Deformaciones perversas
Jorge Lorenzo, un ni?o que hoy cumple 15 a?os, disputar¨¢ el GP de Espa?a de motociclismo. Le cabe el honor de ser el piloto m¨¢s joven de la historia. Probablemente est¨¦ dotado por un don que le hace especial como tantos otros ni?os prodigio en el deporte. Pero la sospecha de su gran talento no impide pensar en varios factores de extrema irresponsabilidad. El asunto comienza con una flagrante contradicci¨®n: mientras la sociedad, con sus leyes, considera que un adolescente no debe tener carn¨¦ de conducir, el motociclismo le anima a jugarse la vida en el m¨¢ximo nivel del riesgo, el Mundial. Hay algo perverso en el deporte actual, cada vez m¨¢s ¨¢vido de estas deformaciones, empe?ado en romper sus c¨®digos. La misma inmoralidad que supone el dopaje se observa en la tolerancia de situaciones insensatas, como un ni?o enfrentado a las tremendas exigencias de una carrera como la de ma?ana.
En realidad, el caso de Jorge es la m¨¢xima expresi¨®n, por la evidencia de los peligros, de un sistema que promueve situaciones inadmisibles. El deporte no puede caer en la fascinaci¨®n de usar a ni?os como cobayas para satisfacer no se sabe qu¨¦ morbo. No puede amparar a los Mabuses que retardan el desarrollo de las gimnastas; no puede plantearse la posibilidad del sacrificio de un ni?o en el muy adulto -por duro, competitivo y peligroso- motociclismo profesional. Algo indecente subyace en el deporte cuando accede a este punto. Y tambi¨¦n es insensato que el entorno del muchacho participe de un modelo con otros efectos nocivos. En el factor de emulaci¨®n est¨¢n los cada vez m¨¢s tempranos aspirantes a la morgue que se observan en nuestras ciudades. ?Qu¨¦ pueden pensar en sus agitados y livianos caballitos de metal cuando ven que uno de su edad recibe tratamiento de h¨¦roe? Probablemente, que tienen todo el derecho a matarse en cualquier calle.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.