La ¨²ltima fuga de Speedy Gonz¨¢lez
El choque de civilizaciones lleg¨® a los dibujos animados, no por obra de la f¨¦rtil imaginaci¨®n japonesa, sino por las ondas expansivas de la correcci¨®n pol¨ªtica. Quienes pensaban que el apocalipsis con figuras ser¨ªa protagonizado por el Pok¨¦mon n¨²mero 666, ignoraban la capacidad de los norteamericanos de escandalizarse con lo que lleva d¨¦cadas de existir sin ofender a nadie. Durante casi 50 a?os, Speedy Gonz¨¢lez vivi¨® del duro arte de esquivar gatos en las caricaturas hasta que los ejecutivos de Cartoon Network descubrieron que el rat¨®n denigraba a los mexicanos y sacaron del aire sus coloridos episodios. Speedy ha pasado a ser uno de los tres millones de mexicanos que buscan arregl¨¢rselas sin documentos en Estados Unidos.
En epopeyas de seis minutos, el escapista ofrec¨ªa una mezcla de picard¨ªa, folclore y adrenalina, nada como para merecer un ensayo de Paul Virilio, fil¨®sofo de la velocidad, pero s¨ª la atenci¨®n de la Academia (un oscar en 1955 y tres nominaciones en a?os posteriores). A fines de los noventa, el artista de la fuga empez¨® a perder rating y es posible que a eso se deba su destierro. La noticia hubiera sido una de tantas en la evanescente cultura de masas de no ser porque Cartoon Network inform¨® que el rat¨®n ofend¨ªa a chicanos y mexicanos (agrupados en el t¨¦rmino hispanics que la Administraci¨®n de Nixon acu?¨® para definir una cultura como una raza). La aclaraci¨®n sumi¨® en la perplejidad a un pueblo capaz de transformar su despecho en canciones rancheras, pero no de sentirse ultrajado por las correr¨ªas de Speedy. Aunque nuestro paisano vive rodeado de compadres fumadores y holgazanes, y nada lo detiene en su camino hacia una se?orita ('Speedy conoce a tu hermana; bueno, Speedy conoce a todas las hermanas'), muestra menos problemas de personalidad que otros eminentes bichos de la Warner Brothers. Si rebobinamos con calma, Speedy aparece como uno de los mexicanos m¨¢s positivos inventados por nuestros vecinos. Es hiperactivo, alegre y triunfador; la broma, por supuesto, consiste en que estos atributos se le asignen al pa¨ªs donde el destino viaja en burro. Sin embargo, el mundo visto por la Warner a veces coincide con los lugares comunes de los mexicanos. Estamos tan acostumbrados a la adversidad que nuestro grito de guerra en los deportes es '?S¨ª se puede!'. Que un mexicano gane todas las carreras resulta un disparate. Pero como vivimos en tiempos de superaci¨®n personal y manuales de autoayuda, el rat¨®n que no se cansa se ha convertido en modelo de los mexicanos que rompen el r¨¦cord de lavar platos en California. Se trata, en suma, de un chiste 'aspiracional'; como en las novelas de caballer¨ªa, una conducta lun¨¢tica se transforma en medida del m¨¦rito.
En Hollywood, el mexicano ha sido un ser de inmenso bigote que s¨®lo abandona su siesta para beber tequila y desafiar al h¨¦roe con una carcajada que revela dos cosas hist¨®ricas: a) en M¨¦xico no hay dentistas, y b) nos duele reconocer que si California siguiera siendo mexicana ah¨ª no estar¨ªa Disneylandia. Es cierto que a los rusos, los ¨¢rabes y los vietnamitas les ha ido peor, y que a veces la mexicana es una escultural morena que ofrece pi?a colada, pero esto no elimina el estereotipo del mexicano como rival de baja intensidad; ni siquiera es tan malo como para untar guacamole en el h¨ªgado de su enemigo.
En este contexto, el rat¨®n con prisa significa una reivindicaci¨®n. As¨ª lo entienden los activistas reunidos en HispanicOnline.com, que luchan por recuperar a Speedy. El conflicto ya asume tintes geopol¨ªticos: 'Hasta ahora se dieron cuenta de que el gato funge como gringo, y Speedy, como mexicano', comenta Arturo Mercado, que ha dado voz al rat¨®n durante 25 a?os. En Magical Urbanism, Mike Davis sostiene que la cultura norteamericana sucumbi¨® a un discurso binario, digno de la antigua televisi¨®n en blanco y negro, donde la alteridad se limita a los afroamericanos. M¨¦xico comparte con Estados Unidos la frontera m¨¢s cruzada y peligrosa del mundo: de 1996 a 2000, 1.450 migrantes murieron en el desierto tratando de sortear los obst¨¢culos impuestos por la Operaci¨®n Gatekeeper. Peter Andreas hace una eficaz descripci¨®n de las actividades de la patrulla fronteriza: 'Lograr que las iniciativas fallidas tengan ¨¦xito pol¨ªtico'. Aunque Estados Unidos necesita la fuerza de trabajos, endurecer las penurias de los migrantes sirve para simular control. Esta esquizofrenia que cobra vidas no tiene salida a la vista. Mientras las salsas picantes y el espa?ol cambian los h¨¢bitos norteamericanos, la cultura latina sigue siendo un enigma al norte del r¨ªo Bravo. El mismo a?o en que el oscar sac¨® del gueto a los actores negros, Speedy fue proscrito... '?para protegernos!'. ?Es posible que los vecinos nos desconozcan tanto? Si Speedy fuera dibujado por mexicanos tendr¨ªa muchos m¨¢s defectos divertidos, pero los abanderados de la correcci¨®n pol¨ªtica lo respetar¨ªan porque, a fin de cuentas, pertenecemos al grupo de los pa¨ªses raros.
Seguramente Speedy no produc¨ªa suficientes frijoles para Cartoon Network. Pero los mitos encuentran curiosas formas de perpetuarse. El invisible Speedy se ha vuelto m¨¢s notorio que el rat¨®n al que le bastaba gritar '?¨¢ndale!' para esquivar el patrullaje de los gatos. En M¨¦xico la caricatura es la versi¨®n m¨¢s com¨²n de la ¨¦pica. Speedy ya constituye una causa. La imaginaci¨®n popular depende de darle la vuelta a la tortilla: si no lo dejan correr, es que corre por nosotros.
Juan Villoro es escritor mexicano.
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