Aquel 'cardenal de acero'
Conoc¨ª y salud¨¦ por primera vez a Karol Wojtyla en la primavera de 1974. ?l era entonces cardenal arzobispo de Cracovia y presid¨ªa la procesi¨®n del Corpus, recorriendo los entornos del castillo de Wawel. Dos cosas me llamaron la atenci¨®n: el parecido de la procesi¨®n con las que se celebran en Espa?a, haciendo paradas ante peque?os y floridos altares, y la vibrante oratoria del cardenal en cada una de las estaciones. Amigos polacos me hicieron saber que la procesi¨®n era ilegal y que las pr¨¦dicas del cardenal eran claras y comprometidas. Wojtyla se mostraba indomable frente al comunismo. De hecho ya entonces lo llamaban 'el cardenal de acero'.
Con el paso del tiempo, en sucesivos viajes papales, confirm¨¦ mi primera impresi¨®n sobre la fibra del ya Juan Pablo II. Le recuerdo en Drogheda, en la frontera del Ulster, condenando el terrorismo del IRA y en Guatemala reprochando a R¨ªos Mont, que estaba a su lado, la ejecuci¨®n de algunos disidentes. Le vi en el Zaire de Mobutu forcejeando por romper el cord¨®n de seguridad para acercarse a los pobres y defendiendo la vida en pa¨ªs tan acusadamente abortista como EE UU.
Para entonces la Iglesia y el Mundo ya sab¨ªan que Juan Pablo II era un viajero infatigable y un Papa comprometido hasta los tu¨¦tanos con su ministerio. Este perfil de 'impegnista' que dicen los italianos, uno de los m¨¢s salientes de su factor humano, ha sido interpretado como tozudez polaca, como tendencia al imperialismo cristiano o como obstinaci¨®n doctrinal. Pero ?no habr¨ªa que hablar simplemente de coherencia de vida, de profundidad de convicciones, de entrega sin l¨ªmites a su misi¨®n? En cualquier caso, parece evidente que estamos ante un papa de acero.
A esa luz de su complexi¨®n psicol¨®gica y humana habr¨¢ que entender tambi¨¦n su comportamiento ahora que la vejez y las enfermedades han arruinado su f¨ªsico sin doblegar todav¨ªa el br¨ªo de su esp¨ªritu. Dif¨ªcil explicar sin referencias religiosas ¨¦sa su m¨ªstica del agotamiento, de la exhaustividad. ?No ha dicho ¨¦l mismo, m¨¢s de una vez, que est¨¢ dispuesto a morir con las sandalias puestas, que no piensa bajarse de la cruz?
La disparidad de opiniones que se ha producido con motivo de su ¨²ltimo viaje ante la inmolaci¨®n de Juan Pablo II, para unos inexplicable y para otros ejemplar, parece plantear un problema epistemol¨®gico. ?Cu¨¢l es la clave de la interpretaci¨®n?
Nada de lo que est¨¢ ocurriendo con el papa Wojtyla cuadra desde una ¨®ptica laica o profana. Todo empieza a cobrar sentido cuando se aplica el calibre l¨®gico y parad¨®jico del evangelio. Si la funci¨®n del Papa se percibe como la de un l¨ªder, un gran ejecutivo, ni se explica su esfuerzo prometeico ni se justifica esa indecorosa exhibici¨®n de sus limitaciones y sus flaquezas. Todo parece un dislate ¨¦tico y un pecado contra la est¨¦tica convencional.
Presumo que Juan Pablo II anda en otras cavilaciones. ?l sabe, con la sabidur¨ªa del evangelio, que no siempre el que siembra es el que recoge, que los pac¨ªficos y los que sufren ser¨¢n bienaventurados, que los ¨²ltimos ser¨¢n los primeros y que la autoridad es ante todo una forma de servicio. Es otro horizonte, otra dimensi¨®n.
Pero, as¨ª las cosas, ?deben o no deben retirarse los papas? Es claro que pueden hacerlo y es hip¨®tesis que regula el canon 332, si bien hist¨®ricamente ha ocurrido s¨®lo una vez, en 1294. La decisi¨®n de Celestino V no sent¨® bien en la cristiandad, hasta el punto que Dante Alighieri conden¨® al Papa al infierno de su Divina Comedia en castigo por su 'gran rifiuto'.
Viniendo m¨¢s al grano, ?debe o no debe retirarse Juan Pablo II? Se trata de una decisi¨®n de conciencia, exclusiva de su libertad personal concordada con el bien de la Iglesia. Pero ?qui¨¦n ponderar¨¢ ese bien de la Iglesia, con qu¨¦ rasero habr¨¢ que medirlo? Hoy no cabe asegurar, por ejemplo, que el ¨²ltimo viaje, a pesar de su pat¨¦tica postraci¨®n, haya sido est¨¦ril. Al rev¨¦s, ha sido ben¨¦fico en Bulgaria para la uni¨®n de los cristianos, y clarificador, en Azerbay¨¢n, para la desvinculaci¨®n de las religiones de cualquier proclividad belicista o terrorista.
Muchas de las opiniones lanzadas en estos d¨ªas al viento aluden a presiones del entorno curial para mantener al Papa en su puesto. Hist¨®ricamente no ser¨ªa ins¨®lito; pero en este momento me parece harto improbable. Karol Wojtyla es todav¨ªa due?o y se?or de sus actos como lo ha demostrado en recientes decisiones de indudable tonelaje.
Podr¨¢ discutirse si debe o no debe retirarse. Lo cierto es que aquel cardenal de acero que yo conoc¨ª en 1974, a d¨ªa de hoy, no se ha salido del gui¨®n que ha pautado su vida. Antes y despu¨¦s -genio y figura- de ser Juan Pablo II.
Joaqu¨ªn L. Ortega es director de la Biblioteca de Autores Cristianos.
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