Tiempo
La Historia se acerca a la orilla de los relojes y le da tiempo al tiempo. Hace igual que los r¨ªos, que le dan agua al agua, o que los pol¨ªticos maduros, maestros en el arte de darle la raz¨®n a los tontos. Porque hay un momento en el que la raz¨®n es una forma argumentada de sentirnos orgullosos de nuestras tonter¨ªas, y vivimos con los ojos cerrados, seguros de nuestro camino, sin mirar el enigma de las encrucijadas o el peligro de los alrededores, como los caballos ciegos que desconocen la faena en la que se est¨¢n metiendo. Tiempo al tiempo, una realidad peligrosa en una frase bella.
La Historia parece un pescador que da carrete; suelta hilo para que sus piezas corran, para que avancen por la corriente atrapadas por su anzuelo. La forma de los anzuelos recuerda el signo de una interrogaci¨®n que ya est¨¢ segura de la respuesta. Por eso los llamados seres libres tienen como primera tarea la necesidad diaria de olvidar el dolor que sienten en la boca, la herida del labio que los sujeta al hilo del pescador, a la Historia que le da tiempo al tiempo. El futuro, el desarrollo, el progreso, suelen parecerse m¨¢s al hilo del pescador que a la p¨¢gina en blanco. Somos piezas que corren, sue?os que avanzan, pero sin capacidad de decisi¨®n.
La profesi¨®n de adivino pol¨ªtico ha perdido ya todos sus riesgos. Quien quiera pensar el futuro de Andaluc¨ªa puede limitarse a viajar a los Estados Unidos. La falta de pudor actual del liderazgo norteamericano hace evidente el hilo del porvenir y el anzuelo que llevamos en la boca. Pero hace falta que aprendamos a plantear las cosas bien, que analicemos las relaciones con Norteam¨¦rica como una cuesti¨®n de tiempo, no de espacio. Somos ya Estados Unidos, y m¨¢s que en un paisaje colonizado por una potencia extranjera, vivimos en un di¨¢logo acelerado con nuestro propio futuro. El estilo de vida norteamericano es el estilo de vida espa?ol o andaluz, pero con una anticipaci¨®n de 25 a?os. Debemos aprender a opinar sobre los Estados Unidos como sobre un asunto de pol¨ªtica interna. No merece la pena protestar por el sometimiento a los intereses y a la cultura de un pa¨ªs extranjero, porque las preguntas impertinentes son otras: ?queremos progresar as¨ª?, ?es esa la democracia que deseamos construir en los pr¨®ximos 25 a?os?, ?son inocentes la econom¨ªa y la libertad que nos estamos dando?, ?se puede avanzar de otra manera?
Preguntas que no pertenecen a la pol¨ªtica internacional, sino a los debates internos. El neoliberalismo orgulloso de los conservadores europeos apuesta por una sociedad en la que la educaci¨®n, la justicia y la pol¨ªtica est¨¢n sometidas a la libertad sin l¨ªmites de la especulaci¨®n econ¨®mica. Los gobernantes se juntan, organizan sus cumbres, hablan de progreso y le dan tiempo al tiempo, sueltan el hilo de sus ca?as. Poner en duda ciertos dogmas de futuro no significa regresar a un progresismo trasnochado, sino liberarse del anzuelo, opinar que se puede avanzar de otra manera. Es posible otro futuro, un porvenir que respete (?por lo menos!) las conquistas de los espacios p¨²blicos y las responsabilidades de la solidaridad. Pobre libertad la de los peces que corren con un anzuelo en la boca.
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