La pereza andaluza
Causas y or¨ªgenes de un t¨®pico miserable
Rastrear en los or¨ªgenes de los estereotipos de Andaluc¨ªa es algo que los andaluces mismos ya no solemos hacer. Considerables dosis de amargura, m¨¢s un sentimiento de impotencia que roza la desolaci¨®n metaf¨ªsica, lo aconsejan. S¨®lo cuando alg¨²n desaprensivo se deja caer de nuevo con alguno de los remoquetes que m¨¢s han da?ado a nuestra imagen como pueblo y como individuos, nos decidimos a abandonar esa sabia cautela. Es ahora el caso, en que el se?or Aparicio, todav¨ªa ministro de Trabajo del se?or Aznar, ha querido hacerse c¨¦lebre para siempre con una apelaci¨®n al m¨¢s miserable de los t¨®picos: el de la vagancia. Y encima pretendiendo ser generoso ('el peor favor que podemos hacerle a Andaluc¨ªa es dejarla sumida en la indolencia'), lo que en realidad revela cu¨¢nto m¨¢s esconde un juicio tan ruin. As¨ª que no queda m¨¢s remedio que salir, una vez m¨¢s, a desfacer el entuerto, adem¨¢s de enviarle a nuestro ¨²ltimo ofensor el m¨¢s en¨¦rgico repudio, y el consejo de que no aparezca por aqu¨ª en un par de siglos.
Es dif¨ªcil saber cu¨¢ndo surgi¨® este sambenito. Pero no m¨¢s all¨¢ del Romanticismo
Muy pocos viajeros comprendieron las causas de la pobreza y las desigualdades
Es dif¨ªcil en verdad saber cu¨¢ndo surgi¨® este sambenito. Pero no m¨¢s all¨¢ del Romanticismo. (Me refiero al romanticismo banal, el peor enemigo del verdadero genio de la rebeld¨ªa, y a su larga secuela de vulgaridades y lugares comunes acerca del 'alma de los pueblos' y cosas por el estilo. Todav¨ªa el se?or Arzallus dice que es que los vascos son 'mejores', y se queda tan pancho). Hasta entonces, lo andaluz era todo lo m¨¢s un recurso f¨¢cil para sainetistas madrile?os, m¨¢s basado en el consabido gracejo ling¨¹¨ªstico, que adem¨¢s hizo que algunas tonadilleras andaluzas fueran rechazadas en la corte por lo mal que hablaban. Pero de ah¨ª no pasaba la cosa. Incluso el F¨ªgaro de Mozart es tratado por el libretista napolitano como un tipo ingenioso y divertido, pero nada m¨¢s. Y eso ocurre en 1770.
Lo cierto es que la extensi¨®n y consolidaci¨®n del andaluz harag¨¢n?coincide con las andanzas peregrinas de los viajeros rom¨¢nticos del XIX, sobre todo los ingleses, principales propagadores por el mundo de todas las dem¨¢s invenciones de la Andaluc¨ªa que ellos quer¨ªan ver. Manuel Bernal Rodr¨ªguez, una autoridad en la materia, al hacer balance de los escrutinios a que nos sometieron durante aquella centuria los ex-soldados de Wellington, misioneros, escritores o simples curiosos, no duda: 'Los andaluces aparecen definidos por un conjunto de cualidades en el que los defectos superan netamente a las virtudes: vagos, fanfarrones, ab¨²licos, embusteros, orgullosos, jugadores, celosos, salvajes y violentos...'. Obs¨¦rvese que el primer adjetivo de la retah¨ªla es el que nos ocupa. Naturalmente, ello va entretejido con otras observaciones m¨¢s amables, tales como simp¨¢ticos y alegres, divertidos o sensuales. Todo fuera por la variedad de la mercanc¨ªa: el exotismo pintoresco. Uno de esos vagantes de sietesuelas emplea justamente el mismo concepto que, traducido por Aza?a, da pie al desafuero del se?or ministro todav¨ªa: 'los andaluces son indolentes y superficiales, aficionados al baile y al cante y a las diversiones sensuales'. Ya est¨¢ aqu¨ª la palabra. Lo que sigue tampoco tiene desperdicio, y resume lamentablemente bien el conjunto de prejuicios circulantes entre aquellos avispados ojeadores del imperio brit¨¢nico: 'Viven bajo el sol m¨¢s espl¨¦ndido y el cielo m¨¢s benigno de Europa y su pa¨ªs es de natural rico y f¨¦rtil, a pesar de lo cual no hay provincia en Espa?a donde haya m¨¢s mendicidad y miseria, puesto que la mayor parte de la tierra est¨¢ sin cultivar y no produce m¨¢s que espinos y malezas'.
El autor de este rosario de tonter¨ªas no es otro que el muy pintoresco -¨¦l s¨ª- George Borrow, aquel pol¨ªglota andariego que vino a Espa?a con la absurda pretensi¨®n de venderles Biblias a los gitanos y convertirlos al anglicanismo. Pero aunque otros no empleen la maldita palabra, su opini¨®n es la misma y est¨¢ impl¨ªcita, casi sin excepci¨®n, en ese otro t¨®pico de la tierra f¨¦rtil pero sin cultivar. Muy pocos de esos viajeros se acercaron siquiera a comprender las verdaderas causas sociales de la pobreza y de las desigualdades en Andaluc¨ªa: el latifundismo, el analfabetismo, la explotaci¨®n m¨¢s inhumana. (Algunos franceses, como Latour, s¨ª que lo hicieron). Eso no interesaba a los brit¨¢nicos. La verdadera causa, seg¨²n ellos, era esa suerte de indolencia cong¨¦nita, heredada de unos supuestos ancestros orientales, y desde luego el catolicismo, bestia negra que hab¨ªa acabado de corromper nuestras almas. Lo que s¨ª conven¨ªa, en suma, era justificar los atropellos colonialistas (minas, gesti¨®n de aguas potables, Gibraltar...), en nombre de la civilizaci¨®n, faltar¨ªa m¨¢s. (Ojo, que todav¨ªa en la colonia brit¨¢nica es muy potente el sentimiento de superioridad hacia los andaluces, heredado directamente de los ingleses).
Pero esa terca mixtura de folclore exotista, haraganer¨ªa y miseria, alcanz¨® a algunos intelectuales espa?oles. Suele ser un t¨®pico m¨¢s acudir a las opiniones de Ortega y Gasset, en su atrevida Teor¨ªa andaluza, una pirueta filos¨®fica con la que en realidad quiso hacer el elogio de nuestra personalidad nada utilitarista, frente a la de los pueblos del Norte, apegados al trabajo como una religi¨®n. Pero con tan mala fortuna literaria que es dif¨ªcil no sentirse por lo menos perplejo ante afirmaciones como: 'La famosa holgazaner¨ªa del andaluz es precisamente la f¨®rmula de su cultura'; 'la pereza como ideal y como sentido de cultura'. Desde entonces, los pensadores de toda ¨ªndole se cuidan mucho cuando se refieren a este pueblo, que harto est¨¢ de demostrar lo laborioso que es, por ejemplo, en sus obligadas aventuras migratorias. Y m¨¢s que cuidarse, se puede afirmar que el t¨®pico en realidad ha dado la vuelta en los ¨²ltimos a?os. Muchos testimonios podr¨ªa aportar este mismo cronista de cuando se hac¨ªa la Expo; del sentimiento de admiraci¨®n sin l¨ªmites de muchos ejecutivos for¨¢neos, en viendo la laboriosidad sin desmayo de los trabajadores andaluces, al inclemente sol de nuestro verano. Tambi¨¦n Emilio Lled¨®, en unas recientes declaraciones a un peri¨®dico canario, ha dicho: 'Mi gran shock fue descubrir a esos obreros espa?oles que iban a trabajar a aquella zona de Manheim y Heidelberg en los a?os 50 (...) obreros de Ja¨¦n, Murcia, Almer¨ªa, que hab¨ªan nacido con un ?no! en la cabeza: no a la vida, no a la educaci¨®n, no a la cultura, no a la comida incluso. Por eso me r¨ªo de la t¨®pica pereza andaluza'. Claro que se trata tambi¨¦n de un pueblo especialista en el dif¨ªcil arte de vivir, y aun en el de malvivir, s¨®lo que anta?o sometido y hoy libre. Por todo eso, lo que da m¨¢s miedo del PP, en definitiva, no es su soberbia, ni su retardado franquismo, sino la miseria intelectual en la que basa sus postulados, o lo que sea.
ANTONIO RODR?GUEZ ALMOD?VAR
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