨ªa dado esa unidad en la prensa con el respeto al plural ¨¢rabe, y el diccionario la ha cercenado). Al mismo tiempo, todos los diarios escriben 'gay', y los locutores pronuncian 'guey'; y sin embargo, el diccionario consagra 'gay', escrito en redonda, como vocablo del espa?ol que, mientras no se diga lo contrario (y no se dice), se pronuncia as¨ª y puede formar su plural en 'gayes' (como de 'ay' se forma 'ayes', como de 'ley' se deriva 'leyes', por ejemplo). En cualquier caso, y perm¨ªtanme la broma, los que han empleado profusamente 'los talibanes' como l¨®gico plural de la nueva entrada 'talib¨¢n' debieran aplicarse ya a decir 'gayes y lesbianas', en deducci¨®n coherente con la nueva entrada 'gay'. (No ocurrir¨¢: al ingl¨¦s se le concede un respeto que el ¨¢rabe o el past¨²n no parecen merecer).
Tampoco se ha dado a la palabra 'concierto' el papel de 'recital' o 'actuaci¨®n' ('un concierto de Joaqu¨ªn Sabina' se escribe en los peri¨®dicos, a pesar de que en su arte no predomina la ejecuci¨®n instrumental). Sin salir del mundo de la m¨²sica, extra?a que no se haya incorporado la nueva acepci¨®n de 'copia' que refleja a menudo la radio como clonaci¨®n de copy: un cantante ha vendido '300.000 copias' (la gente dir¨ªa '300.000 discos'). El diccionario recoge la voz 'copia' para 'fotos, pel¨ªculas, cintas magn¨¦ticas y productos inform¨¢ticos', sin citar libros ni discos (que se siguen reproduciendo correctamente en 'ejemplares', pues se supone que no son copias unos de otros, sino que salen de un original com¨²n; si se tratara de 'copias' ser¨ªan discos pirata). En este caso, el empobrecimiento del uso period¨ªstico no llega al diccionario. ?Por qu¨¦?
S¨ª se incluye, en cambio, 'esponsorizar', otra palabra que s¨®lo existe en los medios de comunicaci¨®n. Y le acompa?a una definici¨®n escasa: 'Apoyar o financiar una actividad'. Falta aqu¨ª, como se ve, lo m¨¢s importante de la 'esponsorizaci¨®n' (antes llamada 'patrocinio'): que se hace con fines publicitarios. Esa escasez de palabras en esta definici¨®n contrasta con la abundancia que le ha correspondido, por ejemplo, a 'globalizaci¨®n': 'Tendencia de los mercados y de las empresas a extenderse, alcanzando una dimensi¨®n mundial que sobrepasa las fronteras nacionales' (donde sobra 'que sobrepasa las fronteras nacionales', pues ya se ha dicho 'mundial', y donde el adverbio 'alcanzando' es de dudoso gusto gramatical y de estilo). Las definiciones incompletas en las nuevas palabras resultan muy notorias (mientras que se mejoran las antiguas), como sucede en la clonaci¨®n del ingl¨¦s 'cr¨¦ditos' (los cr¨¦ditos de las pel¨ªculas ya no son los pr¨¦stamos que las financian -?o las esponsorizan?-, sino las firmas de guionistas, camar¨®grafos, ayudantes y dem¨¢s personal). As¨ª, estos cr¨¦ditos (antes 'firmas') se aplican al cine, pero no se prev¨¦ que sirvan, verbigracia, para el reportaje de una revista donde se detallan el fot¨®grafo, el ayudante del fot¨®grafo, el estilista, el maquillador, el productor...
El diccionario ya inclu¨ªa antes definiciones de palabras que equival¨ªan a una cosa y su contraria. As¨ª sucedi¨® con 'enervar', que lo mismo significa tranquilizar que excitar (con lo cual queda anulada la palabra: nunca sabremos qu¨¦ se quiere decir realmente). Ahora ocurre tambi¨¦n con 'incautarse', que significa hacerse con algo legalmente, pero tambi¨¦n de manera arbitraria. O con 'evento', que puede ser un hecho inseguro o imprevisto (con los genes de 'eventual' y 'eventualidad') o un acto programado (con los clones de event; de modo que un evento puede no ser eventual).
En el cap¨ªtulo de gentilicios tampoco se ve una l¨ªnea clara. La prensa viene utilizando desde hace a?os la palabra 'kenianos' para citar a los naturales de Kenia. As¨ª lo hacen tambi¨¦n los traductores oficiales de diversos organismos, mundiales y europeos. Pero un uso equivocado en las retransmisiones de atletismo (a causa de tantas referencias televisivas al presidente Jomo Kenyatta, que era el presidente Kenyatta y a la vez el presidente keniano) ha llevado hasta el diccionario este nuevo gentilicio err¨®neo y sin familia conocida en espa?ol (no recuerdo ning¨²n otro que termine en 'ata'). 'Keniano' no existe para la Academia, aunque figure en los m¨¢s competentes manuales de traducci¨®n de top¨®nimos y gentilicios, como el elaborado por el acad¨¦mico mexicano Guido G¨®mez de Silva; o en los libros de estilo de los m¨¢s importantes diarios de Espa?a y de Am¨¦rica. O en el diccionario Clave. Valga que la tenacidad de alg¨²n locutor en el error haya llevado 'keniata' al diccionario, pero no se explica la ausencia de 'keniano'.
Tambi¨¦n se confunde al gobernante (como en Kenyatta) con el pueblo (como en keniano) en la entrada 'hachemita' (versi¨®n afrancesada, pues parecer¨ªa m¨¢s espa?ol 'hachem¨ª', como 'alau¨ª' o 'saud¨ª'): hasta ahora, la 'hachem¨ª' era la dinast¨ªa que reinaba en Jordania, pero se ha convertido tambi¨¦n en lo 'perteneciente o relativo a Jordania'; es decir, como si 'borb¨®nico' acabara equivaliendo a 'espa?ol'. Est¨¢n 'keniata' y 'hachemita', pues, pero no figura 'kosovar', gentilicio de mayor presencia a¨²n en la prensa por causa de la guerra de Kosovo. (Algo similar a 'hachemita' ocurre con 'hind¨²': ahora un hind¨² ya no es s¨®lo quien practica el hinduismo, sino tambi¨¦n el 'natural de la India', por lo que puede haber hind¨²es que no sean hind¨²es).
Esto sucede con multitud de vocablos. Se desvanecen ya las diferencias entre alarmista y alarmante como antes entre honrado y honesto, entre acr¨®nimo y sigla, entre detectar y descubrir, entre afrontar y enfrentar, entre checo y checoslovaco (ten¨ªamos los conceptos 'checo', 'eslovaco' y 'checoslovaco', con significados diferentes), entre coca (la planta) y coca¨ªna (la droga), entre comparecer y aparecer, entre moro (norteafricano) y musulm¨¢n, entre obsoleto y anticuado, entre liderato y liderazgo, entre turco y otomano, entre eficacia y eficiencia, entre eurasi¨¢tico (mestizo) y euroasi¨¢tico (espacio geogr¨¢fico), entre evidencia (que era lo que se ve) y prueba (que mostraba lo que no se ve), entre confrontar (antes igual a cotejar) y enfrentar, entre calcinar (ahora 'abrasar por completo') y carbonizar (los coches se calcinaban y las personas se carbonizaban)... Matices, a la papelera. En el diccionario es lo mismo 'entrar' que 'ingresar' (no as¨ª para los hablantes, que siguen diferenciando entre el significado de 'entrar' en la Academia -y luego salir por la misma puerta- y el de 'ingresar' en ella -en cuyo caso ya no se sale, salvo por defunci¨®n-. ?Se puede ingresar en un ascensor? Pues s¨ª: el diccionario dice que 'ingresar' es 'entrar en un lugar'. Sin embargo, a 'ingresar' le damos siempre un valor a?adido de permanencia: no es igual entrar en un hospital que ingresar en ¨¦l). Los ejemplos se suceden, y s¨®lo se dan en este art¨ªculo unas peque?as muestras.
En el caso de los extranjerismos, la manga ancha con el ingl¨¦s parece tan grande que por ella cabe un diccionario entero de ese idioma. A la hora de acoger voces amigas de otras lenguas m¨¢s pr¨®ximas, la cicater¨ªa se nota por varios sitios. No se incluye 'forcado' (vocablo com¨²n en el lenguaje taurino, originado en el portugu¨¦s 'forca', horca), pero ah¨ª est¨¢n 'overbooking' (sobreventa), 'kit' (lote, juego), best-seller (superventas), flash back (retrospectiva), 'fulltime' (tiempo completo; pero no figura 'part-time')... Se retira 'flas' y llega 'flash' (sin embargo, permanece 'folclore' en vez de 'folklore'). El diccionario recoge 'boite' cuando ya nadie va a una boite, sino a una discoteca, y tambi¨¦n 'dancing' como 'sala p¨²blica de baile', y hasta 'music hall' (?alguien dice 'nos vamos esta noche a un music hall'?; tal vez en Am¨¦rica, y quiz¨¢s en esos casos deber¨ªa especificarse). Y sin embargo, faltan palabras con m¨¢s derechos adquiridos y vigentes. No aparece 'doping'. Ni 'kleenex'. Ni 'boy-scout'. Ni 'hit', ni 'hit-parade'. Pero de repente se vuelve a rendir culto excesivo al extranjerismo y se lee 'paddle' cuando este deporte, llegado a Espa?a en 1974 y a Argentina en 1975, lo invent¨® el mexicano Enrique Corcuera, y tanto la federaci¨®n de su pa¨ªs como la espa?ola (creada en 1987) se autodenominan federaciones de 'p¨¢del', igual que otras hispanoamericanas.
Los vicios de la prensa llevan al diccionario palabras extra?as s¨®lo usadas por los medios de comunicaci¨®n; pero la sintaxis no se toca. 'Entrenar' sigue siendo transitivo (pese al uso sin complemento directo tan extendido hoy), como 'cesar' permanece intransitivo (en el diccionario nadie 'es cesado', aunque s¨ª se cese a directores generales y consejeros en la televisi¨®n).
En cuanto a innovaciones ortogr¨¢ficas, se recoge la acentuaci¨®n '¨¦lite' respetando el uso general (en vez de 'elite', como figuraba antes), pero se escribe 'k¨¦fir' en vez de 'kefir'... Y se mantiene con i latina 'derbi' para se?alar una competici¨®n de dos grandes rivales (entre equipos de la misma ciudad, como suced¨ªa en la tradici¨®n de la ciudad brit¨¢nica de Derby); pero esa extra?a sustituci¨®n de la 'y' no se aplica a 'brandy'...
Con los g¨¦neros se producen algunas sorpresas. As¨ª, 'cameraman' es el 'hombre' (y s¨®lo el hombre) 'cualificado t¨¦cnicamente para la toma de im¨¢genes'. No tiene femenino, claro, porque no aparece 'camerawoman'. Y 'jueza' es la 'mujer que ejerce el cargo de juez' (no una 'mujer juez', sino la que ejerce ese cargo, como si se tratara de algo ocasional en su existencia; no parece referirse a alguien que 'es' juez, sino a quien 'est¨¢ de juez'); pero en la entrada 'juez' se dice: 'persona que tiene autoridad y potestad para juzgar y sentenciar'.
Los t¨¦rminos de la inform¨¢tica brillan por su ausencia, y ni siquiera aparecen los extranjerismos. No est¨¢n ni 'chat' ni 'chatear', lo cual asombra teniendo en cuenta la generosidad extranjerizante de otros campos l¨¦xicos. Ni se han incluido las nuevas palabras del deporte (hemos visto 'paddle', pero no aparece 'squash', entre otras much¨ªsimas ausencias).
Estamos, pues, ante un diccionario extra?o, contradictorio, al que cuesta extraer un criterio que sirva de referencia. Un diccionario que parece aislado de los otros trabajos lexicogr¨¢ficos de calidad que se han venido publicando en estos a?os. Los t¨¦rminos espa?oles llegados de Am¨¦rica constituyen su principal aporte, y hay que felicitar a las Academias por esa labor y por la mejora de miles de definiciones. Y a la vez podemos lamentar el empobrecimiento que nos causa ese chorroborro en el que se vuelcan palabras ef¨ªmeras, reducidas y falsas; confusas.
Ahora se puede decir en correcto castellano 'la esponsorizaci¨®n del show nos ha dado un buen posicionamiento'. Pero eso no es tanto culpa de la Academia como de los materiales period¨ªsticos que le han servido de soporte. Quiz¨¢s lo que ocurre tambi¨¦n es que el diccionario resulta m¨¢s pobre porque el idioma se ha empeque?ecido en estos ¨²ltimos a?os.
De cualquier manera, con este nuevo l¨¦xico ya no vale la pena discutir en los caf¨¦s y las universidades sobre lo err¨®neo y lo certero. Ahora s¨®lo queda hablar de estilo.
Ojal¨¢ el Manual Panhisp¨¢nico de Dudas acad¨¦mico, que sigue en preparaci¨®n, sirva pronto para aclarar el camino de quienes desean expresarse sin complejos, con precisi¨®n y con riqueza. Y con respeto a la cultura de la que son herederos.
?lex Grijelmo es autor de Defensa apasionada del idioma espa?ol.
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