La Escuela de Industriales calcula que abandonar su sede costar¨¢ 120 millones
Los ingenieros deben dejar el edificio de la Castellana, que albergar¨¢ un nuevo museo
La salida de la Escuela T¨¦cnica Superior de Ingenieros Industriales del edificio que comparte en la Castellana con el Museo de Ciencias Naturales desde 1910 es considerada por su director, Carlos Vera, como muy problem¨¢tica. Estima que costar¨¢ diez a?os y 120 millones de euros trasladar a sus 3.500 alumnos y 300 profesores a un recinto apto para alojar al coraz¨®n de la ingenier¨ªa espa?ola. De no trasladarse, su vecino museo quedar¨¢ infartado en unos meses.
La Escuela Superior de Ingenieros Industriales, dependiente de la Universidad Polit¨¦cnica de Madrid, y el Museo de Ciencias Naturales son dos instituciones prestigiosas. Vinculadas a la historia de Madrid, grandes y centenarias ambas, permanecen simult¨¢neamente consagradas a la difusi¨®n del conocimiento, al estudio y a la investigaci¨®n. Las dos han compartido en buena compa?a un mismo edificio del paseo de la Castellana desde 1910 hasta ahora. Pero su coexistencia resulta hoy imposible por el empuje del crecimiento de una y otro.
El edificio registra al d¨ªa una circulaci¨®n de unas tres mil personas: hay unos 3.500 estudiantes matriculados en ingenier¨ªa, m¨¢s 300 docentes. En el museo hay que a?adir la cuota diaria de sus aproximadamente 300.000 visitantes al a?o, ni?os en su mayor¨ªa; en el centro laboran 100 investigadores, m¨¢s profesores invitados y 200 administrativos.
Inspirado por Ricardo Vel¨¢zquez Bosco, arquitecto del Palacio de Cristal y la Escuela de Minas, el edificio que alberga ambas instituciones fue construido en ladrillo y acero roblonado, de estilo y planta birrectangular rematada por una pomposa c¨²pula. Se alza sobre un promontorio tapizado de praderas donde luce brillante y nacarado el m¨¢rmol del monumento a la Constituci¨®n de 1978.
El cas¨®n que aloja la escuela, 14.190 metros cuadrados, y el museo, 5.378 metros cuadrados, ha visto los espacios de sus plantas caprichosamente fragmentados entre una y otro. El museo ha construido en su patio un gran cubo de hormig¨®n con salones y almac¨¦n de fauna taxidermizada y material de exposiciones. La Escuela de Industriales, por su parte, mantiene en su patio un taller de fundici¨®n, m¨¢s decenas de instalaciones dispersas tanto intramuros, escenario privilegiado de la ingenier¨ªa espa?ola, como en el per¨ªmetro, en abigarrado caos.
Las tensiones expansivas de museo y escuela prosiguen a un ritmo tal que su coexistencia en el mismo edificio es considerada casi imposible. Por ello, el Ministerio de Ciencia y Tecnolog¨ªa y la Comunidad de Madrid persiguen desalojar del edificio a la Escuela de Ingenieros Industriales y asentar en ese recinto un Museo de Ciencia y Tecnolog¨ªa, superior en tama?o y contenido al que ya existe en el paseo de las Delicias, 61.
Al borde de la asfixia
Seg¨²n Alfonso Navas, director del Museo Nacional de Ciencias Naturales, la instituci¨®n que preside se encuentra 'al borde de la asfixia', espacialmente hablando. Ha tenido que paralizar completamente su taller de taxidermia, disecaci¨®n de animales con fines anal¨ªticos. Su c¨¢mara frigor¨ªfica, que recibe los animales de cierta entidad que perecen en la Comunidad, bloquea la posibilidad de trabajar en aquel recinto. Sus laboratorios de herpetolog¨ªa e ictiolog¨ªa, dedicados a peces y anfibios, que acogen espl¨¦ndidas colecciones primorosamente acu?adas, han llegado al l¨ªmite de su capacidad de almacenaje.
Otro tanto ocurre en su biblioteca, una de las m¨¢s completas de Europa, que exhibe sus anaqueles henchidos de libros y revistas cient¨ªficas hoy con apenas dos palmos de espacio real para archivar futuras publicaciones. El departamento de paleontolog¨ªa, malamente puede almacenar el reguero incesante de riqu¨ªsimos restos de animales prehist¨®ricos que recibe casi a diario del Cerro de Batallones, en el sur de Madrid, comenta Javier Garc¨ªa Guinea, ge¨®logo y subdirector de colecciones, biblioteca y documentaci¨®n del museo.
Carlos Vera, catedr¨¢tico de Ingener¨ªa Mec¨¢nica y director de la Escuela de Ingenieros Industriales, ve muy complicado el futuro traslado. 'Tenemos 3.500 alumnos, con 300 profesores, instalaciones deportivas y unos problemas de estacionamiento verdaderamente angustiosos. La maquinaria que alberga la escuela es dif¨ªcilmente desplazable. Una salida en condiciones no podr¨¢ culminar mientras no est¨¦ construido el nuevo edificio, y ello nos llevar¨ªa unos diez a?os. Construcci¨®n y traslado costar¨ªa unos 120 millones de euros', reconoce. 'Si se adopta la decisi¨®n pol¨ªtica -y financiera-, el traslado se har¨¢. Pero, si se pregunta a la Junta de Gobierno de la Universidad Polit¨¦cnica, estoy convencido de que se opondr¨¢ a abandonar este edificio donde llevamos un siglo'.
Un sal¨®n de cristal bajo el mejor talud
La colina que ocupan la Escuela de Ingenieros Industriales y el Museo Nacional de Ciencias Naturales es uno de los parajes urbanos m¨¢s codiciados de Madrid. Cuenta con excelentes comunicaciones y un solar prestigiado por su preeminencia en el coraz¨®n de la Castellana, junto a los Nuevos Ministerios. Un proyecto de la Fundaci¨®n Nuevo Siglo, firmado por el arquitecto Miguel Oriol, busca desde diciembre de 2000 la recuperaci¨®n plena del conjunto y su deteriorado contorno.
Este proyecto es uno de los que se barajan para instalar, en ¨¢mbito ¨²nico, un futuro museo cient¨ªfico-tecnol¨®gico, seg¨²n persiguen la Comunidad de Madrid y el Ministerio de Ciencia y Tecnolog¨ªa, sensibles a la angustia espacial que viven las dos instituciones inquilinas del mismo edificio.
'El proyecto ordena de nuevo la colina, hoy desnaturalizada por la desfiguraci¨®n de su edificio principal y por el caos que presentan las instalaciones a su alrededor ', dice Oriol. Proyecta desplegar, detr¨¢s del edificio hist¨®rico y axialmente a ¨¦l, una nave-galer¨ªa-sal¨®n, con estructuras de hormig¨®n pretensado en forma de U, acomodada en su inclinaci¨®n al talud que dibuja el terreno bajo la Residencia de Estudiantes. Su interior, una suerte de tubo paralelepip¨¦dico acristalado y di¨¢fano, de 32 metros de anchura y 200 de longitud, adentrar¨¢ una rampa continua desde la cual se podr¨¢n ver los enormes animales prehist¨®ricos o los ingenios tecnol¨®gicos que las generosas dimensiones del futuro museo permitir¨¢n exhibir. Un estacionamiento de 600 plazas completar¨ªa las obras ocultas por el edificio hist¨®rico e invisibles desde Castellana.
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