Carmen / Granada
- Viene del lat¨ªn.
-No, es ¨¢rabe.
Pepe siempre quer¨ªa tener raz¨®n. Y cuando de Espa?a se trataba, ning¨²n guiri le iba a ense?ar nada. De modo que la palabra carmen, de tanta solera granadina, ven¨ªa del lat¨ªn carmen, o sea canci¨®n, y no hab¨ªa nada m¨¢s que decir. Al d¨ªa siguiente le mand¨¦ la demostraci¨®n documental de que esta vez s¨ª estaba equivocado. Y nunca m¨¢s me volvi¨® a hablar.
Si un carmen se llama as¨ª y no otra cosa es porque tanto la etimolog¨ªa como la concepci¨®n del mismo son ¨¢rabes. Seg¨²n todos los diccionarios la voz procede del ¨¢rabe karm, vi?edo. 'En Granada, quinta con huerto o jard¨ªn', nos asegura el DRAE. Pero la aclaraci¨®n no es suficiente. Lo esencial de un carmen es su ubicaci¨®n en una ladera escarpada y el hecho de ocultarse -casa y jard¨ªn ¨ªntimamente fundidos, con susurro de agua- detr¨¢s de altas tapias. Para¨ªso cerrado para muchos, jardines abiertos para pocos: Lorca se?al¨® que el t¨ªtulo del poema de Soto de Rojas defin¨ªa insuperablemente no s¨®lo el carmen sino el car¨¢cter m¨¢s hondo de Granada. El poeta barroco acertaba, desde luego, con la palabra para¨ªso, porque para la mentalidad musulmana el carmen representaba exactamente esto: reflejo y anticipo terrenal del Cielo.
Lo capt¨® Rub¨¦n Dar¨ªo, extasiado, cuando estuvo aqu¨ª a principios de siglo: 'J¨®venes enamorados, parejas dichosas de todos los puntos de la tierra: si sois ricos, venid a repetiros que os am¨¢is, en el tiempo de la primavera, a un carmen granadino; y si sois pobres, venid en alas de vuestro deseo, en el carro de una ilusi¨®n'.
Si vivir en un carmen siempre ha sido el mayor atractivo que ofrece Granada -bien lo sab¨ªa Falla-, hoy, con la progresiva destrucci¨®n de la ciudad y su entorno, lo es m¨¢s que nunca. Realmente llama la atenci¨®n tal destrucci¨®n, por lo visto imparable. Es como si, en el fondo de su alma, los granadinos no amasen su lugar de nacimiento, o hubiesen perdido ya toda fe en la salvaci¨®n del mismo. El contraste con Sevilla salta a los ojos.
Uno de los atentados m¨¢s recientes es la horrenda torreta met¨¢lica levantada por los militares detr¨¢s de la ciudad, que adquiere su verdadera dimensi¨®n insultante cuando la alcanzan los ¨²ltimos rayos del sol. Otro es la flamante sede de la Caja de Ahorros, nuevo palacio de Carlos V, que aplasta su entorno e invita a que se lo siga machacando. Desde la Vega -ella misma cada d¨ªa m¨¢s degradada- se observa, encima de Granada, una inmensa mole de cemento. El engendro se llama C¨¢rmenes (sic) de San Miguel. Ser¨ªa dif¨ªcil encontrar en Europa una mayor afrenta urban¨ªstica. En cuanto al Rey Chico y a quienes dieron los permisos, mejor callar.
Un buen d¨ªa, al observar atentamente una granada abierta, con sus m¨²ltiples semillas rojas, a alg¨²n loco se le ocurri¨® inventar la bomba de mano. De modo que la hermosa fruta, inspiradora de mil poemas, es tambi¨¦n s¨ªmbolo de la muerte. Tal vez ello explique que esta ciudad, a quien la Naturaleza ha dado todo, parezca empe?ada en hacerse da?o. De ello sab¨ªa mucho al autor de Yerma. Adem¨¢s, ?no rueda muerto la pendiente un personaje suyo 'con una granada en las sienes'?
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