La rotonda del loco
Mi domicilio barcelon¨¦s -no es la primera vez que se lo cuento- se halla situado en la esquina del paseo de Sant Joan con la calle de Rossell¨®, encima de lo que fue el cine Chile y hoy es el parking del mismo nombre. As¨ª que -y tampoco es la primera vez que se lo cuento- me encuentro entre Verdaguer y Gaud¨ª: por la ma?ana, cuando me asomo a la ventana de mi despacho para cambiarle el agua y darle de comer a mi perdiz Josefina, veo a mos¨¦n Cinto que me da la espalda, y, a la hora del almuerzo, veo, por la ventana del comedor, tres pin¨¢culos de los campanarios de la Sagrada Familia.
Entre Verdaguer y Gaud¨ª, prefiero al primero. O, mejor dicho, entre la proximidad de Verdaguer, convertido en estatua, y el templo expiatorio del genial arquitecto, prefiero la estatua, al margen de su valor art¨ªstico. El ¨²nico problema es que, en los 10 a?os largos que llevo viviendo en la esquina de paseo de Sant Joan y la calle de Rossell¨®, todav¨ªa no hab¨ªa podido verle el rostro a mi querido poeta.
La estatua de Jacint Verdaguer en Barcelona se halla custodiada por psicoanalistas y psiquiatras
La estatua de mos¨¦n Cinto se sit¨²a, como es notorio, en medio de la avenida Diagonal, en el cruce de Diagonal con el paseo de Sant Joan. Se halla en el centro de la denominada plaza de Moss¨¨n Jacint Verdaguer, que de plaza no tiene nada: es una rotonda, por la que circulan los coches. Para poderle ver el rostro a mos¨¦n Cinto, hay que situarse en la orilla izquierda, mirando a la monta?a, del paseo de Sant Joan, antes de cruzar la Diagonal, justo donde se halla Can Soteras. Pero aun as¨ª, no es f¨¢cil verle el rostro. Por dos razones: por la altitud a la que se halla colocada la estatua y porque el rostro tan s¨®lo se ilumina -y eso cuando luce el sol- a primera hora de la tarde. El resto del d¨ªa, el rostro del poeta es una mancha negra.
Hace un par de meses, hablando con mi amiga Pilar Aymerich, excelente fot¨®grafa, de la imposibilidad de verle el rostro a mos¨¦n Cinto, le ped¨ª si, desde un cuarto o quinto piso del edificio donde se encuentra Can Soteras, pod¨ªa fotografiarme ese rostro. Y as¨ª lo hizo, como pueden ver en la fotograf¨ªa que ilumina estas l¨ªneas. Pilar me dijo que la foto hab¨ªa sido tomada desde el despacho de un psicoanalista, en el n¨²mero 327 de la Diagonal, es decir, el edificio donde se halla Can Soteras. F¨¢cilmente deduje que ese psicoanalista no deb¨ªa ser otro que el doctor Salinas i Ros¨¦s, que habita en el ¨¢tico 2?, como se especifica en la placa que figura en la porter¨ªa del edificio. Ello me llev¨® a pensar que la estatua del mos¨¦n se halla custodiada por psicoanalistas y psiquiatras. Porque, en la orilla derecha del paseo de Sant Joan, cruzada la Diagonal, en la esquina con la calle de Mallorca, vive el doctor Delf¨ª Abella, psiquiatra, autor del libro Moss¨¨n Cinto vist pel psiquiatra. An¨¤lisi psico-patol¨°gica dels articles 'En defensa pr¨°pia' (Barcelona, Barcino, 1958). As¨ª que el mos¨¦n tiene un psicoanalista de frente y un psiquiatra a sus espaldas, y, por si esto fuese poco, a un paso de la estatua, en el 336 de la calle de Mallorca, se halla la sede de la Escuela Lacaniana del Campo Freudiano de Barcelona, desde cuyo portal los turistas suelen disparar sus c¨¢maras. ?Qu¨¦ fotograf¨ªan? Pues nada menos que un extra?o paisaje, tal vez lacaniano, en el que, a la derecha, se ven las torres, los campanarios de la Sagrada Familia; a la izquierda, la estatua de mos¨¦n Cinto; y, en medio, la lechuza publicitaria de los r¨®tulos Roura, encaramada en lo alto del edificio situado entre Mallorca y Diagonal. Gaud¨ª, Verdaguer y la Lechuza.
Observando el rostro de Verdaguer en la foto que me ha regalado Pilar, es f¨¢cil percatarse de que el mos¨¦n no parece de muy buen humor. Me pregunto si su expresi¨®n de fastidio obedece a esa perpetua condena de tener que presenciar, ligeramente inclinado -en el barrio le llaman cari?osamente el cuervo-, el ir y venir de los coches (?para cu¨¢ndo un anuncio de un Verdaguer, virtual, sonriente, al ver pasar un autom¨®vil de su marca preferida, evidentemente 'el mejor'?), o si esa expresi¨®n es debida al hecho de hallarse rodeado de loqueros. En vez de la plaza de Moss¨¨n Jacint Verdaguer, yo le llamar¨ªa, he empezado a llamarla ya, la rotonda del loco.
El s¨¢bado de la semana pasada cay¨® un buen chaparr¨®n en el barrio. Era de noche, arreciaba el viento y no consegu¨ªa dormirme. Fui a echar un vistazo a mi perdiz y, al mirar por la ventana, me pareci¨® ver que el mos¨¦n no estaba en lo alto de su pedestal. Al final consegu¨ª dormirme y so?¨¦ que el mos¨¦n se hab¨ªa escapado de su alado manicomio para refugiarse en el templo de la Sagrada Familia. Y all¨ª estaba el bueno -es un decir- de mos¨¦n Cinto, jugando a la butifarra y zamp¨¢ndose una pizza en compa?¨ªa del Quasimodo del lugar, un Copito de Nieve convertido en una drag queen de Nazario, del Vampiro de la Sagrada Familia, y de un autocar de japoneses de ambos sexos ligeramente acojonados. En el fondo, en un peque?o altar, se ve¨ªa la imagen del beato Antoni Gaud¨ª, con un cirio en la mano derecha y un tranv¨ªa de juguete en la izquierda, pisando con el pie una serpiente con la cabeza del escultor Subirachs.
Un sue?o harto curioso, pero no menos que el de un Verdaguer con camiseta y calzoncillos del maestro modista Ramon Ramis; con calcetines y zapatos de chocolate del maestro chocolatero Antoni Escrib¨¤; con una sotana decorada por los escen¨®grafos Pep Duran y Joaquin Roy; y un sombrero dise?ado por Iago Pericot. S¨®lo que eso no es un sue?o: es una performance que se anuncia en el Espai Esc¨¨nic Joan Brossa. No pienso perd¨¦rmelo.
Mos¨¦n Cinto ha vuelto a colocarse en lo alto de su monumento, donde lleva contemplando el ir y venir de los coches desde hace 78 a?os. En La Vanguardia del pasado martes, mi hermano Llu¨ªs Permanyer, cronista oficial de la Gran Encisera, volvi¨® a pedir que se sustituya el 'provocativo Jacinto' que figura en el monumento -inaugurado por Alfonso XIII, el general Primo de Rivera y el conde de Egara-, por Jacint, que es como se firmaba el poeta. No es la primera vez que Permanyer pide que se realice esa correcci¨®n: ya lo pidi¨® en 1993, y yo, en esta misma p¨¢gina, en junio de 1995 y en enero de este a?o. El arquitecto Oriol Bohigas tambi¨¦n lo pidi¨® har¨¢ un par de meses. A ver si nos hacen caso. Toma nota, Jordi Portabella i Calvete, presidente del Instituto Municipal del Paisaje Urbano y la Calidad de Vida: menos pensar en la tasa tur¨ªstica y estate m¨¢s por la faena.
P.S. Tomo el aperitivo con Juan Mars¨¦ en el Bauma. Comentamos la frase de Elvira Lindo (EL PA?S, 12 de mayo) sobre su 'mente enferma'. Mars¨¦ dice que Elvira se confunde. Mi amigo nunca estrech¨® la mano de Arthur Miller, 'la mano que hab¨ªa tocado el culo de Marilyn Monroe'. La mano que estrech¨® Mars¨¦ fue la de Montand. 'No es lo mismo', dice, 'estrechar la mano del marido que la del amante'.
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