Ordenador del caos
LA LOCURA est¨¢ definida en el diccionario en principio como 'privaci¨®n del juicio o del uso de la raz¨®n'; m¨¢s adelante hay una segunda acepci¨®n: 'Acci¨®n desconsiderada o gran desacierto'; no obstante, existe una ¨²ltima que acaso eclipsa las dos anteriores: 'Exaltaci¨®n del ¨¢nimo o de los ¨¢nimos, producida por alg¨²n afecto u otro incentivo'. Lo anterior motiva una pregunta obligatoria: ?qui¨¦n est¨¢ loco? En el caso de la literatura, por aludir a un referente inmediato, el Quijote cabr¨ªa perfectamente en la primera descripci¨®n y aquel personaje de Poe que mata a su vecino por tener un ojo buitresco quedar¨ªa en la segunda. Con la ¨²ltima, desde luego, definir¨ªamos a todos los escritores que alguna vez escribieron cuando menos una palabra. Al final, como dir¨ªa el gran Orson Wells cuando tambi¨¦n encomiaban sus grandes dotes literarias, lo que se hace simplemente es 'poner una s¨ªlaba al lado de la otra'. Pero qu¨¦ s¨ªlabas, asegurar¨ªan los entendidos.
Un tipo de cuidado (M¨¦xico, Tusquets, 2000), del escritor mexicano Francisco Hinojosa (1954), resume cabalmente la sugerencia anterior: el hombre en situaci¨®n frente a las adversidades habituales, ergo, el idiota cotidiano que habita a todos los hombres frente al entorno, un contexto que no deja de ser misterioso. En otros t¨¦rminos: s¨®lo un loco hubiera escrito este volumen de cuentos. Preso de una tradici¨®n literaria privada en primera instancia por referentes insanos, Hinojosa redescubre universos alternos al nuestro, territorios que deben ser ocupados por t¨ªteres imp¨ªos hechos a imagen y semejanza de su prestidigitador, pero diferentes. Los cuentos de Un tipo de cuidado no facilitan la comprensi¨®n del lector; al contrario, entorpecen su mirada del paisaje, un horizonte colmado de tribulaciones e injurias inclementes. El lector ideal del libro ser¨¢, por lo mismo, un buen exc¨¦ntrico.
Ocho cuentos adoquinan el volumen. Y hay que decir, as¨ª, que tambi¨¦n el mundo puede quedar incluido en un octaedro pernicioso; en ¨¦l, las vaguedades del espacio sensible adquieren la forma de personajes en situaciones al l¨ªmite, marionetas encadenadas a un mosaico end¨¦mico y multicolor. Es entonces Hinojosa un escritor de hinojos centelleantes, ideas implacables y semblantes dudosos. Tambi¨¦n en la locura, la raz¨®n es juicio y la imagen, ceguera.
De prosa irreverente, antisolemne, fulminante, Pancho Hinojosa es asimismo el autor infantil m¨¢s le¨ªdo en M¨¦xico, y es quiz¨¢ en esta peculiaridad donde se hallan los motivos de sus verdades, porque a los ni?os hay que mentirles a partir de las fantas¨ªas y, muchas veces, la realidad es m¨¢s fant¨¢stica que el mismo mundo real. Por eso sus personajes son seres an¨®nimos que rondan comarcas desconocidas e inciertas; fantoches que aglutinan en sus pasiones circunstancias inconexas, incomprensibles y sin embargo cotidianas. Por eso se puede decir 'la mat¨¦' sin que haya alg¨²n tipo de condena moral al acto mismo. Alguna vez e.e. cummings escribi¨® que la vida era un par¨¦ntesis; en esta perspectiva, Hinojosa ordena el caos a partir de esa visi¨®n acotada ling¨¹¨ªsticamente y la reconstruye: los par¨¦ntesis se acercan todos los d¨ªas y las posibilidades de vivencias verdaderas -que aparecen entre ellos- son las experiencias reales en esta vida. Lo dem¨¢s son ilusiones, esas que nadie entiende.
Como una suerte de aleaci¨®n de Raymond Carver y Witold Gombrowicz, la narrativa de Francisco Hinojosa irrumpe en la literatura mexicana como bala de ca?¨®n. Sin ser precisamente un autor 'joven' en el sentido convencional de la palabra (?cu¨¢ndo se deja de ser joven?), hay en su literatura una intenci¨®n de plantearse las vicisitudes cotidianas como en efecto son: turbulentas. No ordena, ofusca; no consuela, preocupa; no ense?a, exhibe. En tiempos en que la literatura mexicana es abanderada por la ensalzada pirotecnia crackiana (Volpi, Padilla, Urroz, Palou), ¨¦sa de altas esferas y temas cosmopolitas, Francisco Hinojosa regresa a uno de los puntos nodales de la literatura: el hombre y sus sufrimientos, sus crueldades, sus iron¨ªas y sus contradicciones. Adem¨¢s, por supuesto, de que por la exaltaci¨®n de nuestros ¨¢nimos, todos somos tipos de cuidado.
Carlos Antonio de la Sierra (Cuernavaca, M¨¦xico, 1972) ha publicado ensayos como Bajo el volc¨¢n y el otro Lowry (Consejo para la Cultura y las Artes de M¨¦xico) y El narrador latinoamericano como ensayista (Instituto Polit¨¦cnico de M¨¦xico).
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