Noticia de un adi¨®s
Ante la clausura de las salas del Centre del Carme del IVAM se siente algo parecido a lo que acontece cuando desaparecen los viejos cines o caf¨¦s: una desdichada mezcla de gratitud por los buenos momentos entre sus paredes y de tristeza por los compases irreversibles del adi¨®s. El 30 de mayo, ¨²ltimo d¨ªa de la exposici¨®n dedicada a Markus L¨¹pertz, el Centre del Carme pasar¨¢ a la historia.
Jer¨®nimo Vich, diplom¨¢tico valenciano, embajador en Roma y portentoso mecenas enamorado del arte en tiempos de Carlos V, se construy¨® a principios del siglo XVI un palacio de estilo renacentista sito en la actual calle de Embajador Vich. El edificio fue derribado en 1859 y sus piezas pasaron a pertenecer a la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos. Esta instituci¨®n se hab¨ªa instalado en el antiguo convento del Carmen y all¨ª se acomod¨® el Museo de Bellas Artes. Las dos salas del Centre del Carme del IVAM fueron parte de aquel museo. La primera, a la que se accede desde el claustro renacentista, est¨¢ formada por el antiguo refectorio g¨®tico del convento junto a la sala capitular y fue incorporada en 1908 como ampliaci¨®n del antiguo museo por obra de Luis Ferreres y Francisco Almenar, arquitectos que incluyeron en el acondicionamiento piezas del palacio del embajador Vich. La segunda sala del IVAM, la formada por la gran nave de los lucernarios, es obra del mismo Ferreres y data de 1923-24.
El cierre de estas salas y el desmontaje de las piezas del palacio del embajador Vich suponen dos da?os irreversibles. El primero, del que nada se ha dicho en el debate p¨²blico, es la destrucci¨®n de la intervenci¨®n de Luis Ferreres y Francisco Almenar, tan brillante como interesante desde el punto de vista de la arquitectura muse¨ªstica valenciana de principios de siglo. La impagable paradoja consiste en que la construcci¨®n de un museo del XIX se lleva por delante una intervenci¨®n arquitect¨®nica de marcado sentido novencentista. Surrealismo valenciano.
El segundo da?o es la desaparici¨®n de un lugar excepcional para exhibir el arte m¨¢s experimental. Su altura, su luz, los inmensos lienzos de las paredes crean una atm¨®sfera ¨²nica para la exhibici¨®n del arte m¨¢s innovador. Uno de los m¨¢s prestigiosos centros de arte contempor¨¢neo, el P.S.1 de Nueva York, ocupa el espacio de lo que fue un high school al oeste de Brooklyn. Los creadores que fueron seleccionados en la primavera de 2000 por los comisarios de Greater New York, tras visitar 250 estudios de j¨®venes artistas, hubieran dado lo no escrito por abandonar las salas del P.S.1, que obedecen a la disciplinada distribuci¨®n de las aulas de un colegio, y disponer de unos espacios como los del Centre del Carme.
El arte contempor¨¢neo necesita de espacios amplios. Esta exigencia explica que muchos de los principales centros actuales recuperen viejas factor¨ªas, f¨¢bricas y muelles. El MASS MoCA, en North Adams, Massachusets, reutiliza 28 edificios de una vieja f¨¢brica textil construida en 1872, convertidos tiempo despu¨¦s, en los a?os cuarenta, en la Sprague Electric Company, dedicada a los productos el¨¦ctricos y lugar que ahora alberga uno de los complejos muse¨ªsticos m¨¢s fascinantes de Estados Unidos. El nuevo edificio de la Tate londinense ocupa una vieja estaci¨®n el¨¦ctrica, la Bankside Power Station, cuya sala de la turbina se abre como una gran catedral industrial dedicada al arte por obra de los arquitectos suizos Herzog & de Meuron. En el recientemente inaugurado Palais de Tokio en Par¨ªs, Anne Lacaton y Jean-Philippe Vassal han tirado muros y purgado de elementos accesorios el antiguo Palais du Cin¨¦ma hasta convertirlo en un lugar amplio, muy espacioso e iluminado. Para el dise?o de sus gigantescas salas dedicadas al arte m¨¢s contempor¨¢neo se han inspirado en la plaza Djema El-Fna de Marrakech. Y Barcelona ha inaugurado hace unas semanas el CaixaForum, que ocupa la rehabilitada f¨¢brica textil del industrial Casaramona. Las tres grandes naves paralelas, obra de Josep Puig i Cadafalch, son un buen ejemplo del racionalismo novecentista de principio de siglo aplicado a la arquitectura industrial y albergar¨¢n tanto la colecci¨®n permanente como las muestras temporales de la Fundaci¨®n La Caixa.
En Valencia ten¨ªamos -tristemente tenemos hasta el 30 de mayo- un espacio que sumaba a la amplitud y luminosidad de todos los ejemplos anteriores, la presencia de las piedras, las huellas y la memoria de un edificio del siglo XVI insertadas en el convento del Carmen de la mano de Luis Ferreres. La intensidad po¨¦tica y visual que se respiraba al pasearse por la piezas de Zorio resulta ¨²nica e indescriptible. Por esta raz¨®n, todos estos trueques de espacios propuestos por los gestores del arte quiz¨¢s puedan tener alg¨²n sentido en el universo de los concesionarios de autom¨®viles, pero para los creadores resultan tan incompresibles como tortuosos. Jer¨®nimo Vich y Valterra, al que imagino como un ilustrado renacentista, exquisito, italianizado, un poco epic¨²reo y amante de las provocaciones intelectuales, seguro que apostar¨ªa por tener su patio habitado por plantas de la especie de Juan Mu?oz, Gary Hill, Barcel¨®, Tony Oursler, Craig-Martin, Sicilia, Mullican, Fischli i Weiss, James Lee Byars, Matt Mullican, McCollum, Polke...
Se ha citado una serie de espacios alternativos al Centre del Carme. El mensaje ¨²ltimo indica que el IVAM renunciar¨ªa al arte ¨²ltimo en beneficio de lugares como La Gallera o las Atarazanas. Esta renuncia conlleva una alteraci¨®n de profundo calado sobre el proyecto originario y quiz¨¢s deba explicarse con mayor detenimiento. Creo, y esto no deja de ser una opini¨®n, que este paso hacia un museo m¨¢s Metropolitan y menos P.S.1 nos aleja de todo lo positivo que coloc¨® al IVAM en el circuito mundial del arte. El gran acierto fue construir un museo del arte del siglo XX sin obsesionarse por los picassos y los mondrians, dirigiendo parte de su atenci¨®n hacia la fotograf¨ªa, la arquitectura y lo m¨¢s experimental. Soplando estos vientos, las salas del Centre del Carme han sido una nave esencial.
Que las dos salas del Centre del Carme parezcan el lugar m¨¢s adecuado para exponer el arte del siglo XXI no significa negar conceptualmente la posibilidad de un museo del XIX o de las culturas vikingas. Un debate colateral que est¨¢ tapando el fondo de la cuesti¨®n. El problema es d¨®nde situarlo y a costa de qu¨¦. En la zona de Velluters se est¨¢ finalizando lo que ser¨¢ un complejo que incluye un centro de investigaci¨®n en biolog¨ªa celular. Sin negar la necesidad de dicho centro, lo que s¨ª parece una corriente general en Europa es sacar este tipo de laboratorios fuera de los cascos urbanos, entre otras razones por las severas medidas de seguridad en materia radioactiva, qu¨ªmica y de control de residuos. Sin duda la manzana de Velluters hubiera sido un excepcional enclave para un museo dedicado al XIX, en perfecto di¨¢logo con el entorno urbano. De esta manera nuestra museum mile hubiera comenzado por el Muvim, y habr¨ªa continuado por el Museo del XIX a espaldas de las torres de Quart, el Jard¨ªn Bot¨¢nico, el complejo de la Beneficiencia, el IVAM, el Centre del Carme, el Museo San P¨ªo V y las salas de Bancaixa. Algo m¨¢s de una milla de oro repleta de ciudad y de cultura que habr¨ªa dado un abrazo de vida al ag¨®nico casco antiguo que poco sabe de biolog¨ªa celular pero s¨ª de personas que andan, miran, pasean y viven por sus umbrosas callejuelas.
Manuel Men¨¦ndez Almazora es profesor de Ciencias Sociales y Jur¨ªdicas de la Universidad Cardenal Herrera-CEU.
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