Disfrutaron los caballos
Los caballos de picar se iban pasando el mensaje unos a otros. Esto es jauja, chicos, hoy tenemos vacaciones. No te creas, respondi¨® otro, no olvides que son de Arauz. Ser¨¢n de su padre y de su madre, pero te digo yo que son chiquitos y merengues; mira, ni sangre me ha dejado en el peto. Intervino un tercero: a m¨ª me ha cogido la mano derecha con un pit¨®n y me lo he pasado pipa; le he hecho as¨ª y ha salido corriendo. En fin, el patio de caballos era una fiesta; sobre todo, despu¨¦s de los malos ratos pasados en tardes anteriores.
Disfrutaron los caballos. Y cuando ¨¦stos disfrutan, se aburre el resto. Los equinos no llegaron a plantearse tal cuesti¨®n porque el miedo diario no les da para m¨¢s, pero tampoco hay que ser experto para averiguar las causas.
Arauz / Barrera, Uceda, Romero
Cuatro toros de Arauz de Robles, uno devuelto, impresentables e inv¨¢lidos; Gavira: 3?, bien presentado e inv¨¢lido; 4?, devuelto. Sobreros: el 4?, de Criado Holgado, flojo y manso; el 6?, de Gavira, inv¨¢lido. Vicente Barrera: pinchazo hondo y un descabello (silencio); pinchazo, estocada atravesada, un descabello -aviso- y siete descabellos (pitos). Uceda Leal: estocada (pitos); estocada baja (vuelta). Alfonso Romero: casi entera atravesada y un descabello (silencio); seis pinchazos y casi entera -aviso- (silencio) Plaza de Las Ventas, 16 de mayo, 5? de feria. Casi lleno.
Un fiasco, oiga. Un tratado de incompetencia taurina, dec¨ªa un aficionado humano. Caliente, caliente...
Incompetencia de la autoridad, que hasta el tercer toro no entendi¨® que se estaba cometiendo un fraude a los espectadores. Claro que ella hab¨ªa aprobado esos animalitos esmirriados y pensar¨ªa que los criterios hay que mantenerlos. Qu¨¦ se habr¨¢ cre¨ªdo esta gente, se dir¨ªa ella toda ufana...
Pero hubo m¨¢s: los dos primeros toros rodaron por los suelos como pelotas; el p¨²blico, enfadado, como es natural, y el us¨ªa, que si te he visto no me acuerdo. ?Qu¨¦ es lo que habr¨¢ que estudiar para ser presidente? Dif¨ªcil cuesti¨®n despu¨¦s de lo acontecido. Cuando veinte mil personas ven con sus ojitos que un toro es un muerto en vida y un solo se?or no lo ve, o es que est¨¢ muy mal de la vista o es que sirve a otros intereses. Menos mal que el presidente debe defender los derechos de los espectadores... Pues con presidentes as¨ª, m¨¢s vale que se apruebe la auterregulaci¨®n de los taurinos.
Incompetencia del ganadero titular, que trae a las Ventas cuatro animalitos delgaduchos, a los que se les notaban los costillares y, encima, eran tan flojos como merengues, seg¨²n capt¨® acertadamente la cuadra de caballos al completo.
E incompetencia de la terna actuante, pesada como ella sola e insolvente para lidiar con la dignidad debida una corrida de animales impropios de ser llamados toros.
Competente la banda de m¨²sica, algo es algo, que se dedic¨® a amenizar las esperas entre devuelto y sobrero, lo que siempre es de agradecer en tardes de fiasco tan evidente.
Y hablando de incompetencias, abr¨ªa la terna un torero valenciano llamado Vicente Barrera, muy precavido ¨¦l, que hizo un gran esfuerzo para iniciar la sesi¨®n de aburrimiento general. Se las vio, en primer lugar, con un pobrecito que se defend¨ªa con la cara alta y acud¨ªa a rega?adientes a los cites.Un pase, y otro, y otro, echando fuera la embestida y dej¨¢ndose enganchar la muleta. Le gente protesta que protesta, y Barrera volv¨ªa a colocarse de nuevo para dictar otra lecci¨®n de mal toreo y de tristeza. Ni un solo pase interesante despu¨¦s de cinco tandas. ?Hay quien d¨¦ m¨¢s? Pues el propio Barrera, que repiti¨® la te¨®rica y la pr¨¢ctica en el cuarto, con el que estuvo desangelado y mustio, aunque es verdad que fue molestado por rachas de viento.
?A qui¨¦n sirve un torero cuando insiste e insiste ante un muerto en vida y con el p¨²blico pidiendo a gritos que le ahorre el c¨¢liz del tost¨®n? ?A la empresa, tal vez, que puede entender como un desaire la brevedad? ?O a su apoderado, que, a lo peor, se las ha visto y deseado para conseguir el favor de la empresa?
A ver qui¨¦n responde. Pues otro que puede responder es Uceda Leal, que se enfrent¨®, es un decir, a un son¨¢mbulo. La plaza era un clamor de palmas de tango, la rechifla era general, pero all¨ª insist¨ªa Uceda, una y otra vez, con la muleta enganchada. Un horror. Despu¨¦s, en el otro, le hicieron un regalo. Es verdad que se le not¨® el esfuerzo; es verdad que dibuj¨® dos buenas ver¨®nicas y dos medias ajustadas; que dio dos largos y hondos redondos a base de porfiar, y otro par al final de la faena. Tampoco es mentira que mat¨® de una estocada muy baja y que su labor de conjunto careci¨® de continuidad. Pues le pidieron la oreja y dio una vuelta al ruedo con protestas, pero vuelta completa.
Y la esperanza de la tarde, Alfonso Romero, se torn¨® el frustraci¨®n. Su primero era el m¨¢s inv¨¢lido, pero Romero moj¨® la muleta, se dirigi¨® al lugar donde m¨¢s viento hac¨ªa y se pueden imaginar lo que ocurri¨®. Pues, eso. Lo mejor, su brevedad. Y en el otro, voluntad ante un animal parado, al que despach¨® de manera infamante.
En la plaza qued¨® un run run. Era la cogorza de los caballos de picar. De campeonato.
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