La fiebre patri¨®tica
De nuevo el patriotismo est¨¢ de actualidad. Los nacionalismos son estas d¨¦cimas de temperatura que uno tiene a menudo -algunos m¨¢s que otros-, pero a las que apenas se hace caso. De pronto sube la fiebre y se produce el salto al patriotismo. Esto ya es una enfermedad. Quer¨ªa escribir sobre el partido de f¨²tbol Catalu?a-Brasil, pero una oleada de patriotismo nos invade desde diversos frentes y ser¨ªa muy injusto fijarse s¨®lo en la paja propia y no ver la viga ajena.
Los encuentros de la selecci¨®n catalana se han convertido en una exhibici¨®n de nacional-cinismo que tuvo ante la selecci¨®n brasile?a, en un Camp Nou lleno, su momento culminante. No me referir¨¦ a las ausencias en el equipo catal¨¢n, que eran muchas, porque las prioridades son las que son y no pod¨ªa ser de otra manera. Ni tampoco a esta tendencia irrefrenable que los nacionalismos tienen a montar lo que en los a?os oscuros se llamaban 'demostraciones sindicales': el pr¨®logo folcl¨®rico -el arte de las patrias, por lo que se ve- parece ser ineludible. El presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, reclama a los inmigrantes la obligaci¨®n, entre otras, de hablar nuestra lengua. Resulta chocante esta exigencia cuando la mayor parte de los jugadores de la selecci¨®n que fueron entrevistados por la televisi¨®n catalana contestaron en espa?ol. ?Vamos a pedir a los inmigrantes lo que no se exige a quienes asumen una representaci¨®n deportiva nacional? Quiz¨¢ vaya siendo hora de aceptar, sin ambig¨¹edades, la realidad biling¨¹e del pa¨ªs, porque de nada sirve negar lo evidente.
Pero lo grave en torno a la selecci¨®n catalana -lo que me hace hablar de nacional-cinismo- son las restricciones mentales sobre las que est¨¢ construida. Miraba al palco y ve¨ªa a Pujol y al presidente del F¨²tbol Club Barcelona, Joan Gaspart, en la presidencia tratando de capitalizar una selecci¨®n que si no existe es porque ellos no quieren. El Gobierno nacionalista, siempre muy suelto en las palabras pero muy contenido en los hechos, nunca -y mucho menos con Artur Mas, que es timorato hasta en el discurso- afrontar¨¢ en serio la normalizaci¨®n de la selecci¨®n catalana. Le ocasionar¨ªa demasiados conflictos con las autoridades espa?olas, demasiados reproches en medios futbol¨ªsticos internacionales y pol¨ªticos europeos como para que el Gobierno tenga el menor inter¨¦s en dar la batalla. Pujol y los suyos dan por buena la situaci¨®n actual: una campa?a en estado de reclamaci¨®n indefinida que permite cada a?o uno o dos actos de afirmaci¨®n patriotera. Y que dure. Tampoco el Bar?a tiene el menor inter¨¦s en la oficializaci¨®n de la selecci¨®n. Por razones pr¨¢cticas: ?qu¨¦ har¨ªa el Bar?a condenado a disputar una Liga catalana de f¨²tbol? Y por razones ideol¨®gicas: ?Qu¨¦ ser¨ªa del 'm¨¢s que un club'? Y, sin embargo, es probable que despojarse de las adherencias extradeportivas que lleva puesto el Bar?a fuera una gran liberaci¨®n. Para el pa¨ªs, por supuesto, pero tambi¨¦n para el club porque sin tan pesada carga representativa sobre sus hombros quiz¨¢ los jugadores ir¨ªan m¨¢s sueltos y tendr¨ªan mejores resultados. ?Se han preguntado por qu¨¦ el Real Madrid tiene tantos ¨¦xitos en el extranjero y la selecci¨®n espa?ola tan pocos?
Pero la selecci¨®n catalana no ha estado sola en los efluvios patrioteros que recorren Europa. El nacionalismo espa?ol ha confirmado por dos veces en pocos d¨ªas que es extremadamente latoso. El triunfo del Madrid en la Champions y la derrota de Rosa en Eurovisi¨®n han ido acompa?ados de una sobredosis de patriotismo -a trav¨¦s de este veh¨ªculo impagable para todo nacionalismo que es la televisi¨®n- que demuestra que cuando se cree tener la fe verdadera se pierde cualquier sentido de la mesura, tambi¨¦n en los nacionalismos con estado. El programa pos-Eurovisi¨®n de TVE qued¨® para una aut¨¦ntica antolog¨ªa de la basura nacionalista, g¨¦nero en que la competencia es muy alta en todas partes. En alg¨²n lugar de este pa¨ªs -que deber¨ªa ser el Parlamento- ser¨ªa conveniente discutir si forma parte de las funciones de una televisi¨®n p¨²blica dedicar tantas falsedades -una expectativa de ¨¦xito nunca fundada-, tantos medios y tantas horas a extraer el m¨¢ximo beneficio de un programa de ¨¦xito, aun a costa de romper cualquier noci¨®n de criterio musical, de valor art¨ªstico y de equidad en la promoci¨®n de gente privada con dinero p¨²blico.
Una caracter¨ªstica del patriotismo es que nivela las jerarqu¨ªas a la hora de utilizarlo para quitarse responsabilidades de encima. En este sentido, el presidente del Gobierno, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, y el seleccionador nacional, Jos¨¦ Antonio Camacho, son realmente de la misma talla. Aznar apela al patriotismo como respuesta a la convocatoria de huelga general por parte de los sindicatos, y Camacho acusa a la prensa de delito de lesa patria porque van a enredar en vez de ayudar a la selecci¨®n espa?ola. Es decir, el patriotismo conduce siempre al mismo punto: a la suspensi¨®n de derechos. No ejerciten el derecho de huelga para no manchar la imagen de Espa?a en vigilias de cumbre europea. Suspendan la libertad de cr¨ªtica para que Espa?a gane. ?Y la responsabilidad? ?No es el se?or Aznar el que ha planteado una ley que recorta derechos b¨¢sicos de los trabajadores? ?No es el se?or Camacho el que ha escogido a los jugadores y tiene la obligaci¨®n de obtener de ellos los mejores resultados posibles? ?Qu¨¦ har¨ªan los que mandan -ya sea en un gobierno o en una selecci¨®n nacional- si no tuvieran la coartada impagable de los traidores a la patria para esconder sus errores?
El presidente franc¨¦s, Jacques Chirac, lo tiene muy claro, y no se cort¨® dos veces cuando en la final de la Copa de Francia un grupo de corsos silb¨® La Marsellesa. Mand¨® parar y se fue. Probablemente ser¨¢ por falta de sensibilidad nacionalista, pero su arrogante gesto me pareci¨® de una demagogia lamentable. Un gui?o penoso al electorado lepenista. O por lo menos as¨ª me lo da entender mi idea de la Rep¨²blica. No, seg¨²n parece, a los franceses. He hablado con varios de ellos y no he encontrado todav¨ªa uno que me reconociera el lamentable oportunismo del gesto autoritario de Chirac. La argumentaci¨®n m¨¢s s¨®lida me la dio una alta personalidad que no puedo citar porque esta sometida a la obligaci¨®n de reserva: 'Le Pen hab¨ªa intentado apoderarse de La Marsellesa. La izquierda se dio cuenta y, por primera vez, en las manifestaciones del Primero de Mayo acab¨® cantando La Marsellesa en vez de La Internacional. Chirac, al que votaron, no pod¨ªa defraudarles'. Por lo menos, el argumento es astuto.
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