Retorno al Mas Pla
Nunca, hasta hace unos d¨ªas, hab¨ªa estado en el Mas Pla y, sin embargo, ten¨ªa la sensaci¨®n de que ya hab¨ªa estado all¨ª muchas veces. La lectura de la obra de Josep Pla (1897-1981), con sus adjetivos exactos, estaba en el origen de este enga?o. Sab¨ªa ya, antes de llegar, de la orientaci¨®n del mas respecto a la estrella polar, de su aspecto macizo, de la sala rectangular de la primera planta, de la gran campana de la chimenea, del bello paisaje del Empord¨¤ que se divisa desde sus ventanas... Pocos autores tienen, como Pla, la capacidad de adaptar su literatura a un paisaje de un modo tan preciso. Pasa con su obra lo mismo que con aquel gran mapa que Borges imagin¨® como el sue?o de un cart¨®grafo, de una fidelidad tan absoluta que se superpon¨ªa, punto por punto, con los accidentes del pa¨ªs que reproduc¨ªa.
Visita al Mas Pla. Frank Kerl ha conservado muchas cosas de su t¨ªo escritor, pero no quiere convertir la casa en un museo
Cuando Frank Kerl, sobrino de Josep Pla, me ofreci¨® la posibilidad de visitar el mas de la familia, acept¨¦ encantado. Llegu¨¦ a Llofriu uno de esos soleados d¨ªas de primavera en los que el Empord¨¤ luce como un para¨ªso a escala humana. El verde era m¨¢s verde que nunca y la tramontana hab¨ªa dejado un aire absolutamente n¨ªtido. El Mas Pla, con su fachada cubierta de hiedra, su aspecto de caser¨®n contundente y sus m¨²ltiples ventanas en forma de arco, ejerc¨ªa su dominio en un cruce de carreteras. Entr¨¦ por un camino flanqueado de cipreses y no tard¨¦ en encontrarme con la sonrisa de bienvenida de Frank Kerl. 'Aqu¨ª, frente a la entrada principal', me explic¨®, 'antes estaba la era'. Era la primera se?al del paso del tiempo. Tras 20 a?os de la muerte de Pla, la era ha sido sustituida por un aparcamiento y un jard¨ªn tapizado de c¨¦sped y con unos cuantos olivos centenarios.
'El mas se compone en realidad de dos casas', prosigui¨® Frank Kerl. 'La antigua es peque?a, del siglo XVII. La parte nueva, sin embargo, es m¨¢s espaciosa. La hicieron mis antepasados en el siglo XIX, cuando la filoxera acab¨® con las vi?as de Francia y los mercaderes franceses ven¨ªan aqu¨ª a comprar vino. La comarca se enriqueci¨® y fue entonces cuando hicieron esta casa'.
En el interior, la visi¨®n de la inmensa sala principal, con la chimenea en un extremo, remite inmediatamente a las numerosas fotos que le hicieron a Josep Pla. 'La sala mide 96 metros', me indica Frank con precisi¨®n de arquitecto. 'No ha cambiado mucho desde los tiempos de Pla. S¨®lo las ventanas, que ahora son tres en arco. Pla sol¨ªa pasar las horas sentado en esta mesa, escribiendo junto a la chimenea'. En un estante hay una foto suya que lo certifica. Escribe bajo la gran campana, apoyado en la mesa, en el mismo sitio donde ahora se sienta su sobrino Frank. 'Pla viv¨ªa solo en esta casa en invierno. Hac¨ªa mucho fr¨ªo, a veces hasta 8 grados, y ¨¦l siempre estaba bajo la campana, escribiendo. Tambi¨¦n escrib¨ªa en la cama. Se pon¨ªa una chaqueta de comando que alguien le hab¨ªa regalado y se cubr¨ªa con una manta el¨¦ctrica. La casa era glacial, pero si no hubiera llevado esta vida no habr¨ªa podido escribir tanto. El concepto de confort no lo tuvo nunca. Era austero. De la casa no se ocupaba. Cuando instal¨¦ la calefacci¨®n, en los a?os setenta, lo mand¨¦ unos d¨ªas al motel Empord¨¤. Cuando lleg¨® el invierno, y al ver que la casa estaba caliente, se negaba a aceptar la realidad. 'Aquest hivern ¨¦s molt suau', dec¨ªa'.
Los muebles de la sala son los que hab¨ªa en tiempos de Pla, pero restaurados. En los estantes hay libros suyos y al abrir los armarios se produce el milagro de un salto en el tiempo, como si de pronto retrocedi¨¦ramos 30 o 40 a?os. En ellos guarda Frank los recuerdos de Pla: una boina, fotos, condecoraciones, medallas, plumas... y primeras ediciones de sus libros. 'La casa no est¨¢ abierta a los visitantes', puntualiza. 'No quiero que esto se convierta en un museo, ya que yo sigo viviendo aqu¨ª con mi familia, pero he querido guardar todo lo que he podido de Pla, como un homenaje'.
A mano derecha, al final de la sala, est¨¢ la habitaci¨®n de Pla, con la imagen de un santo presidi¨¦ndola y la misma cama en la que durmieron sus padres y donde muri¨® ¨¦l. '?l dorm¨ªa al principio al otro lado de la sala, pero sali¨® una gotera y, en vez de arreglarla, se mud¨® a la habitaci¨®n de sus padres, que ya hab¨ªan muerto', explica Kerl. 'La verdad es que no se cuidaba mucho de la casa'.
Pasamos por la otra habitaci¨®n, repleta de libros, y por la cocina antes de regresar a la sala. 'Pla no compr¨® nunca ning¨²n mueble', cuenta Frank, 'pero no tiraba nunca nada. Lo guardaba todo en las c¨®modas de la sala. All¨ª hab¨ªa desde facturas de hotel hasta cartas de amigos. El trabajo est¨¢ en buscar las cartas contrarias para poder leer lo que ¨¦l les escrib¨ªa'.
Junto a la chimenea, con una expresi¨®n que recuerda a la de Josep Pla, su sobrino me regala una an¨¦cdota de cuando al escritor le dio, en los a?os cuarenta, por dedicarse al contrabando. 'Se hizo construir un barco de 11 o 12 metros en L'Escala', explica. 'Deb¨ªa de ser en 1947. En teor¨ªa, el barco era para ir a pescar langostas al cabo de Creus, pero en realidad era para ir a G¨¦nova a buscar piezas de recambio de coches, ya que entonces no hab¨ªa por aqu¨ª. Fue a G¨¦nova con un amigo, Llimona, y compraron las piezas, pero en el viaje de regreso los sorprendi¨® una tramontana y tuvieron que refugiarse en el puerto de S¨¨te. All¨ª los gendarmes les requisaron todo... El barco se qued¨® en Calella, pero al cabo de un a?o se vendi¨® el motor y el barco se hizo astillas en la playa'.
Cuando llego a casa, busco lo que Pla escribi¨® sobre el mas y encuentro este p¨¢rrafo: 'Des de la finestra del mas contemplo els camps de gra d'aresta, com degu¨¦ fer, durant els segles, la llarga fila dels meus obscurs avantpassats. Hi ha un moment que les espigues, d'un verd ¨¤cid, del blat que el ventet fa ondular, maduren i agafen un lleuger¨ªssim to daurat. La flor vermella de les roselles es comen?a d'esblaimar. Els camps de civada es tornen d'un color d'escuma blanca. ?s un moment, un dels m¨¦s extraordinaris de l'any. Aquest moment el vaig veure, per primera vegada, a les deu del mat¨ª del dia 20 de maig de 1933 despr¨¦s d'una nit d'insomni i de fatiga pesada'. Han pasado casi 70 a?os desde aquel mes de mayo, pero la descripci¨®n de Pla sigue siendo insuperable.
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