OTRA COMUNICACI?N

Charr¨¢n era vulgarmente el que hablaba mucho o contaba cosas. Jos¨¦ Manuel Sayago, de Huelva, y Mark Boorman, de Namibia, no se conocen y por eso no se cuentan cosas, ni siquiera por tel¨¦fono m¨®vil en estos tiempos que corren, pero est¨¢n unidos por un charr¨¢n, o golondrina de mar, que hoy vuela camino de Espa?a con una anilla en cada pata. Este ave, nacida en la tundra escandinava, aterriz¨® el a?o pasado para descansar durante su vuelo migratorio oto?al a ?frica en la marisma del r¨ªo Odiel. All¨ª, en sus anillamientos nocturnos de aves del litoral, Sayago le puso en la pata un n¨²mero de identificaci¨®n espa?ol. Tras ser liberada, prosigui¨® su vuelo hasta las salinas de Swakopmund, 7.080 kil¨®metros m¨¢s abajo, donde decidi¨® quedarse junto con otros miles de aves europeas. All¨ª cay¨® en las redes colocadas por el surafricano Mark Boorman para capturar charranes. La fiesta fue grande. Era la primera recuperaci¨®n en Namibia de un charr¨¢n anillado en Espa?a. Mark le puso en la otra pata la chapa de identificaci¨®n africana. Por el n¨²mero de la anilla que tra¨ªa el p¨¢jaro localiz¨® a Sayago y supo los pormenores del peso y estado del charr¨¢n cuando recal¨® en Huelva. Anillar charranes en sus dormideros es una actividad que practican un selecto grupo de ornit¨®logos de todo el mundo, recompensada cuando se produce un bingo de este tipo, al aportar las anillas valiosa informaci¨®n sobre los movimientos de la avifauna.