Una campa?a con dos finales
La recolecci¨®n de la fresa en Huelva llega a su fin con grandes diferencias para 'ilegales' e inmigrantes
Ya son muy pocas las fresas que quedan en la mata. Adem¨¢s, no valen mucho, no tienen la calidad suficiente para consumirse como fruta, est¨¢n destinadas a acabar untadas en tostadas o bocadillos de ni?os golosos. Las fresas no tan buenas abren la puerta a los jornales no tan ortodoxos.
Ahmed tiene 42 a?os, una esposa y dos hijos adolescentes en Casablanca y un permiso de residencia caducado en la cartera. Lucha contra el calor agitando un trozo de cart¨®n, sentado en la entrada de la choza de pl¨¢stico en un descampado al borde de la carretera en Moguer. Ahmed no est¨¢ contento pero ha conseguido ara?ar unos cuantos euros recolectando esas fresas no tan buenas que ya no pueden coger los trabajadores polacos o rumanos con estrictos contratos en origen que fijan su llegada y su salida de Espa?a.
La tormentosa campa?a en el terreno laboral del pasado a?o motiv¨® que ¨¦sta no haya hueco para los inmigrantes sin contrato y much¨ªsimo menos sin permiso de residencia en los campos freseros de Huelva. Siguen llegando y esperando encontrar trabajo.
En el mismo barrio de chabolas de Moguer (hay varios, como en casi todas las localidades freseras de la provincia), malviven decenas de hombres marroqu¨ªes. Ninguno tiene documentos que les permitan ni tan siquiera residir en Espa?a. Cuentan como han llegado en patera, en barco haci¨¦ndose pasar por turistas... Abdelaziz, que dice tener 19 a?os y llevar uno y medio en Espa?a, cuenta que lleg¨® escondido en los bajos de un autob¨²s. Todos se quejan de las exigencias de los empresarios freseros, que el pasado a?o aprendieron a golpe de multa a no contratar a las personas denominadas como ilegales. Pero est¨¢n ah¨ª.
Son la parte m¨¢s marginada y maltratada del fen¨®meno de la inmigraci¨®n. A¨²n no se han encontrado remedios pol¨ªticos occidentales a los deseos de un joven como Abdelaziz o de un hombre maduro como Ahmed de vivir en un lugar m¨¢s prospero que en el que nacieron, aunque sea con el riesgo de intentarlo de manera clandestina.
Lo m¨¢ximo que han encontrado en Espa?a es un poco de tolerancia mezclada con inter¨¦s. As¨ª, dicen que la Polic¨ªa Local ya les ha avisado a los habitantes de este campamento de chabolas que tienen que irse del pueblo cuando acabe la semana. No es que ahora carezcan de documentaci¨®n y que la semana pasada la tuvieran, simplemente es que ya no quedan fresas que recolectar.
Este grupo de personas se afana ahora en conseguir que Cruz Roja les pague el viaje hasta las zonas de recolecci¨®n de manzana y pera en Catalu?a. Seguir¨¢n siendo ilegales, seguir¨¢n siendo marginados y pobres en un pa¨ªs al que llegaron a buscar el trabajo que les deber¨ªa de haber proporcionado la prosperidad.
Pero tambi¨¦n se acaba la campa?a para los trabajadores magreb¨ªes que tienen contrato de trabajo y permiso de residencia en regla, que no llegan al millar. En la plaza de Moguer se areremolinaban ayer varios hombres de Marruecos y Argelia y conversaban airadamente con sus contratos en la mano. La temporada ha terminado en Huelva, a donde la mayor¨ªa de ellos llegaron a finales de marzo. Ahora les gustar¨ªa seguir en Espa?a e irse a trabajar a Catalu?a, pero no todos los contratos de origen -vinculados por decisi¨®n del Gobierno central a una ¨²nica provincia y una campa?a- lo permiten.
Al¨ª, casado en Espa?a y residente desde hace tres a?os, se queja de que los empresarios les proporcionen -dice- mejores domicilios a las trabajadoras polacas y promete asistir a la manifestaci¨®n de Sevilla del d¨ªa 20. Distintos problemas, distintas actitudes, porque entre los inmigrantes, ya hay tambi¨¦n clases.
Freshuelva quiere doblar los contratos en origen
Esta campa?a ha sido muy buena para los empresarios agr¨ªcolas que se dedican a la fresa en la provincia de Huelva. Con las precauciones que toman todos los empresarios a la hora de hablar de ¨¦xitos, el presidente la patronal fresera, Jos¨¦ Antonio Romero, vinculaba ayer los buenos resultados a dos factores: la climatolog¨ªa y la 'estabilidad' laboral. Romero asegura que en anteriores campa?as, los trabajadores saltaban de una recolecci¨®n a otra (c¨ªtricos, melocot¨®n, nectarina...) seg¨²n les convinieran las condiciones de trabajo. En pasados a?os, se contrataban grandes cantidades de trabajadores sin permisos de residencia o de trabajo. Era la cara m¨¢s afilada de la competencia. Unos empresarios se quitaban los braceros a otros, benefici¨¢ndose de la precariedad de los trabajadores. Las protestas de grupos de derechos humanos y otras organizaciones y de algunos empresarios acabaron con numerosas inspecciones y cuantiosas multas para los que contrataran a ilegales, en muchos casos, con pagas muy inferiores a las fijadas. Para esta campa?a se solicit¨® al Gobierno central la contrataci¨®n de trabajadores en origen y desde Madrid se apost¨® por Ruman¨ªa y Polonia. Este m¨¦todo, seg¨²n los empresarios, otorg¨® la 'estabilidad' necesaria para el cultivo, por lo que, seg¨²n asegura Romero, la patronal fresera se plantea pedir el doble de contratos en origen y pasar de los 6.700 trabajadores de la actualidad hasta los cerca de 14.000. Los contratos en origen atan a los trabajadores a una provincia y una campa?a y no sirven de entrada a trabajar en Espa?a, seg¨²n dise?¨® el Gobierno. Freshuelva descarta realizar cualquier tipo de precontrato, como los m¨¢s de mil suscritos el pasado a?o por una 'cuesti¨®n humanitaria' tras los encierros de trabajadores en varias iglesias de Huelva. Por su parte, el defensor del pueblo andaluz, Jos¨¦ Chamizo, se quej¨® ayer en Onda Cero de la 'contrataci¨®n a la carta' de trabajadores. 'Me parece que no se valora a cada persona independientemente de donde venga'.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.