?Hay un Le Pen en su futuro?
El pa¨ªs. Francia es el coraz¨®n y el cerebro de Europa. Puede haber pa¨ªses m¨¢s amables, m¨¢s bellos, m¨¢s disciplinados, m¨¢s austeros, m¨¢s insulares, pero ning¨²n otro re¨²ne coraz¨®n y cabeza como Francia. No en balde es la tierra de Descartes: 'Pienso, luego existo'. Pero es tambi¨¦n la patria de Pascal: 'El coraz¨®n tiene sus razones, que la raz¨®n ignora'. Podr¨ªa alegarse que el racionalismo ha matado a la creaci¨®n en Francia. La extraordinaria literatura que va de Rabelais a Malraux, tiene sus dos ¨²ltimos grandes autores en Camus y Genet. Despu¨¦s, Francia se convierte en pa¨ªs de te¨®ricos: Levi-Strauss, Lacan, Foucault... Pero el esp¨ªritu literario y rom¨¢ntico se traslada a las calles. Mayo del 68 es el primer movimiento cr¨ªtico de lo que habr¨ªa de llamarse sociedad de consumo, poblada por robots alegres divirti¨¦ndose hasta la muerte. El sill¨®n de Pascal y la estufa de Descartes: reclusi¨®n, reflexi¨®n. La calle, la toma de la Bastilla, las barricadas de 1848, la Comuna de Par¨ªs, Mayo del 68. Francia, cabeza y coraz¨®n. Proporcionalmente el pa¨ªs m¨¢s rico del mundo, acumulando riqueza desde hace mil a?os. Pa¨ªs de herederos: el ch¨®fer de taxi hered¨® una granja en Normand¨ªa, el tendero tiene un Corot adquirido por su bisabuelo. La m¨¢s alta calidad de vida del mundo. El pa¨ªs que con la Revoluci¨®n de 1789 dio base pol¨ªtica y jur¨ªdica al ascenso de la burgues¨ªa comercial e industrial modernas, a los derechos del hombre -pero no de la mujer-; a los derechos del capital -pero no del trabajo-. Pa¨ªs de ca¨ªdas repentinas salvadas por ascensos a menudo heroicos. La pol¨ªtica pusil¨¢nime frente a los fascismos en los a?os treinta tambi¨¦n es la pol¨ªtica social del Frente Popular: salario m¨ªnimo, jornada de ocho horas, seguridad social, vacaciones pagadas. La Francia vencida y vergonzosa de P¨¦tain y Laval tambi¨¦n es la Francia resistente y heroica de De Gaulle y Jean Moulin. Coraz¨®n y cabeza. Ca¨ªdas y ascensos.
El fen¨®meno Le Pen. ?Ha dejado de ser rica Francia? No, pero ha ido dejando en los m¨¢rgenes sociales a demasiada gente. Precisamente porque el pa¨ªs es, mayoritariamente, rico y eficaz, quienes subsisten en las fronteras de la miseria tienen un profundo sentimiento de abandono. Los marginados sienten que la clase pol¨ªtica -derecha e izquierda- los ha olvidado. Es el perfecto caldo de cultivo para el fascismo. De 'los olvidados' nacieron los fasci di combatimento de Mussolini, los camisas pardas de Hitler y el electorado de Jean-Marie Le Pen: seis millones de votos no es una suma despreciable, as¨ª represente s¨®lo un 20% de los sufragios. Le Pen es un demagogo astuto, peligroso, y hasta c¨®mico. Explot¨® sus supuestas glorias militares en Argelia como mutilado de guerra usando un parche. S¨®lo que, a veces, el parche le tapaba el ojo derecho, y a veces, el izquierdo. Embutido como una salchicha blanca en el cors¨¦ de sus blazers con botonadura de oro, Le Pen da pena. Es una figura rid¨ªcula. ?No lo eran tambi¨¦n el Duce y sus bufonadas de ¨®pera? ?No lo era el hombrecito del bigote chaplinesco? No, Le Pen no apena, da miedo. Recoge todo el voto de la insatisfacci¨®n, el sentimiento de marginalidad y olvido. Y lo sazona con la suma de las m¨¢s repugnantes ideolog¨ªas hist¨®ricas. Es antisemita, m¨¢s antijud¨ªo cuando le conviene, m¨¢s antiisl¨¢mico cuando, como hoy, la migraci¨®n magreb¨ª aumenta en Francia. Es, en consecuencia, antimigratorio. Su lista de lavander¨ªa incluye negarle al inmigrante todo derecho en Francia, perseguirlo, expulsarlo y, ante todo, negarle la entrada. Francia para los franceses, es decir, los blancos y no todos: s¨®lo los de derecha. Hasta aqu¨ª, xen¨®fobo, racista, antimigratorio, Le Pen se conforma con la idea ut¨®pica de un reaccionario fascista. Pero, ?oh sorpresa!, Le Pen milita en las brigadas globalof¨®bicas (Zedillo dixit). Quiere una Francia aut¨¢rquica, cerrada al comercio y a la inversi¨®n extranjeras, incomunicada con el resto del mundo, aislada, cortado todo lazo con la Comunidad Europea, con la burocracia de Bruselas. Francia para los franceses, aparte, soberana sobre la nada... ?Se entiende ahora que el h¨¦roe globalof¨®bico Jos¨¦ Bov¨¦ no es m¨¢s que un proteccionista agr¨ªcola franc¨¦s? Las pedradas contra McDonald's (merecidas por las p¨¦simas hamburguesas) enmascaran a un proteccionista tan obtuso como George Bush, el campe¨®n del libre comercio que le cierra las puertas al libre comercio para ganar votos proteccionistas.
La izquierda pulverizada. Si creemos (y es cierto) que las izquierdas latinoamericanas contin¨²an en su crisis pos-sovi¨¦tica, consol¨¦monos. La izquierda francesa perdi¨® una elecci¨®n que pudo ganar a causa de su puro dogmatismo faccionalista. Sume usted. En la primera vuelta, Chirac obtuvo el 19,9% de la votaci¨®n. Le Pen, el 16,9%. El socialista Jospin, el 16,2%, quedando fuera de combate. Pero si al voto pro-Jospin se unen los votos fragmentarios a la trotskista Arlette Laguiller (5,7%) y de sus rivales trotskistas tambi¨¦n, Olivier Besancenot (4,3%) y Daniel Gluckstein (0,5%), y a ¨¦stos los Verdes de Noel Mam¨¨re (5,3%), la negritud de Christiane Taubira (2,3%), el desvanecido comunismo de Robert Hue (3,4%) y la excentricidad de Jean-Pierre Chevenement, doblemente ministro, doblemente dimisionario de Mitterrand y de Jospin, la izquierda hubiese logrado el 43% del voto y, en consecuencia, la elecci¨®n. Lecci¨®n-elecci¨®n, pues, ¨¦sta, para una 'izquierda-confeti', dividida por minucias, dogm¨¢tica y olvidada de las palabras (sinceras o no, como usted guste) de un gran pol¨ªtico m¨¢s maquiav¨¦lico que Maquiavelo mismo, m¨¢s astuto que todos los candidatos de esta ronda juntos, Fran?ois Mitterrand: 'La victoria no ser¨¢ posible para la izquierda si la izquierda olvida a las familias, a los obreros, a los asalariados, a los que sufren...'. Son todos ¨¦stos los que se sintieron abandonados por la izquierda y la derecha emparentadas por el elitismo 'enarca' de sus dirigentes, por las disputas bizantinas de sus clerec¨ªas... Y se fueron con Le Pen.
Un fastasma recorre Europa. Y no es el del comunismo, como predijera el siempre mal le¨ªdo Marx. Es el del fascismo resurrecto. La insatisfacci¨®n en medio de la satisfacci¨®n se vuelve, por contraste, m¨¢s virulenta a¨²n que en sociedades de seculares abismos, como las de Latinoam¨¦rica. En la pr¨®spera Alemania de Schr?der, el partido filonazi Ley y Orden Ofensivos obtiene el 20% de los votos. En Hungr¨ªa, el partido de extrema derecha Justicia y Vida cosecha el 5%. En Rumania, el partido por la gran Rumania llega al 20%. En B¨¦lgica, el Bloque Flamenco gana el 15% del voto. En la pulcra y neutral Suiza, el Partido del Pueblo se levanta con 20% del electorado. En Dinamarca, el Partido del Pueblo da la sorpresa con su lideresa, Pia
Kjaesrsgard: 12% del voto y salvavidas del Gobierno en el poder. En Italia, los dos partidos de la extrema derecha (la Liga del Norte y la Alianza Nacional mussoliniana) se han integrado al Gobierno de Silvio Berlusconi, moderando, es cierto, su ret¨®rica mientras Berlusconi incendia la suya, divisiva, racista y antimigratoria. En Holanda, un fogoso fascista asesinado, Pim Fortuyn, homosexual declarado, era tan xen¨®fobo como Le Pen pero no proclamaba la homofobia (otra de sus gracias) del l¨ªder franc¨¦s. Y, por ¨²ltimo, el padre y motor de la resurrecci¨®n fascista en Europa, el austriaco J?rg Haider, se mantiene con un vigoroso 22% del voto en el tarro de cerveza. El fantasma se ha hecho corp¨®reo.
Chirac ahora y ma?ana. Bienvenida la victoria abrumadora de Jacques Chirac en las elecciones presidenciales del 5 de mayo. Con un 82% de votos a su favor, es claro que Chirac ha cosechado el 43% que hubiese correspondido a Jospin con una izquierda unida, m¨¢s los abstencionistas de la primera vuelta asustados por Le Pen. Ahora, el presidente Chirac tiene dos desaf¨ªos. El primero (escribo en la ma?ana del lunes 6) es formar un Gobierno de transici¨®n verdaderamente representativo de esa 'Francia entera' que proclam¨® en su discurso de victoria el domingo. Tarea dif¨ªcil, toda vez que dentro de cinco semanas Francia volver¨¢ a las urnas, esta vez para elegir a la Asamblea Nacional que acompa?ar¨¢ a Chirac en su nuevo mandato. Hay tres posibilidades. Una, que la derecha republicana chiraquista gane la mayor¨ªa, unificando por primera vez en 18 a?os a la presidencia y al Gobierno, que en Francia son dos cosas distintas. Otra, que se repita la ecuaci¨®n bic¨¦fala (presidente de derecha, primer ministro de izquierda) con las complicaciones pero tambi¨¦n con las virtudes pluralistas que crea la cohabitaci¨®n, ese monstruo con cabeza de gallo y cuerpo de elefante. La tercera, que la Asamblea se divida en tres (derecha, izquierda y lepenista) pr¨¢cticamente asegurando la par¨¢lisis del Estado. Las dos primeras opciones son manejables. La tercera ser¨ªa el horror. Ojal¨¢ que esta vez la izquierda act¨²e unida. Si se repite la cohabitaci¨®n, sea. Tanto Chirac como el eventual primer ministro socialista (?Laurent Fabius, Dominique Straus-Khan?) son pol¨ªticos dem¨®cratas. Si la izquierda pasa a ser primera oposici¨®n, bien tambi¨¦n. Una traves¨ªa del desierto no le vendr¨ªa mal a las facciosas y adormiladas formaciones de izquierda. Tendr¨ªan que ser, despu¨¦s de Le Pen, m¨¢s alertas, m¨¢s constructivas, m¨¢s unidas. Pero la clase pol¨ªtica en su totalidad tendr¨ªa, ahora, que prestar oreja al consejo de Mitterrand: 'Todo es posible para la izquierda a condici¨®n de que permanezca fiel a s¨ª misma, levantando el entusiasmo y la adhesi¨®n'.
?Hay un Le Pen en nuestro futuro? Las democracias latinoamericanas se ven amenazadas. En los extremos, por fen¨®menos como la narcoguerrilla en Colombia, el caudillismo demag¨®gico en Venezuela, el desplome econ¨®mico en Argentina. Hay una pobreza estructural en nuestra regi¨®n, bien estudiada por Hernando de Soto, que promueve aqu¨ª y all¨ª brotes de insurrecci¨®n popular. Pero hay tambi¨¦n, cada vez m¨¢s, una clase media de expectativas perdidas, de nostalgias autoritarias, de niveles de vida en ca¨ªda, de desempleo, frustraci¨®n y horizontes nublados, de ilusiones da?adas. ?ste es el caldo de cultivo de los posibles Le Pen latinoamericanos. A¨²n no salen a la luz. Se cobijan en las sombras. Explotan la pasividad de los gobiernos democr¨¢ticos, sus impericias, sus promesas incumplidas. Pregunt¨¦monos, en cada pa¨ªs latinoamericano, ?hay un Le Pen en nuestro futuro? ?D¨®nde est¨¢? ?C¨®mo se llama? S¨®lo el profeta armado tiene ¨¦xito, advirti¨® Maquiavelo. Los pueblos son veleidosos, a?ade, y por lo tanto el profeta debe estar preparado para obligarlos a creer. Un pol¨ªtico sabio, a?ade el florentino, debe alimentar algunas enemistades contra s¨ª mismo. Venci¨¦ndolas, su grandeza aumentar¨¢... Que cada latinoamericano reflexione: ?Qui¨¦n, entre nuestros pol¨ªticos, posee estas virtudes y es impulsado por estas necesidades?
El mal g¨¢lico. Pertenezco a la ¨²ltima generaci¨®n mexicana y latinoamericana que lee y habla franc¨¦s. Rodeados por el mar angl¨®fono, mantenemos con cierto orgullo el supuesto mal g¨¢lico: ser franc¨®fonos. M¨¢s all¨¢ de la francofon¨ªa, sin embargo, hay un bien g¨¢lico y es que lo que ocurre en Francia posee el efecto de la piedra arrojada en un estanque: 1789, 1848, 1870, 1936, 1968, 2002, son todas fechas premonitorias, prof¨¦ticas de las guerras de independencia de Hispanoam¨¦rica, los movimientos mundiales del socialismo, las revoluciones juveniles de los sesentas y setentas. Y ahora, con suerte, del alerta contra los fascismos resurrectos, de la imprescindible lucha contra la xenofobia, el chovinismo, el racismo, la homofobia, la discriminaci¨®n contra la mujer y la cerraz¨®n aut¨¢rquica de una soberan¨ªa que no se gana en la caverna sino en la cooperaci¨®n con el mundo.
Carlos Fuentes es escritor mexicano.
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