La quinta columna
No era un anarquista disolvente ni un temible terrorista, sino un respetable profesor de filosof¨ªa. Alexandre Koyr¨¦ (1882-1964) naci¨® en Rusia, pero estudi¨® en G?ttinga y en Par¨ªs. Fue disc¨ªpulo de Husserl, de cuya obra fue de los primeros difusores en Francia, como profesor en la ?cole Pratique. Justamente, la editorial Allia de Par¨ªs exhum¨® no hace mucho dos ensayos escritos por Koyr¨¦ en Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial: Reflexiones sobre la mentira (1943) y La quinta columna (1945), trabajos suscitados por la terrible crisis que el mundo atravesaba en ese momento. Son dos ensayos pol¨ªticos, pero un trasfondo moral se perfila en ellos.
Las pocas pero densas p¨¢ginas de La quinta columna tambi¨¦n conservan una picante actualidad. Como es sabido, quinta columna es una expresi¨®n que Franco utiliz¨® por primera vez y que casi inmediatamente se hizo c¨¦lebre en el mundo entero. Su declaraci¨®n era m¨¢s o menos la siguiente: 'Las cuatro columnas que se acercan a Madrid ser¨¢n ayudadas por una quinta que ya est¨¢ adentro'. La quinta columna es por tanto lo que Koyr¨¦ llama con pertinencia el enemigo interior. El involuntario hallazgo verbal del General¨ªsimo designaba con discreta amenaza a ciertos sectores que, en el interior mismo de la Rep¨²blica, trabajaban en secreto a favor de la contrarrevoluci¨®n, t¨¦rmino con el que Koyr¨¦ designa no ¨²nicamente al fascismo y al nazismo, sino de manera m¨¢s general a todas las corrientes pol¨ªticas reaccionarias, mon¨¢rquicas, antidemocr¨¢ticas, antirrepublicanas y autoritarias, que no aceptaban los principios liberales de la revoluci¨®n burguesa. Koyr¨¦ analiza tambi¨¦n implacablemente ciertos errores tr¨¢gicos (y c¨®micos) del marxismo, lo mismo que la esencia autoritaria del estalinismo, pero no hay que olvidar que, en el momento en que escribe su texto, el Estado sovi¨¦tico integra el campo aliado. Seg¨²n Koyr¨¦, la Primera y la Segunda Guerra Mundial son una sola guerra, y la guerra civil espa?ola representa el eslab¨®n que encadena los dos momentos de un mismo episodio hist¨®rico.
Pero aunque haya sido Franco quien forj¨® la expresi¨®n, la quinta columna existi¨® siempre, y los historiadores de la antig¨¹edad como Tuc¨ªdides o Polibio reconocieron en las guerras del pasado el caso del enemigo interior, y lo analizaron, del mismo modo que Plat¨®n en sus (aunque no siempre adecuadas) disquisiciones pol¨ªticas. Adem¨¢s, Koyr¨¦ recuerda que, en la historia europea, son muchos los casos de fortalezas sitiadas que terminan cayendo en manos del enemigo gracias a la colaboraci¨®n de ciertos sectores que trabajaban subrepticiamente desde el interior. Koyr¨¦ alude tambi¨¦n al caso franc¨¦s de la colaboraci¨®n del Gobierno de Vichy con el enemigo nazi y, en general, de las fuerzas locales que facilitaron la invasi¨®n alemana en pr¨¢cticamente todos los pa¨ªses de Europa. Y para Koyr¨¦, hay un elemento fundamental que distingue a la quinta columna de la mera rebeli¨®n o de la mera lucha por el poder, que ocurren a menudo al final de una guerra perdida.
El elemento propio de la quinta
columna es la traici¨®n. La lucha por el poder aun en tiempos de guerra es en cierto sentido leg¨ªtima, porque se lleva a cabo en el interior mismo del Estado nacional sin recurrir a la alianza con ninguna fuerza extranjera o, si ese fuera el caso, no se tratar¨ªa de traici¨®n, porque las intenciones sediciosas de los rebeldes habr¨ªan estado expuestas desde tiempo atr¨¢s en la plaza p¨²blica. La quinta columna, en cambio, opera en la oscuridad y, para salvaguardar sus propios intereses, pasa por encima de aquello que todos los otros sectores de la sociedad que, aunque est¨¦n entre ellos en permanente conflicto, consideran como intangible y como la esencia identificatoria en cuyo marco natural deben tener lugar todas las luchas pol¨ªticas y sociales: la naci¨®n. Para Koyr¨¦, ?cu¨¢l es el sector cuyos intereses est¨¢n por encima de los del Estado y de la sociedad, de la comunidad ciudadana y de la naci¨®n, y que a lo largo de la historia humana, en cualquier tiempo y lugar, maniobr¨® como quinta columna para salvaguardar sus propios intereses, desolidariz¨¢ndose del inter¨¦s colectivo y llegando incluso hasta aliarse con el enemigo? Pues bien, los ricos simplemente. Entre otros ejemplos, Koyr¨¦ introduce esta cita: 'El hero¨ªsmo es f¨¢cil para los pobres, ya que no tienen nada que perder, seg¨²n declar¨® el se?or Mireau, director del diario Le Temps y ministro del primer Gobierno de Vichy'.
La autoridad y la probidad filos¨®fica, cient¨ªfica y moral de Koyr¨¦ le dan a su an¨¢lisis un valor excepcional, adem¨¢s de una coloraci¨®n prof¨¦tica en v¨ªsperas de la guerra fr¨ªa y varias d¨¦cadas antes de la llamada globalizaci¨®n, designaci¨®n tecnicista que, sometida a un an¨¢lisis ret¨®rico, es f¨¢cil identificar como un eufemismo. Design¨¢ndose como multinacionales, los ricos, en la actualidad, se han desligado de las obligaciones sociales que permiten la existencia de un Estado naci¨®n, y corren por su propia cuenta. A pesar de sus discursos patri¨®ticos e incluso nacionalistas, s¨®lo se ligan al poder pol¨ªtico en la medida en que pueden ponerlo a su servicio, y la pol¨ªtica ultraliberal de privatizaciones no es m¨¢s que un intento de controlar las grandes empresas (armamentos, energ¨ªa, cr¨¦dito, comunicaciones, etc¨¦tera) para poder liberarlas de la tutela social que suponen las empresas nacionales, y deslocalizarlas o venderlas a la competencia cuando los resultados del sufragio universal llevan al gobierno a quienes encarnan una corriente pol¨ªtica que podr¨ªa representar una amenaza. En los pa¨ªses industrializados, aun en los que gobiernan los socialdem¨®cratas, el Estado y los ricos tienden a identificarse, y podr¨ªa ponerse como caso l¨ªmite ciertos pa¨ªses de Europa, donde los poderosos prefieren aliarse, en las cuestiones cruciales, con los competidores directos de la Uni¨®n Europea.
La prosperidad y la econom¨ªa productiva son vitales para una comunidad. Los ricos del ¨²ltimo siglo, el del capitalismo monopolista, no son, desde luego, aquellos que, gracias a su trabajo o a alguna otra fuente legal, han sido capaces de amasar cierta fortuna -profesionales, empresarios, ejecutivos, comerciantes, etc¨¦tera- y que constituyen una clase media alta e incluso ciertas capas de la burgues¨ªa, sino las enormes concentraciones de capital en manos de unos pocos que se desdibujan en un archipi¨¦lago de actividades y de empresas envueltas en una brumosa opacidad. Esa concentraci¨®n cuyo crecimiento imperativo es una verdadera m¨¢quina de guerra econ¨®mica y social, casi inimaginable para el hombre com¨²n, determina sin embargo, en los m¨¢s variados puntos del planeta, su existencia cotidiana, su bienestar o su sufrimiento, su nacimiento y su muerte. Tanta riqueza irrazonable es la encarnaci¨®n de lo que los griegos llamaban hibris, es decir, la desmesura, la desarmon¨ªa que trae aparejada el conflicto, el desorden, la guerra, la tragedia. Es la que pone en peligro no ¨²nicamente a quienes, decididos, tratan de combatirla, sino incluso a los que contribuyen a crearla, a sus aliados, a sus amigos, a la especie humana, al planeta entero. Y si un d¨ªa de ¨¦stos, en la pr¨®xima guerra de las galaxias, el enemigo venido del espacio se dispusiese a invadirnos, una vez m¨¢s se verificar¨ªa el an¨¢lisis del profesor Koyr¨¦: la quinta columna, para perpetuar el delirio planificado de su supremac¨ªa, reconoci¨¦ndose, como en un espejo, en la mueca odiosa de lo inhumano, le abrir¨ªa la puerta.
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