O Faja o Caja
Por un inexplicable impulso suicida, el Madrid ha emprendido una de sus habituales formas de mortificaci¨®n: la de meterse en un callej¨®n sin salida. Ha vuelto a entrar en un inseguro pasadizo que s¨®lo tiene salida por la escalera de incendios del Hampden Park.
No es f¨¢cil encontrar razones a tan absurdo pasatiempo, salvo que estemos ante una simple muestra de hast¨ªo. Parecer¨ªa que estos chicos se han convertido en una pe?a mundana a cuyos exc¨¦ntricos socios, encantados de haberse conocido, todas las causas les parecen peque?as. Los antecedentes indican que, hartos de sopas y condecoraciones, necesitan su v¨¦rtigo particular, una variedad burguesa de ruleta rusa, para disfrutar del momento. Al menor descuido meten la ¨²ltima bala en el rev¨®lver, giran el tambor, apuntan a la sien y se garantizan uno de los dos ¨²nicos destinos posibles en el h¨¦roe por deporte: la gloria y el agujero.
Nadie sabe si en realidad se trata de un acto deliberado o de una mala costumbre. Si el plan consiste en aplicarse la terapia del riesgo para dar mayor realce a la competencia o mayor profundidad al compromiso, deber¨ªan saber que el tratamiento puede tener graves efectos secundarios; entre ellos, el de desatar una cadena de reproches con car¨¢cter retroactivo. Digamos, por ejemplo, que varios de los turistas que se hicieron pasar por jugadores profesionales ante el Deportivo de A Coru?a no sobrevivir¨ªan a un desastre en el Glasgow. Si el Madrid no gana la Liga de Campeones, alguien dir¨¢ '?sos han sido peores: ni siquiera han estado disponibles durante los miserables cinco minutos en que el equipo los necesit¨®'. Luego recibir¨¢n su taconazo en el trasero y ser¨¢n vendidos al mejor postor en los garitos del mercado.
Pero acaso estemos equivocados. Cabe la posibilidad de que estos multimillonarios aburridos est¨¦n haci¨¦ndonos una exhibici¨®n de audacia. Quiz¨¢s est¨¦n comport¨¢ndose como aquellos temerarios alpinistas de posguerra, siempre obsesionados por escalar la monta?a m¨¢s alta, que acostumbraban a elegir un camino sin retorno; es decir, una ruta en la que s¨®lo hab¨ªa salida por la cumbre.
Ser¨ªa injusto olvidar que algunos de ellos, gente como Ra¨²l, Hierro, Salgado, Solari o Makelele, se han dejado la salud en el campo m¨¢s de cien veces, y que el talento de Zidane, Figo y Roberto Carlos no cabe en ning¨²n almac¨¦n: todos han llenado la vitrina de trofeos, todos saben convertir un bostezo en un gol de oro, y todos tienen un puesto reservado en el equipo ideal de principios de siglo. Para ser invencibles s¨®lo deben recordar que el f¨²tbol profesional no es simplemente la expresi¨®n de una habilidad m¨¢s o menos art¨ªstica: es tambi¨¦n un oficio en el que se exigen dosis inexcusables de car¨¢cter y disciplina.
Pero, con su irregular comportamiento, han vuelto a ganarse, en una sola mano, el beneficio y el perjuicio de la duda. Nos han llevado de nuevo a un pron¨®stico ambivalente: acabar¨¢n cortejando a la diosa o pasando por la trituradora.
Ma?ana, como dijo el general Prim, O faja o caja. Faj¨ªn de seda o caja de madera.
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