Un ataque contra militares y occidentales
El atentado de ayer en Pakist¨¢n es un golpe a los esfuerzos del Gobierno de Islamabad por acabar con la violencia pol¨ªtica que peri¨®dicamente salpica el pa¨ªs. Tambi¨¦n constituye un aviso al general Pervez Musharraf de que su b¨²squeda de respaldo democr¨¢tico no cuajar¨¢ sin reformas genuinas de un r¨¦gimen que cada poco aparca la Constituci¨®n y da el poder a los militares. El reciente refer¨¦ndum, contestado tanto por los partidos laicos como por los religiosos, s¨®lo le ha dado una victoria vac¨ªa.
A falta de conocer con certeza la autor¨ªa del ataque, las tres l¨ªneas de investigaci¨®n apuntadas por las autoridades revelan los tres principales escollos pol¨ªticos que Pakist¨¢n tiene pendientes. La polic¨ªa se ha referido a extremistas isl¨¢micos, militantes de Al Qaeda y 'agentes extranjeros', eufemismo con el que los portavoces oficiales se refieren a los servicios secretos indios. Sin embargo, de las tres opciones, es tal vez esa ¨²ltima la menos veros¨ªmil aunque s¨®lo sea por lo manida. Los responsables paquistan¨ªes recurren con cierto automatismo a atribuir todos sus males al pa¨ªs vecino, con el que no han resuelto sus diferencias desde la independencia en 1947 y con el que han librado tres guerras.
La referencia a Al Qaeda resulta especialmente oportunista. La comunidad internacional empieza a dudar de la cooperaci¨®n de Pakist¨¢n en una empresa, la lucha contra el terrorismo internacional, que le ha valido tantos parabienes externos como quebraderos de cabeza internos.
En parte conminado por Washington, en parte animado por su apoyo, Musharraf ha emprendido una campa?a contra Al Qaeda en su pa¨ªs y prohibido cinco organizaciones radicales el pasado enero. No obstante, la mayor¨ªa de los detenidos en esa operaci¨®n han recuperado ya la libertad.
Extremistas isl¨¢micos
Son esos grupos locales de extremistas isl¨¢micos los que centran la atenci¨®n de la mayor¨ªa de los analistas. Cortejados durante a?os por el poder para justificar sus desmanes, estos sectores se han visto repentinamente perseguidos a ra¨ªz del giro dado por Musharraf cuando decidi¨® apoyar a EE UU en su acci¨®n militar contra Afganist¨¢n.
Desde entonces varios extranjeros han resultado muertos en ataques de los que se han responsabilizado los islamistas que apoyaban al r¨¦gimen afgano de los talibanes. El caso m¨¢s llamativo se produjo el pasado enero cuando el periodista estadounidense Daniel Pearl desapareci¨® mientras investigaba el extremismo isl¨¢mico. Muri¨® degollado, seg¨²n un v¨ªdeo enviado al consulado de EE UU semanas despu¨¦s. En marzo, dos estadounidenses estaban entre las cinco v¨ªctimas mortales de la agresi¨®n contra una iglesia en Islamabad.
El atentado de ayer en la populosa ciudad de Karachi se dirigi¨® a ese doble objetivo: los ciudadanos extranjeros (la mayor¨ªa de las v¨ªctimas eran franceses) y el estamento militar (su custodia as¨ª como el autob¨²s en el que viajaban eran responsabilidad de la Marina, para la que estaban trabajando).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.