La soledad de Verdaguer en Collserola
Apenas 4.000 personas visitan cada a?o el museo ubicado en la mas¨ªa donde el poeta muri¨® hace ahora 100 a?os
No parece esa mas¨ªa de Sarri¨¤ que lo alberga el lugar m¨¢s propicio para el Museo Verdaguer. Algo debe de fallar cuando apenas 4.000 personas visitaron en 2000 (seg¨²n los ¨²ltimos datos disponibles) el lugar que el Ayuntamiento de Barcelona ha destinado a rememorar la vida y la obra del autor sin el cual -como se ha insistido recientemente- no habr¨ªan podido darse escritores de la talla de Carner, Foix, Sagarra o Pla, a ninguno de los cuales, por cierto, se ha dedicado un museo como el que pretende honrar a mos¨¦n Cinto en Vallvidrera. A ninguno excepto Pla, claro. Pero la comparaci¨®n, en este caso, no hace sino subrayar la levedad de la oferta del centro verdagueriano de Collserola.
Solamente 378 de los 4.000 objetos y documentos que posee el museo han sido inventariados
Si Verdaguer precisa un museo, m¨¢s que esa vieja mas¨ªa es el palacio del marqu¨¦s el que deber¨ªa albergarlo
El dinamismo que respira la casa natal de Pla en Palafrugell contrasta con la quietud monacal que impregna ese caser¨®n en el que, hace ahora 100 a?os, muri¨® el poeta. Un horario de visitas que all¨ª alcanza a todos los d¨ªas de la semana, excepto los lunes, se reduce aqu¨ª a los s¨¢bados, domingos y festivos, aunque para los grupos con visita concertada existe la posibilidad de acceder al museo los martes y viernes por la ma?ana. El programa de actividades destinado a divulgar la obra del autor ampurdan¨¦s adquiere proporciones casi colosales si se compara con la discret¨ªsima oferta del Museo Verdaguer, incluso este a?o del conmemorad¨ªsimo centenario de la muerte del poeta. La riqueza de medios y materiales que la fundaci¨®n planiana ofrece a los especialistas e investigadores -aun con sus inevitables carencias- hace m¨¢s llamativa la pobreza del fondo que conserva la instituci¨®n verdagueriana. Un fondo por otra parte inexplorado, como se reconoce en el Anuario estad¨ªstico de la ciudad de Barcelona: s¨®lo 378 de los 4.000 documentos que posee el museo han sido inventariados. No es previsible, en cualquier caso, que entre ese mont¨®n de papel aparezca un dato relevante o desconocido sobre la vida o la obra de Verdaguer, o al menos as¨ª se cree en el propio museo.
A mediados de mayo de 1902, cuando Verdaguer lleg¨® all¨ª enfermo, la Vil.la Joana deb¨ªa de ser una espl¨¦ndia mas¨ªa, con magn¨ªficas vistas al macizo de Montserrat, que ¨¦l 'cant¨® como nadie', seg¨²n Narc¨ªs Garolera, experto que firma la reciente edici¨®n de dos libros notables del poeta: los art¨ªculos de En defensa pr¨°pia (Tusquets) y el poema L'Atl¨¤ntida (Quaderns Crema). La casa pertenec¨ªa al entonces alcalde de Sarri¨¤, Ramon Miralles, quien no s¨®lo acept¨® la sugerencia de alojar al poeta que le hizo el escritor y periodista Llu¨ªs Carles Viada, un amigo com¨²n, sino que se ofreci¨® incluso a realizar las reformas que pudieran recomendar los m¨¦dicos para la mejor convalecencia del enfermo, como cuenta Josep Pere?a en Els darrers dies de la vida de Jacint Verdaguer, un libro de 1955 reeditado en 1987.
Pese a la excelente disposici¨®n de Miralles, Verdaguer no tuvo una estancia pl¨¢cida en la Vil.la Joana. Y no s¨®lo a causa de la tuberculosis, que lo llevar¨ªa a la muerte tres semanas despu¨¦s. El poeta vivi¨® esos d¨ªas en medio de las fuertes tensiones provocadas por el enfrentamiento entre quienes pugnaban por influir en sus disposiciones testamentarias, seg¨²n recuerda Garolera en Els barris de Barcelona (Enciclop¨¨dia-Ayuntamiento de Barcelona). Verdaguer, en cualquier caso, logr¨® finalmente su prop¨®sito: el 9 de mayo de 1902, la v¨ªspera de su muerte, firm¨® un testamento -revocando de esta forma el que, bajo presi¨®n, hab¨ªa otorgado seis d¨ªas antes- en el que nombraba herederas de sus bienes y derechos a las hermanas Duran y a Amadeu Guri, el marido de una de ellas, la familia con la que hab¨ªa convivido y que lo hab¨ªa alojado en su piso de la calle de Arag¨®, en Barcelona, en los a?os m¨¢s duros de su radical enfrentamiento con el marqu¨¦s de Comillas y el obispo de Vic. 'Uno, con mi salario, me quit¨® el pan del cuerpo; el otro, con las licencias, me quit¨® el pan del alma; uno me priv¨® del beneficio, el otro del oficio', escribir¨ªa Verdaguer en uno de los art¨ªculos de En defensa pr¨°pia.
Tampoco las horas que siguieron a la muerte del sacerdote poeta fueron momentos de oraci¨®n y recogimiento. O al menos eso sugieren, en la versi¨®n citada por Josep Pla (volumen 25 de la Obra completa, Destino), las memorias de un entonces jovenc¨ªsimo Francesc Camb¨®, en las que describe una noche que debi¨® de ser de ¨®rdago, y no s¨®lo a causa de la cerrada tormenta que asolaba el paraje. El concejal Camb¨®, como ¨¦l mismo informa, lleg¨® a la Vil.la Joana al frente de una comitiva integrada por 'algunos coches de caballos' escoltados por un n¨²mero igualmente indeterminado de 'guardias municipales en sus monturas'. Y lo que le esperaba, tras la puerta entreabierta de la hermosa mas¨ªa, debi¨® de superar sus peores presentimientos: 'All¨ª se me present¨® el m¨¢s repulsivo espect¨¢culo: la familia abyecta que lo ven¨ªa explotando se encontraba al lado del cad¨¢ver; la hermana de mos¨¦n Cinto, una viejecita que hab¨ªa venido de Folgueroles para asistirlo, estaba en un rinc¨®n, fuera de la c¨¢mara mortuoria. Por all¨ª circulaban hombres de extrema izquierda que forjaban el plan para que el cad¨¢ver de mos¨¦n Cinto pudiera servir de bandera de esc¨¢ndalo'. Tanta iniquidad no pod¨ªa sino exigir la acci¨®n resuelta del joven representante institucional: 'Yo, que tra¨ªa la delegaci¨®n del alcalde, me impuse a todo el mundo; saqu¨¦ de la habitaci¨®n a quienes nunca debieron haber entrado y, tomando bajo mi protecci¨®n la caja mortuoria, organic¨¦ su traslado a Barcelona. Detr¨¢s del f¨¦retro que llevaba el cad¨¢ver, iba yo; despu¨¦s ven¨ªa la hermana del poeta; despu¨¦s, unos amigos. As¨ª, entre rayos y truenos y fuerte lluvia, la f¨²nebre comitiva hizo larga caminata. El cad¨¢ver de mos¨¦n Cinto, de buena ma?ana, qued¨® instalado en el Sal¨® de Cent'.
De haber podido leerlo, es de todo punto previsible que Verdaguer hubiera estado en profundo desacuerdo con el relato de Camb¨®, defensor incondicional de las personas a las que el poeta atribu¨ªa la responsabilidad de su infortunio: 'Me siento en el deber de afirmar aqu¨ª', escribe Camb¨® en el p¨¢rrafo anterior al que describe la aciaga noche, 'que tanto el doctor Morgades como el marqu¨¦s de Comillas eran no s¨®lo inocentes de todas las calumnias que les lanz¨® el insigne poeta, sino que su conducta hacia ¨¦l fue, durante esos a?os, de una altura moral a la cual pocos hombres llegan, mientras que el poeta, dominado por unos vulgares sinverg¨¹enzas y aconsejado por unos sectarios, difamaba a sus benefactores'. Entre esos 'sinverg¨¹enzas', esos 'sectarios', se encontraba la 'abyecta familia' a la que Verdaguer leg¨® sus bienes y derechos.
Muy poco queda de Verdaguer en la Vil.la Joana: una estola, un ara, una escupidera, una peque?a alfombra y un manuscrito, uno solo: el que da cuenta de un viaje del autor por Europa en la primavera de 1884. Se exhibe tambi¨¦n all¨ª un fon¨®grafo, cuyo cilindro de cera conserva la voz del poeta en una alocuci¨®n grabada en 1897, justo el a?o en que escrib¨ªa los ¨²ltimos art¨ªculos de En defensa pr¨°pia. El Museo Verdaguer trabaja estos d¨ªas, junto con el Museo de la M¨²sica y la Universidad Polit¨¦cnica, para que pr¨®ximamente pueda o¨ªrse qu¨¦ dijo Verdaguer en esa alocuci¨®n: si insist¨ªa en la denuncia de su agravio o preparaba la retractaci¨®n, sin duda t¨¢ctica, tras la cual el obispo Morgades, en febrero del a?o siguiente, le devolver¨ªa las licencias y, con ellas, la posibilidad de obtener un magro estipendio como beneficiado de la iglesia de Betlem de Barcelona. Una iglesia, ya es conocido, situada en La Rambla, justo enfrente del que fue el palacio del marqu¨¦s de Comillas -hoy sede de la Direcci¨®n General de Patrimonio Cultural de la Generalitat-. Si Verdaguer precisa un museo, m¨¢s que esa vieja mas¨ªa de Collserola es ese palacio el que deber¨ªa albergarlo: como capell¨¢n particular y limosnero, all¨ª vivi¨® Verdaguer largos a?os de gloria.
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