Como ni?a con zapatos nuevos
ME DIJO Marisa Paredes que le gustaban mis zapatos. Comprendan que ten¨ªa que empezar as¨ª mi art¨ªculo. La humanidad se derrumba, se demora la creaci¨®n de un Estado palestino, la Tierra se calienta m¨¢s r¨¢pido de lo que se pensaba, que el mundo es espantoso (seg¨²n S¨¢bato) no necesita demostraci¨®n ninguna, mi santo entra en mi cuarto y dice que se ha separado de la Ant¨¢rtida un iceberg, y yo le digo: '?Pero ahora mismo?', y me dice: 'Ahora mismo no, co?o, por momentos'. Yo pongo cara de mujer cariacontecida, porque s¨¦ que a ¨¦l le gusta que las cosas del deterioro del planeta nos amarguen la vida; por eso (qu¨¦ me cuesta hacerle feliz) muestro una tristeza superior, pero en realidad, la cosa m¨¢s tonta puede hacerme feliz, y esa cosa es que Marisa Paredes me dijera que le gustaban mis zapatos. Que la reina de la sofisticaci¨®n me diga que le gustan mis zapatos me pone como una moto. Lo flipo. Me la encontr¨¦ en la gala de Madama Butterfly en el Teatro Real. Yo me hab¨ªa subido a esos zapatos de Stephane Kelian porque sab¨ªa que a la gala ir¨ªan esas jovencitas tipo Martina Klein a las que yo llego directamente por el piercing del ombligo. Cuando sal¨ª de casa con diez cent¨ªmetros de m¨¢s me sent¨ªa sublime, aunque se me pas¨® un poco, eso s¨ª, cuando entr¨¦ al ascensor, porque tropec¨¦ con el escaloncillo y casi me parto el morro contra el espejo. Mi santo dijo: 'A ver si conseguimos no dar la nota, que a m¨ª en el mundo cl¨¢sico se me tiene un respeto'. Del susto del tropiezo me dio un subid¨®n de sudor y me entr¨® la paranoia de llegar al Real con el rodalillo marcado en el vestido, como dir¨ªan en Betty, con golpe de ala, y en el metro (en metro a la ¨®pera: somos lo peor), aprovechando que ten¨ªa el brazo levantado para sujetarme a la barra (qu¨¦ popular), le ped¨ª a mi santo que me oliera la axila propiamente dicha. Acerc¨® su nariz, cerr¨® los ojos (haci¨¦ndose el en¨®logo), y me dijo que se apreciaba un sudorcillo que pod¨ªa atribuirse o bien a una alteraci¨®n hormonal o a un trastorno psicol¨®gico, pero que quedaba oculto por la cantidad exagerada de perfume (Isey Miyake). Si alguna seguridad ten¨ªa en m¨ª misma la perd¨ª de inmediato al entrar en el Real: es dif¨ªcil para una mujer estar en la misma habitaci¨®n con Martina Klein, Jose Toledo, Anne Igartiburu (que me mir¨®, ?con rencor?), en fin, una colecci¨®n de cisnes que a su vez se hab¨ªan subido a unos zapatos tan altos como los m¨ªos, cosa que yo creo que deber¨ªa estar prohibida por la Constituci¨®n Espa?ola, porque son ganas de humillar. Yo saltaba de un lado a otro intentando que ninguna de esas se?oritas se pusiera a mi lado, con lo cual deb¨ªa parecer uno de esos enanos que se suben a los zancos y recorren de un lado a otro los desfiles de carnaval. Menos mal que me rescat¨® mi acomodador favorito, Javier del Pino, que me besa la mano y me trata como a esa dama que no soy. El mundo es espantoso, s¨ª, vale, de acuerdo con S¨¢bato, pero a m¨ª un acomodador guapo me alegra el esp¨ªritu. El mundo es espantoso, pero qu¨¦ conmovedora es Madama Butterfly, qu¨¦ bonita la cara de Maria Pia Ionata en primer plano por el montaje impresionante de Mario Gas. Y yo estaba gorda de orgullo que no cab¨ªa en esa butaca porque ?ngel Carrascosa, del Teatro Real, me hab¨ªa pedido que hiciera un texto para el programa y a Marisa Paredes le gustaron mis zapatos. Eso me hizo sentirme un poquito superior, menos mal que no todo son alegr¨ªas. Al d¨ªa siguiente, Carrascosa me dijo que un entendido oper¨ªstico le hab¨ªa dicho que no pod¨ªa creer que la que escrib¨ªa en el programa Butterfly fuera la misma pedorra que escrib¨ªa las chorradas de EL PA?S. Yo en el fondo entiendo al se?or -siempre estoy de parte de mis detractores-, de hecho estoy yendo a una terapia a ver si descubro a qu¨¦ carta quedarme. De todas formas, la gente no sabe elogiar sin ponerte un pero. La otra noche fuimos al Cock con Betty (Ana Mar¨ªa Orozco) y Nicol¨¢s Mora (Mario Duarte), porque ya somos algo as¨ª como su familia en la madre patria, y se mont¨® un peque?o revuelo de admiradores bettymaniacos. Los gays rondaban a la reina de la telenovela: Betty tiene mucho ¨¦xito en el mundo rosa. Luego se acercaron unas se?oras y, despu¨¦s de elogiar a Nicol¨¢s Mora, le dijeron a Betty, con todo el desparpajo del mundo: 'Usted nos gustaba cuando era fea; ahora que es guapa, ha perdido la gracia'. A m¨ª los rendidos admiradores me dan mucho susto.
Brindamos a la salud de la boda de Armando Mendoza y Beatriz Pinz¨®n, que era inminente (en mi casa se vio con m¨¢s expectaci¨®n que la final de la Copa), y despu¨¦s, los hombres, el genial Mario Duarte, el diplom¨¢tico Jos¨¦ Antonio de Ory, el novio de Betty y mi propio santo, se quedaron pensativos mirando cada uno su vaso de cubata. En sus mentes flu¨ªan aquellas m¨ªticas palabras de Nacho: 'Mi polla no me cabe en un vaso de cubata'. Encuentro aleccionador que los hombres se sientan humillados. A m¨ª me faltan diez cent¨ªmetros en las piernas y me duele, a ellos les duele tambi¨¦n andar escasos. Se siente. Por cierto, que mi suegro me felicit¨® en secreto por el art¨ªculo de la polla de Nacho. Es que sabe que a su hijo no le gusta que me ponga tan ordinaria. Y lo que yo digo: si no fuera por esas ordinarieces, el mundo s¨ª que ser¨ªa horrible.
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