Hay un malestar difuso
El tema de estos d¨ªas en Barcelona es la huelga de autobuses. Adem¨¢s, para el pr¨®ximo d¨ªa 20 est¨¢ convocada en toda Espa?a una huelga general. ?Hay justificaci¨®n para tales protestas?
El incumplimiento de los servicios m¨ªnimos por parte de los conductores de autob¨²s en Barcelona ha situado esta huelga m¨¢s all¨¢ de la legalidad. Los trabajadores del servicio deben saber que sin cumplir los servicios m¨ªnimos no est¨¢n ejerciendo el derecho de huelga sino, por el contrario, vulner¨¢ndolo. En un Estado de derecho la ley debe contemplar y armonizar los derechos de todas las partes en conflicto. Cuando una huelga repercute no s¨®lo en la empresa de la que se es trabajador, sino tambi¨¦n en los usuarios de un servicio p¨²blico, la ley prescribe que sean compatibles de manera proporcionada los derechos de todos los implicados, sabiendo que, por supuesto, cada parte ver¨¢ sus derechos algo limitados pero, a la vez, podr¨¢ tambi¨¦n ejercer los que leg¨ªtimamente le correspondan.
?ste es el sentido de los servicios m¨ªnimos: defender los derechos de los usuarios del servicio p¨²blico permitiendo a los huelguistas ejercer los suyos. Que esto no lo respeten los conductores de autob¨²s de Barcelona supone que no entienden la huelga como un derecho que afecta a muchas partes sino, simplemente, como una forma de presi¨®n, en cierta manera de chantaje. En todo caso, hacen una interpretaci¨®n no democr¨¢tica de un derecho democr¨¢tico.
?Est¨¢ justificada la huelga general -o el paro general, para ser m¨¢s exactos- prevista para el 20-J? El decreto ley promulgado tiene partes que rebajan de forma importante derechos laborales leg¨ªtimamente alcanzados y que suponen una marcha atr¨¢s clara del Estado social. Ahora bien, todos sabemos que se ha hecho un abuso evidente del seguro de paro y que este abuso va en detrimento de otros servicios que tambi¨¦n presta el Estado. El abuso ciertamente no era la regla, pero tampoco la excepci¨®n: era algo bastante generalizado y socialmente bastante aceptado, un poco como el fraude en el pago de impuestos que mucha gente confiesa sin rubor alguno. ?No ser¨ªa posible llegar a un acuerdo para cortar los abusos sin disminuir el grado de seguridad alcanzado con las prestaciones de paro?
A primera vista y estudiando cada caso en concreto, tanto la corporativa huelga de autobuses como la huelga general del 20-J no parece que tengan a favor unos argumentos de una solidez apabullante, sino m¨¢s bien bastantes flancos d¨¦biles. Y sin embargo, hay motivos distintos y m¨¢s de fondo que hacen que estas y otras protestas sociales sean comprensibles, razonables y justificables. Estos motivos generan un malestar difuso, ambiguo, complejo e indefinible pero cierto, debido a las muy visibles contradicciones en la manera de funcionar tanto de nuestra sociedad como del mundo.
Veamos dos ejemplos concretos. En estos momentos no hay cifras apreciables de paro -el Inem, precisamente, tiene medio bill¨®n de pesetas de super¨¢vit- y, sin embargo, muchas personas que trabajan -incluso las que ganan un sueldo aceptable- siguen teniendo el s¨ªndrome del paro por la angustia de un futuro laboral incierto. Ello explica que el paro, junto al terrorismo, sea la principal preocupaci¨®n de los espa?oles, a considerable distancia de las dem¨¢s. No hay paro y preocupa el paro porque hay trabajo precario: esto los economistas neoliberales lo consideran positivo y funcional, un elemento b¨¢sico para que seamos productivos y competitivos en un mundo globalizado. En realidad, lo que produce es crispaci¨®n social y tensi¨®n psicol¨®gica.
Segundo ejemplo. Los conductores de autob¨²s de Barcelona piden un aumento de sueldo de un 20%, la empresa ofrece algo m¨¢s de un 3%. Parece m¨¢s razonable la propuesta de la empresa que la de los trabajadores. Y sin embargo, cada trimestre podemos leer en los peri¨®dicos que bancos y cajas han aumentado sus beneficios un 25% respecto al semestre anterior, que las plusval¨ªas en las fusiones de empresas dan unos beneficios de miles de millones, que el se?or Amus¨¢tegui dej¨® la presidencia del Banco Santander Central Hispano con una indemnizaci¨®n de 7.000 millones de pesetas y que Emilio Ybarra ha hecho unas reservas de pensiones de miles de millones a varios de sus consejeros en un para¨ªso fiscal. ?Juzgamos con el mismo rasero a estos poderosos se?ores de las finanzas que al agobiado conductor de autob¨²s que hace una equivocada huelga ilegal?
El difuso malestar tiene sus causas y ¨¦stas son muy reales y comenzamos a conocerlas, aunque no est¨¦n todav¨ªa en la agenda de los pol¨ªticos. Norman Birnbaum, un viejo maestro de la sociolog¨ªa, profesor de la Georgetown University de Washington, dec¨ªa el domingo en este peri¨®dico que la pol¨ªtica econ¨®mica del PSOE no era distinta a la del PP. Joseph Stiglitz, norteamericano, premio Nobel de econom¨ªa de este a?o, hasta hace poco alto dirigente en el Banco Mundial, ha estado estos d¨ªas en Barcelona exponiendo cosas tan razonables como que el cobro de la deuda externa a los pa¨ªses del Tercer Mundo es una simple estafa y que somos unos hip¨®critas al proclamar las bondades del librecomercio mientras cerramos nuestros mercados a la importaci¨®n de productos agr¨ªcolas de los pa¨ªses pobres.
Hace unos meses, quien dec¨ªa estas evidencias era considerado un rojo anticuado, paleomarxista. Enron, Artur Andersen y las stock options eran todav¨ªa un modelo. Quiz¨¢ las cosas est¨¦n comenzando a cambiar. Quiz¨¢ los partidos de izquierdas europeos deber¨ªan empezar a cambiar tambi¨¦n. Hay un malestar difuso que se puede capitalizar en votos. ?Ser¨¢ ¨¦ste el ¨²nico razonamiento que les haga rectificar el rumbo?
Francesc de Carreras es catedr¨¢tico de Derecho Constitucional de la UAB.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.