'Se?or, misi¨®n cumplida'
El autor rememora que ayer se cumplieron 25 a?os de la cesi¨®n de los derechos din¨¢sticos de don Juan de Borb¨®n a don Juan Carlos en un acto que restaur¨® la monarqu¨ªa y abri¨® el camino hacia la legalidad democr¨¢tica.
Es dif¨ªcil precisar el momento en que el general Franco decidi¨® prescindir de don Juan de Borb¨®n como sucesor, a t¨ªtulo de Rey, de la monarqu¨ªa instaurada por su r¨¦gimen pol¨ªtico.
Franco, sin duda practicaba aquella m¨¢xima que le gustaba recordar: 'Uno es due?o de lo que calla y prisionero de lo que dice'.
Durante m¨¢s de treinta a?os mantuvo silencio y permiti¨® todo tipo de especulaciones sobre qui¨¦n le deb¨ªa suceder.
Conocidas sus inclinaciones hacia la instituci¨®n mon¨¢rquica y su respeto hacia la Casa Real -no olvidaba que el rey don Alfonso XIII fue padrino de su boda-, la decisi¨®n que hubiera de adoptar no era cuesti¨®n de simpat¨ªas o antipat¨ªas personales, sino la determinaci¨®n del perfil adecuado para la jefatura del Estado en raz¨®n a criterios de identidad pol¨ªtica. Todo el sistema de garant¨ªas sucesorias fue subordinado a razones de lealtad: lealtad al esp¨ªritu que inspir¨® a los vencedores en la cruzada; a los principios del Movimiento Nacional surgido de la misma; al rechazo casi visceral a la democracia partidista; a la identificaci¨®n con una monarqu¨ªa que se legitimaba en la victoria de la guerra civil.
Don Juan Carlos se decidi¨® por el cambio hacia la monarqu¨ªa que defend¨ªa su padre
La reforma iniciada desde las leyes franquistas respet¨® los principios de legalidad
Por eso el general Franco, al comunicar al titular din¨¢stico, conde de Barcelona (julio de 1969), que hab¨ªa tomado la decisi¨®n de presentar a las Cortes a su sucesor, le expresa su sentimiento por la 'desilusi¨®n que pueda causaros', a?adi¨¦ndole que debe comprender que no se trata de una restauraci¨®n, sino la instauraci¨®n de la monarqu¨ªa como coronaci¨®n del proceso pol¨ªtico del r¨¦gimen, y que eso exige la identificaci¨®n m¨¢s completa con sus esencias, dando por supuesto que don Juan de Borb¨®n no estaba comprendido en esa hip¨®tesis.
Termina con una frase cargada de intenciones y un tanto maliciosa: 'Conf¨ªo que esta decisi¨®n no alterar¨¢ los lazos familiares de vuestro hogar'; el general quer¨ªa curarse en salud.
As¨ª las cosas, el dilema quedaba situado en el terreno elegido por Franco, y la ¨²nica monarqu¨ªa posible para el caudillo era la de las leyes fundamentales, legitimada por la victoria surgida de la guerra iniciada el 18 de julio de 1936.
Franco mor¨ªa en noviembre de 1975 con la convicci¨®n de que dejaba todo 'bien atado' y con la precauci¨®n de aclarar en el testamento que la petici¨®n a sus compa?eros de armas de lealtad al Rey se concretaba en la persona de don Juan Carlos; precauci¨®n que adoptaba ante el hecho de que todav¨ªa entonces viv¨ªa su padre, don Juan de Borb¨®n.
Desde los primeros momentos del reinado de don Juan Carlos se respiraba un aire distinto; pero nadie sab¨ªa ni c¨®mo ni cu¨¢ndo podr¨ªa producirse alg¨²n cambio. Lo m¨¢s importante era, sin embargo, saber en qu¨¦ habr¨ªa de consistir ¨¦ste, porque la monarqu¨ªa instaurada deb¨ªa su legitimidad a un acontecimiento que supon¨ªa la consolidaci¨®n de la divisi¨®n de los espa?oles en dos bandos.
Esta monarqu¨ªa 'de nueva planta', como la denominar¨ªan algunos constitucionalistas, ten¨ªa un contenido y significado directamente enraizados con el esp¨ªritu de la victoria. Nada debe al pasado -afirm¨® Franco- 'y no admite ni pactos ni condiciones'.
Por entonces, don Juan de Borb¨®n hac¨ªa p¨²blico en Par¨ªs (noviembre de 1975) una nota en la que recordaba que la monarqu¨ªa, para ser ¨²til a Espa?a: '...Debe ser un poder arbitral independiente que facilite la superaci¨®n de la guerra civil... La consolidaci¨®n de una verdadera democracia pluralista, nuestra plena integraci¨®n en la Comunidad Europea y el pac¨ªfico acceso del pueblo espa?ol a la soberan¨ªa nacional para que tenga aut¨¦ntica representatividad en las instituciones pol¨ªticas, hasta hoy emanada de la voluntad del general Franco...'.
Las cartas estaban echadas y quien habr¨ªa de jugarlas era el Rey reci¨¦n instaurado en el trono.
Pasaron los meses y don Juan Carlos se decidi¨® inequ¨ªvocamente por el cambio hacia esa monarqu¨ªa que ven¨ªa siendo defendida por su padre, el conde de Barcelona.
Y fue entonces, cuando la Ley de Reforma Pol¨ªtica hab¨ªa sido refrendada mayoritariamente; cuando los partidos pol¨ªticos -incluido el comunista- hab¨ªan quedado legalizados; cuando estaban convocadas las primeras elecciones democr¨¢ticas libres y por sufragio universal desde 1936, el momento elegido por padre e hijo, con una voluntad integradora definida, para producir la renuncia de los derechos hist¨®ricos por quien ven¨ªa ostent¨¢ndolo desde 1942 y la aceptaci¨®n por parte del Rey de la nueva monarqu¨ªa.
No se trataba de un problema sentimental ni de resolver cuestiones din¨¢sticas porque lo que en realidad estaba en juego era la elecci¨®n definitiva del modelo institucional que se pretend¨ªa para Espa?a.
De un lado estaba claro que la monarqu¨ªa de las leyes fundamentales no contemplaba el pluralismo pol¨ªtico, ni la democracia representativa, ni, por supuesto, la superaci¨®n de la guerra civil, ya que toda su legitimidad proced¨ªa de la victoria alcanzada en la misma y la perpetuaci¨®n de la dial¨¦ctica de vencedores-vencidos. Esa monarqu¨ªa significaba una opci¨®n concreta que, habiendo sido descartada del ¨¢nimo del rey don Juan Carlos, ten¨ªa, sin embargo, la imagen de continuidad que era necesaria para romper la legalidad existente.
De otro lado, el legado hist¨®rico mantenido por don Juan no estaba tanto en sus t¨ªtulos, privilegios, ni en la jefatura de la Casa Real espa?ola como en su contenido pol¨ªtico, concretado desde el manifiesto de 1945 en que su titular, don Juan de Borb¨®n, hab¨ªa definido la monarqu¨ªa de todos los espa?oles con 'aprobaci¨®n inmediata por votaci¨®n popular de una constituci¨®n pol¨ªtica' con el respeto de los derechos humanos, establecimiento de una asamblea legislativa elegida por la naci¨®n, una amplia amnist¨ªa pol¨ªtica y toda una serie de caracter¨ªsticas que la permit¨ªan configurarse como una monarqu¨ªa constitucional y parlamentaria.
Hubo, sin duda, vacilaciones y tropiezos en el camino seguido por la monarqu¨ªa encabezada por don Juan, pero lo sustancial estaba claro, y ¨¦sa fue precisamente la raz¨®n ¨²ltima del rechazo casi visceral que le aplic¨® el franquismo.
Fue en el acto -sencillo pero trascendental- celebrado en el palacio de la Zarzuela el 14 de mayo de 1977 (hace ahora 25 a?os) donde se produce un gesto significativo del cambio, y la monarqu¨ªa que hab¨ªa recibido las legitimidades franquistas se asienta sobre bases democr¨¢ticas en lo que a los pocos meses deb¨ªa ser la monarqu¨ªa constitucional.
Con escasa asistencia y m¨ªnima publicidad, ante el notario mayor del Reino y ministro de Justicia, Landelino Lavilla, en presencia de su familia y algunos invitados especiales representativos del antiguo consejo privado de don Juan, el conde de Barcelona cede aquellos derechos que hab¨ªa conservado durante 36 a?os, desde que los recibiera de su padre, don Alfonso XIII, diciendo: '... Instaurada y consolidada la monarqu¨ªa en la persona de mi hijo y heredero, don Juan Carlos, que en las primeras singladuras de su reinado que ha encontrado la aquiescencia popular claramente manifestada... creo llegado el momento de entregarle el legado hist¨®rico que hered¨¦ y, en consecuencia, ofrezco mi patria, la renuncia de los derechos hist¨®ricos de la monarqu¨ªa espa?ola, t¨ªtulos...'.
Pero si importante fue el gesto de renuncia de don Juan de Borb¨®n, no lo fue menos la aceptaci¨®n de don Juan Carlos de aquellos derechos, y en palabras tan emocionadas como las que acababa de o¨ªr de parte de su padre, afirma: '... Al recibir de tus manos el legado hist¨®rico que me entregas, quiero rendirte el emocionado tributo de mi cari?o filial, unido al respeto profundo que siempre te he profesado...'.
Como se?ala en sus comentarios a la Constituci¨®n Joaqu¨ªn Tom¨¢s Villaroya, 'la cesi¨®n tambi¨¦n por parte de don Juan de Borb¨®n y la aceptaci¨®n por su hijo que aqu¨¦l recibi¨® de don Alfonso XIII reanuda la continuidad sucesoria, y, de alguna manera, la instauraci¨®n de una monarqu¨ªa en una dinast¨ªa que iniciaba don Juan Carlos se convert¨ªa en una restauraci¨®n'.
Si esa restauraci¨®n tuvo alg¨²n sentido lo fue en tanto en cuanto rescataba ese modelo de monarqu¨ªa constitucional y parlamentaria enarbolada por don Juan de Borb¨®n y que desde aquel momento hizo suya el rey don Juan Carlos. Por si fuera poco, la significaci¨®n pol¨ªtica de aquel acto del 14 de mayo, en que se restauraba la legitimidad din¨¢stica, qued¨® refrendada por el art¨ªculo 57 de la Constituci¨®n, que meses m¨¢s tarde deb¨ªa de aprobarse gracias a la enmienda introducida en el Senado por Joaqu¨ªn Satr¨²stegui (uno de los protagonistas m¨¢s destacados de la transici¨®n), al quedar definitivamente reflejado que Su Majestad don Juan Carlos I es el leg¨ªtimo heredero de la dinast¨ªa hist¨®rica.
El senador Satr¨²stegui, al defender la enmienda, que fue aceptada, no olvid¨® se?alar la vinculaci¨®n que exist¨ªa -al menos para algunos- entre la defensa de los derechos de don Juan de Borb¨®n y los valores de la democracia, afirmando que la renuncia y aceptaci¨®n del legado din¨¢stico se hab¨ªa hecho 'cuando, conforme a lo que ¨¦l siempre quiso, el pueblo espa?ol iba hacerse cargo de su propio destino mediante unas elecciones libres despu¨¦s de una amnist¨ªa general'.
Ciertamente el acto de cesi¨®n -aceptaci¨®n de los derechos din¨¢sticos- supon¨ªa la apertura de la legitimidad democr¨¢tica, que tuvo lugar de manera m¨¢s lenta y compleja.
No se quiso romper el complicado sistema jur¨ªdico de las leyes fundamentales que amparaban al franquismo, y la legalidad de su reforma se inici¨® desde la ley del 4 de enero de 1977, dentro del camino que conducir¨ªa a la Constituci¨®n de 1978.
Despu¨¦s del acto del 14 de mayo de 1977, celebradas las elecciones el 15 de junio, al inaugurar la legislatura constituyente, el Rey dec¨ªa: 'La instituci¨®n mon¨¢rquica proclama el reconocimiento sincero de cuantos puntos de vista se simbolizan en estas Cortes. Las diferencias ideol¨®gicas aqu¨ª presentes no son otra cosa que distintos modos de entender la paz, la justicia, la libertad y la realidad hist¨®rica de Espa?a'.
Est¨¢ claro que aquella reforma iniciada desde las leyes franquistas, y que nos llev¨® a la Constituci¨®n democr¨¢tica, tuvo un escrupuloso respeto a los principios de legalidad que la hab¨ªan inspirado. ?se es su m¨¦rito y quiz¨¢s tambi¨¦n la carga pol¨ªtica que ha debido aceptar. Pues, sin renegar del pasado franquista, ha asumido los nuevos compromisos que la convierten en ese modelo que debe reconocerse como monarqu¨ªa democr¨¢tica, monarqu¨ªa de los ciudadanos.
Dentro de las paradojas que se pudieron contemplar en toda nuestra transici¨®n pol¨ªtica, una de las m¨¢s curiosas es la de que precisamente quien inspiraba aquel cambio y evoluci¨®n 'de la ley a la ley' -profesor Fern¨¢ndez- Miranda-, en cuanto lleg¨® el momento se abstuvo de votar a favor de la nueva Constituci¨®n, que se hab¨ªa hecho posible con aquella f¨®rmula.
Al cumplirse ahora el 25? aniversario de aquel 14 de mayo de la monarqu¨ªa restaurada, pienso que ser¨ªa oportuno dedicar un recuerdo a quien con su renuncia de los derechos din¨¢sticos rindi¨® un servicio m¨¢s a la monarqu¨ªa espa?ola. 'Majestad. Por Espa?a, todo por Espa?a', fueron las palabras con que dej¨® en manos de su hijo y heredero, el rey don Juan Carlos, el legado hist¨®rico de una instituci¨®n que hoy preside felizmente un r¨¦gimen democr¨¢tico.
Nada es perfecto, pero, como recordaba el profesor S¨¢nchez Agesta, 'los espa?oles han reconocido en la monarqu¨ªa un s¨ªmbolo de paz, de continuidad, de libertad y de justicia social que se identifica con la noci¨®n misma del Estado como organizaci¨®n jur¨ªdica de la naci¨®n, gestos m¨¢s profundos que la legalizaci¨®n democr¨¢tica que podr¨ªa significar un refer¨¦ndum de la forma de gobierno'.
Sin duda, el rey don Juan Carlos, que ha presidido toda esta obra, podr¨ªa muy bien dirigirse en el recuerdo a su padre, de quien tanto recibi¨®, dici¨¦ndole sencillamente: 'Se?or: misi¨®n cumplida'.
Fernando ?lvarez de Miranda y Torres es ex consejero de don Juan de Borb¨®n y ex presidente del Congreso de los Diputados.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.