M. G.
Pienso en una de esas paredes lisas y verticales por la que los escaladores trepan, apoy¨¢ndose en la superficie m¨ªnima de la punta de los dedos. En el extraordinario esfuerzo que tiene que suponer avanzar as¨ª, ganarse a la piedra, cent¨ªmetro a cent¨ªmetro. Pienso ahora en un tobog¨¢n. En una de esas txirristras de parque por las que los ni?os se deslizan alegremente, sin dificultad. La vida es una combinaci¨®n de paredes y txirristras. Dejarse la piel, algunas veces. Y otras, menos mal, resbalar por la pendiente suave de deseos, proyectos y metas que parecen hacerse solos.
Y est¨¢ claro que hay condiciones previas, circunstancias personales y generales, interiores y exteriores, que se lo ponen a unos m¨¢s f¨¢cil que a otros. Nacer aqu¨ª o en tantos all¨ªs tercermundistas no es lo mismo. Tampoco, nacer en el amor y en el respeto o en sus negaciones. Y naturalmente, estar dotado de f¨¢brica en lo f¨ªsico y en lo intelectual marca las diferencias a la hora de concretar proyectos y ambiciones.
Hoy, quiero insistir en la facilidad de los dones, en la ventaja de partida de los talentos, cuya gracia toca s¨®lo a algunos elegidos, preferidos de la naturaleza -con cualquiera de sus nombres-, multiplic¨¢ndoles la probabilidad de cumplir lo que decidan proponerse.
El pelotari Mikel Go?i es uno de esos tocados por la suerte. Su materia prima es la ¨®ptima para el ejercicio de un deporte del que me confieso admiradora. Y digo admiradora, y no aficionada, porque encuentro representadas en la pelota a mano esos matices, esos apuntes espont¨¢neos e imprevisibles que convierten en art¨ªstico lo t¨¦cnico; en cultural, lo material. En bello, lo eficaz.
Admiradora, pues, de Mikel Go?i -y de otros, claro, pero s¨®lo ¨¦l ha sido noticia lamentable esta semana-, de Mikel, Go?i II , imprevisible obrador de cultura y de arte, de belleza s¨®lo con las manos y el ¨²nico concurso de una pared de piedra y una pelota. Y esa m¨ªnima expresi¨®n en los ingredientes es, para m¨ª, otro de los encantos fundamentales de este deporte natural, que parece que se inventa en cada partido, como en la primera vez perpetua de quien, un buen d¨ªa, decidi¨® empezar a jugar con lo puesto.
Y he dicho noticia lamentable, porque Aspe, la empresa para la que trabaja Go?i II, ha suspendido la semifinal del Campeonato Manomanista que deb¨ªa enfrentarle con Rub¨¦n Beloki, alegando la falta de garant¨ªas de que su pelotari pasara satisfactoriamente el control antidopaje reglamentario a esas alturas de la competici¨®n.
Lamentable, porque lo lamento. Porque deseaba ese partido. Pero acertada, a mi juicio, la decisi¨®n de la empresa, porque de esc¨¢ndalos est¨¢n sobrados los deportes, y escasos, en cambio, de elegancias como ¨¦sta de preferir las presunciones a las condenas; es decir, de frenar a tiempo la ca¨ªda de quien va de cabeza contra el suelo.
Y es que Mikel Go?i ha ido cambiando la pendiente acogedora del tobog¨¢n de su talento por la ca¨ªda libre de unas aficiones que no voy a juzgar en lo personal, sino s¨®lo a deplorar por incompatibles con lo deportivo. Y la suspensi¨®n de Aspe tambi¨¦n me parece adecuada por eso, porque relaciona justamente el m¨¢s que probable positivo de Mikel Go?i no con el uso de esas sustancias que algunos deportistas toman para suplir lo que les falta, sino de otras, de las que merman lo que algunos atletas tienen de sobra. En fin, porque subraya que no se trata de un dopaje, sino del sabotaje que este chaval excepcional se est¨¢ haciendo a s¨ª mismo.
La pelota necesita de esos j¨®venes jugadores -B. O. R. Z. X., s¨®lo iniciales para apuntar, no cerrar listas- que est¨¢n devolviendo a los frontones afici¨®n; y bellas jugadas que adem¨¢s de deporte son resumen hist¨®rico y est¨¦tico de nuestra m¨¢s (re)conciliable identidad. Necesitamos a Go?i II. Ojal¨¢ que encuentre en su talento el talento para salir de ¨¦sta. La fuerza de volver al principio, a la pendiente suave de sus dones. De su responsabilidad por tanto regalo.
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