Magn¨ªfica primera pel¨ªcula

Rodrigo Garc¨ªa es hijo del escritor Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez y sus primeros pasos en el cine, a lo largo de la ¨²ltima d¨¦cada del siglo, le hicieron saltar de M¨¦xico a Estados Unidos, para aprender el oficio primero en aulas y luego, m¨¢s a ras de suelo, en rodajes de Mar¨ªa Novaro, Mick Jackson, Robert Rodr¨ªguez, Quentin Tarantino y otros francotiradores. En la sombra de estos trabajos fue durante tres a?os gestando paso a paso un hermoso gui¨®n, con cuyo esquema acudi¨® en busca de ayuda al Instituto de Sundance, en Utah.

All¨ª traz¨® y trab¨® Garc¨ªa la delicada y elegante partitura -concebida en forma de contrapunto de cinco relatos cortos- del filme. Y conoci¨® a John Avnet, director de la preciosa Tomates verdes fritos, que fue atrapado por el relato -de tan largo y hermoso t¨ªtulo, Cosas que dir¨ªa con s¨®lo mirarla- y asumi¨® la tarea de producirlo. El filme fue acabado en 2000 y se estren¨® en el Festival de Cannes de ese a?o. Llega aqu¨ª con retraso, pero sin haber perdido ni un grano de su lozan¨ªa y su singularidad. Es una obra de poderosa originalidad, que trenza en su escritura una serie de magn¨ªficos bocetos de mujeres que luego son acabados, redondeados y vivificados hasta lo insuperable por un deslumbrante reparto de actrices due?as de alta y refinada conjunci¨®n de oficio y talento, a las que ve seducidas por lo que hacen.

Dan cuerpo a estas mujeres nada menos que Glenn Close, Holly Hunter, Cameron D¨ªaz, Amy Brenneman, Valeria Golino, Calista Flockhart y Kathy Baker. Siete rostros, de esos que convocan salarios con muchos ceros a la derecha, ofrecen aqu¨ª por un pu?ado de d¨®lares su caudal de sabidur¨ªa y elocuencia, a cambio de que les dejen crear hermosos instantes de puro cine, como el que Holly Hunter borda en su creaci¨®n asombrosa, perfecta, de una mujer dura secretamente herida. O el golpe de fascinaci¨®n que nos da entre ojo y ojo la punzante respuesta de Glenn Close a la sensaci¨®n de acabamiento que crea en ella el abandono de su amante; o la suave intensidad de la agon¨ªa de Valeria Golino en medio de su doloroso idilio con Calista Flokhart; o la tristeza, crueldad e iron¨ªa que Cameron D¨ªaz combina con exactitud asombrosa en su acabamiento del boceto de la muchacha ciega; o la casi surreal perplejidad de Kathy Baker cuando, empujada por su c¨ªnico hijo adolescente, se descubre a s¨ª misma embarcada en la idea de liarse con un vecino enano.

Y m¨¢s instantes de cine viv¨ªsimo, dicho a media voz, susurrado, que convierten a esta primera obra de Rodrigo Garc¨ªa en una joya con sabor a ¨²ltima, a insuperable.