Del tajo al aula
Una treintena de paquistan¨ªes acude en Albox a clases de adultos para mejorar sus posibilidades laborales
Sajid Hussain es paquistan¨ª, tiene 24 a?os y demuestra un m¨¢s que digno dominio del castellano para llevar s¨®lo diez meses en Espa?a. Cada d¨ªa, de lunes a viernes, se levanta a las cuatro de la madrugada para subirse a un autob¨²s que lo trasladar¨¢ desde el municipio almeriense de Albox -donde residen ya m¨¢s de 400 paquistan¨ªes- hasta Pulp¨ª, una localidad lim¨ªtrofe con la provincia de Murcia en la que trabaja como pe¨®n agr¨ªcola.
Despu¨¦s de recoger lechugas durante horas, Sajid vuelve a subir al autob¨²s para regresar a casa. Llega a Albox entre las cuatro y las cinco de la tarde, se ducha y se cambia de ropa para sacudirse la fatiga de la jornada laboral, prepara la comida para el d¨ªa siguiente y despu¨¦s, en lugar de abandonarse a un merecido descanso, agarra cuadernos y bol¨ªgrafos y se dirige al instituto Mart¨ªn Garc¨ªa Ramos.
En las aulas de ese centro permanecer¨¢ desde las 19.30 hasta las 22.20. Despu¨¦s, vuelta otra vez a casa y a descansar hasta que el siempre desagradable pitido del despertador le alerte de que ya son las cuatro de la madrugada. Sajid Hussain es uno de los 33 paquistan¨ªes que este curso se matricularon en el primer ciclo de Educaci¨®n Secundaria de Adultos (ESA) en el instituto Mart¨ªn Garc¨ªa Ramos de Albox. Como ¨¦l, tambi¨¦n sus compa?eros parecen inasequibles al cansancio y han optado, con envidiable displina, por cultivar sus ansias de ampliar conocimientos y estudiar para mejorar de trabajo, aunque eso suponga tener restarle horas al descanso y soportar cada d¨ªa una agenda en la que casi est¨¢n ocupadas las veinticuatro horas del d¨ªa. S¨®lo los imperativos laborales les apartan de las aulas. De hecho, de los 33 que se matricularon al principio algunos han dejado de acudir a clase al verse obligados, una vez que empieza a flojear la campa?a agr¨ªcola, a trasladarse a otras ciudades en busca de un trabajo en otros sectores, como la hosteler¨ªa.
Marisa Oveja, una de las profesoras, ensalza la capacidad de aprendizaje que tienen todos. 'Est¨¢n muy bien en matem¨¢ticas, y la historia de Al-Andalus, por ejemplo, la conocen mejor que muchos de nosotros. Aprenden r¨¢pido y bien, pero lo que m¨¢s les cuesta es el idioma, sobre todo con los sin¨®nimos', explica la profesora.
'Un d¨ªa est¨¢bamos trabajando con el verbo llevar y de repente uno de ellos levant¨® la mano y me dijo que llevar ten¨ªa otro significado distinto al que les estaba explicando. Mir¨¦ hasta en el diccionario de sin¨®nimos y ¨¦l segu¨ªa insistiendo en que hab¨ªa otro significado hasta que me dijo que un d¨ªa, haciendo unas operaciones de matem¨¢ticas, les hab¨ªan dicho sumo esto o resto aquello y me llevo tanto'.
Muhammad Akmal Meer, de 29 a?os, explica la motivaci¨®n principal que llev¨® a la mayor¨ªa de ellos a clase. 'Necesito aprender espa?ol para mejorar mi trabajo porque la agricultura es muy dura. Despu¨¦s quiero seguir estudiando para trabajar en una f¨¢brica'.
Asfaq Ahmed, de 33 a?os, respalda la opini¨®n de su compa?ero. Para ¨¦l, que antes de recalar en Espa?a trabaj¨® en Italia y en Noruega, el idioma es tambi¨¦n lo m¨¢s importante. Eso le allanar¨ªa el camino para poder estudiar para mec¨¢nico, uno oficio en el que ya comenz¨® a formarse cuando estaba en Noruega. Sin embargo, aunque las clases les ayudan, reconocen que despu¨¦s no tienen oportunidad de practicar mucho. En el trabajo y en el pueblo se relacionan solo entre ellos y tienen miedo a hablar con los espa?oles porque no creen tener el suficiente dominio del idioma.
Marisa Oveja y el resto de profesores esperan que estos paquistan¨ªes completen los dos ciclos de la ESA y accedan a alg¨²n m¨®dulo formativo. Ese es tambi¨¦n el objetivo de casi todos ellos. Est¨¢n convencidos de que a mayor formaci¨®n, mejor trabajo y, por tanto, menos manotazos contrariados a un despertador preparado para sonar a las cuatro de la madrugada.
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