Rep¨²blica obliga
La afrenta que supon¨ªa para Francia, para s¨ª misma y para todos aquellos que la observan desde el exterior, el resultado de Jean-Marie Le Pen en la primera vuelta de las elecciones presidenciales ha quedado lavada en la segunda vuelta por el voto franco y masivo a favor de Jacques Chirac. En 15 d¨ªas, la pesadilla ha dado paso al sue?o renovado de una Francia fraternal y ya aliviada. Gracias a un voto republicano cuyo enunciado y cuya claridad demuestran la fuerza del compromiso transmitido a Chirac por sus conciudadanos. Rep¨²blica obliga.
En efecto, la situaci¨®n surgida del escrutinio del 5 de mayo es in¨¦dita: Jacques Chirac ha sido elegido por ocho de cada diez franceses; encarna una opci¨®n de sociedad compartida por todos aquellos que siguen creyendo en la divisa republicana; por lo tanto, ha sido reelegido por unos principios y no por su proyecto; elegido tanto, si no m¨¢s, por la izquierda que por la derecha, porque esta ¨²ltima s¨®lo pod¨ªa ser claramente mayoritaria en Francia con los votos de la extrema derecha.
A una situaci¨®n in¨¦dita, un presidente in¨¦dito: a quien tiene una muy larga carrera pol¨ªtica detr¨¢s le corresponde inventar e innovar si no quiere que desaparezca el impulso del 5 de mayo. Por el momento, Jacques Chirac se encuentra entre dos infinitos: es el presidente que, en toda la V Rep¨²blica, ha reunido el menor n¨²mero de votos para s¨ª y para su proyecto en la primera vuelta; ?pero tambi¨¦n es el presidente, de todas las Rep¨²blicas, que ha agrupado al mayor n¨²mero de ciudadanos en la segunda vuelta! De este hombre se teme lo peor: que se repliegue en su peque?o n¨²cleo de la primera vuelta, como hizo en 1995, y tambi¨¦n se espera de ¨¦l lo mejor: que demuestre estar a la altura de la confianza que le ha sido otorgada el 5 de mayo.
Y este hombre, manifiestamente, todav¨ªa se busca a s¨ª mismo, dudando entre De Gaulle (cuando dice: 'He comprendido' en vez de 'Os he comprendido') y Mitterrand ('Estar¨¦ siempre a vuestro lado' en vez de 'Estar¨¦ siempre entre vosotros'). Retomando la vieja distinci¨®n freudiana, al 'yo' chiraquiano le cuesta encontrarse entre el 'ello' -la pol¨ªtica del d¨ªa a d¨ªa del Chirac del primer tipo- y el 'supery¨®' que le piden los franceses, es decir, una s¨ªntesis capaz de superar nuestras divisiones y hacer surgir una unidad orientada hacia el futuro y que compense la debilidad de la posici¨®n de Francia en la escena europea y mundial.
?ste es, pues, el hombre que mejor encarna la visi¨®n m¨¢s tradicional de la pol¨ªtica -bando contra bando, clan contra clan-, obligado desde ahora a cambiarla sin la ayuda de las dos nociones clave de las que se armaron sus predecesores: la 'mayor¨ªa presidencial' y su reverso, la 'cohabitaci¨®n'. En adelante, en el interior del c¨ªrculo republicano, toda mayor¨ªa que salga de las elecciones legislativas ser¨¢ la del presidente. Del mismo modo, la 'cohabitaci¨®n', es decir, la institucionalizaci¨®n, en la c¨²spide del Estado, de la lucha por el poder, ya no es posible al carecer de sentido: sea cual sea el resultado, el Gobierno saldr¨¢ de una mayor¨ªa, de derechas o de izquierdas, que ha votado a Chirac. As¨ª, aquel que a lo largo de su primer mandato fue el presidente m¨¢s d¨¦bil de todos los presidentes, se vuelve inatacable, irrompible, por poco que mantenga contacto con el papel que los franceses le han asignado el 5 de mayo.
Este papel ya no puede ser el que le otorgan los portavoces de la derecha: es decir, el instrumento de una reconquista absoluta del poder, la aspiraci¨®n -por otro lado leg¨ªtima- a un casi monopolio del mismo, la vuelta a la coherencia del r¨¦gimen, en la versi¨®n de Pompidou o de Chirac en 1995-1997; en tal caso, el veredicto se producir¨ªa muy r¨¢pidamente, por parte de una poblaci¨®n que se sentir¨ªa de nuevo enga?ada. Este papel tampoco puede ser aquel al que la izquierda quiere relegar a Jacques Chirac: el de una mera referencia republicana sin otra 'misi¨®n' que la que tiene el rey de Espa?a, que no es poca. Si, como ha proclamado el propio Chirac, el resultado del 5 de mayo constituye una 'elecci¨®n fundadora', entonces deber¨¢, 'presidir de otro modo' . Es decir, inventar una presidencia que sea, al mismo tiempo, un magisterio moral -de este modo nuestra historia se muestra especialmente ir¨®nica- y una fuerza impulsora, por encima de los partidos y m¨¢s all¨¢ de las mayor¨ªas. Dif¨ªcil tarea para un hombre que nunca se ha planteado preguntas realmente y cuya forma de proceder siempre ha sido la de ganar y luego 'ya veremos'. Esta vez deber¨¢ pensarse las cosas dos veces.
Una tarea todav¨ªa m¨¢s dif¨ªcil porque los problemas ya est¨¢n aqu¨ª, muy presentes, y en adelante tambi¨¦n ser¨¢n los suyos, y no los de un Gobierno al que le bastaba con criticar. Porque, por desgracia, los cinco millones de votantes de Le Pen est¨¢n ah¨ª para record¨¢rnoslo: Francia vive una crisis pol¨ªtica. La crisis abierta desde el 21 de abril y el accidente electoral del candidato socialista. Confirmada el 5 de mayo con este plebiscito barroco y sin precedentes, la reelecci¨®n de un presidente ayer minoritario por parte de sus propios adversarios, que antes no dejaban de desacreditarle. Pero tambi¨¦n sorda, rampante y larvada, desde que la extrema derecha se instal¨® de manera estable en el paisaje pol¨ªtico nacional.
Porque el diagn¨®stico no ha cambiado en relaci¨®n a lo que escribimos, en estas mismas columnas, desde hace casi 20 a?os, desde 1984 y la primera aparici¨®n significativa del Frente Nacional (en las elecciones europeas): no es tanto una crisis social o econ¨®mica lo que crea la base de este partido xen¨®fobo, como una crisis pol¨ªtica, una crisis del v¨ªnculo pol¨ªtico en todas sus dimensiones, desde las fatigadas instituciones mon¨¢rquicas hasta un jacobinismo territorial agotado, pasando por los diversos males que afectan al sistema de ense?anza, el panorama televisivo, el compromiso militante, etc¨¦tera. Evidentemente, esta crisis del v¨ªnculo pol¨ªtico se nutre de una crisis del v¨ªnculo social -como demuestra la inseguridad- y de una crisis del v¨ªnculo nacional -que libera el racismo- que ella agrava.
Lo que hoy tenemos que reconstruir, de arriba abajo, de abajo arriba, es el v¨ªnculo pol¨ªtico. Es cierto que esto no resolver¨¢ todas las dificultades de una vieja naci¨®n agitada por las incertidumbres de un mundo que hay que inventar, el de Europa y la globalizaci¨®n. Pero no hay otro incentivo para invertir la tendencia, crear el movimiento, dar la vuelta a la situaci¨®n, transformar la crisis en renacimiento. ?ste es el reto que hoy tiene entre manos Jacques Chirac y cuya primera materializaci¨®n es la elecci¨®n del primer ministro y del Gobierno. ?ste es tambi¨¦n el reto para la izquierda, a la que el despertar republicano tambi¨¦n le obliga a superarse. 'La verdadera victoria hace su fortuna con el azar y se burla de la necesidad, de las conveniencias, las modas y los conservadurismos que pesan desde siempre'. Hace un a?o, el colaborador m¨¢s pr¨®ximo de Jacques Chirac, Dominique de Villepin, enunciaba esta recomendaci¨®n al narrar la epopeya napole¨®nica de los Cien D¨ªas, en la que ya pod¨ªa leerse un compendio para tiempos de inquietud y de sobresaltos. Reelegido tanto, si no m¨¢s, por la izquierda que por la derecha, ?sabr¨¢ Jacques Chirac escuchar, escucharnos?
Jean-Marie Colombani es director del diario franc¨¦s Le Monde.
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