Cambio efectivo
En las cinco temporadas transcurridas desde que se decidi¨® que los cuartos de final de la Liga ACB se disputasen a cinco encuentros, los enfrentamientos se liquidaron en un 40% por la v¨ªa r¨¢pida (3-0), s¨®lo en un 20% el equipo con desventaja de campo logr¨® mandar de vacaciones a su rival, ¨²nicamente en un 15% se alcanz¨® el ¨²ltimo y excitante partido y s¨®lo en cuatro eliminatorias.
Estos datos demuestran que este primer paso hacia el t¨ªtulo no ten¨ªa demasiada dificultad para los pesos pesados, con la consiguiente p¨¦rdida de la necesaria emotividad y expectaci¨®n. Si lo que sostiene y da argumentos para defender el sistema de Liga regular y play-offs radica en que estos ¨²ltimos sean realmente el c¨¦nit de la temporada por su igualdad, emoci¨®n y dramatismo, no era de recibo lo ocurrido en el ¨²ltimo quinquenio.
Este a?o, la situaci¨®n general, con el Bar?a, el Unicaja, el Madrid y el Tau bastante por encima del resto, tampoco auguraba grandes emociones. Afortunadamente, y a diferencia de otros deportes, en los que el sistema de competici¨®n parece m¨¢s intocable que la Biblia, el baloncesto espa?ol no ha tenido reparos en buscar lo mejor, aun corriendo el peligro de que al final fuese enemigo de lo bueno. El cambio de orden del 2-2-1 al alternativo 1-1-1-1-1 se ha mostrado id¨®neo a las primeras de cambio, posibilitando que los d¨¦biles jueguen en su terreno antes de tener pr¨¢cticamente perdida la contienda (el habitual 2-0) y, como consecuencia inmediata, hoy tenemos tres de los cuatro enfrentamientos igualados, situaci¨®n dif¨ªcilmente imaginable con el sistema anterior.
De golpe y porrazo, el Bar?a, el Madrid y el Tau se encuentran en estado de m¨¢xima alerta ante el tercer partido y deben sufrir una penitencia a?adida: el crecimiento an¨ªmico de sus rivales, sobre todo en el caso del Lleida y el Pamesa. Pero es el cl¨¢sico madrile?o el que hace pensar m¨¢s en la sangre, el sudor y las l¨¢grimas. La buena noticia que para el Madrid supone la vuelta de Ra¨²l L¨®pez, cuyo sitio sin duda no est¨¢ en este universo europeo, se compensa con esa lacra para el juego blanco que supone desde hace demasiados a?os su desesperante capacidad para perder balones. En el Estudiantes la inconsistencia e imprevisible juego de Patterson, m¨¢s dif¨ªcil de adivinar que una combinaci¨®n de la primitiva, ha pasado a segundo plano con la aparici¨®n estelar de Nacho Azofra, que apunt¨® en el primer partido y ajustici¨® en el segundo.
Si Ra¨²l y Nacho, cuyo manual del baloncesto se basa en la creatividad mucho m¨¢s que en el automatismo, se hacen con los mandos, est¨¢n justificadas las esperanzas de ver una espectacular eliminatoria que confirmar¨ªa, con ayuda del Lleida y el Pamesa, que los cuartos de final han dejado de ser un formulismo para los grandes.
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