De indianos y melancol¨ªas

Conserva Los gavilanes un tono popular que la hace en cierto modo cercana. La conexi¨®n se produce en nuestros d¨ªas m¨¢s por la m¨²sica que por la ingenuidad de unas situaciones teatrales que s¨®lo funcionan a r¨¢fagas. No es f¨¢cil hacer una lectura personal en el tratamiento esc¨¦nico de la obra. Quiz¨¢s no vale la pena y la soluci¨®n m¨¢s conveniente es la que han tomado Gerardo Malla y sus colaboradores, dejando que la zarzuela corra a sus anchas en sus contradicciones y en sus hallazgos. Es de destacar en cualquier caso el s¨®lido trabajo como figurinista de Pedro Moreno y tambi¨¦n, en el terreno musical, la eficacia de Luis Remart¨ªnez al frente de la Orquesta de la Comunidad de Madrid.

Chispazos

Los chispazos m¨¢s emotivos vinieron de los cantantes y actores. Fueron momentos aislados, al hilo de los vaivenes de una obra desigual. Milagros Mart¨ªn super¨® sus limitaciones vocales a base de temperamento, de casta. Es una bendici¨®n ver la vena zarzuel¨ªstica de esta chica, su coraje para luchar contra las dificultades, su entrega en escena.

Desde el punto de vista exclusivamente vocal, lo m¨¢s primoroso de la noche se debi¨® al tenor Luis D¨¢maso. Su timbre es d¨²ctil, su fraseo, elegante. A la medida de sus personajes estaban las caracterizaciones teatrales de Luis Cansino y Arantza Ira?eta.

En lo musical, se movieron a un nivel m¨¢s modesto. Desprendi¨® simpat¨ªa la pareja c¨®mica de las fuerzas del orden, la autoridad competente y la gendarmer¨ªa, con ajustadas intervenciones de Vicente Cuesta y Pedro Miguel Mart¨ªnez. Todo estuvo en un tono de dignidad, aunque sin excesiva inspiraci¨®n.

Es un espect¨¢culo que se puede ver y del que se puede tambi¨¦n prescindir. En cualquier caso, su presencia es positiva por lo que supone de tratamiento cotidiano de la zarzuela. El p¨²blico se lo pas¨® bien y aplaudi¨® con calor a los artistas.