La fiesta al rev¨¦s
La ganader¨ªa de Guadalest posee un escudo de prosapia, el de Hidalgo Barquero, eclesi¨¢stico que marc¨® con sus iniciales un cruce de Vistahermosa y V¨¢zquez hace 160 a?os. Luego, le a?adieron la corona y, despu¨¦s, la actual propiedad invirti¨® el sentido de las letras. Puso el hierro del rev¨¦s y, con ¨¦l, la ganader¨ªa, que ya hab¨ªa perdido la ilustre procedencia y entr¨® en manifiesta bastard¨ªa, como atestiguaron los dos primeros torillos, de afeitado manifiesto, de los que el segundo luc¨ªa una cornada abierta en el costado derecho. El espect¨¢culo bochornoso y denigrante que ofrecieron toros y toreros dio la raz¨®n al antitaurinismo radical. Lamentable.
Atraves¨¢bamos el desierto cuando, a la tercera, sali¨® un toro que, si bien con la permanente hecha en los pitones, se arranc¨® de largo, embistiendo con fijeza al jaco en la ¨²nica ocasi¨®n en que se lo pusieron delante. Jos¨¦ Luis Moreno, honrado a carta cabal, imit¨® el toreo en cuatro series por la derecha en las que el toro camp¨® a sus anchas, hu¨¦rfano de mando; tal era el grado de autonom¨ªa bovina, que se vio obligado a cambiar el cite natural por la derecha por el cambiado del circular invertido. S¨®lo unos naturales tard¨ªos y unos por bajo muy buenos, pr¨®logo de una estocada ejecutada con bien, fueron toreo real. Para tan escasa cosecha hab¨ªamos esperado una hora y sentido mucha indignaci¨®n. Dio l¨¢stima verlo desaprovechar el gesto, apuesto entre series, toreando empicado, sacando de vez en cuando un r¨¢pido muletazo limpio desde la distancia y rematando en la provincia lim¨ªtrofe. Mand¨® tanto que acab¨® en chiqueros.
V¨ªctor Puerto trat¨® de resarcirnos de la tomadura de pelo del segundo y realiz¨® un voluntarioso quite por chicuelinas solo en el centro del ruedo, que no fue bien correspondido por la fiera, un animal de trote cochinero con apariencias de toro ancestral depositario de valores tel¨²ricos y corneado en el anca derecha, que se bamboleaba amagando la ca¨ªda. Como el toro no iba ni de corto, Puerto lo intent¨® de largo, cuid¨¢ndolo mucho, no sea que se fuera al santo suelo. La emoci¨®n eriz¨® el vello de la concurrencia mientras desgranaban una sinton¨ªa de molesta discordancia que termin¨® despu¨¦s de torpes intentos. Un alivio.
Quiz¨¢s El Cordob¨¦s sea ingl¨¦s puesto que, s¨®lo con su mayor dosis de seriedad, llega a provocar la sonrisa, retorci¨¦ndose ante un marmolillo cobarde agobiado a mantazos. La corrida termin¨® entre c¨¢nticos penitenciales de los aficionados, sabedores de haber cometido pecados nefandos.
Babelia
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